El baile- Capítulo 8

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Estábamos a principios de diciembre de 1936. Llevábamos dos meses en la ciudad, y los días se me hacían eternos. Siempre era igual, por las mañanas un maestro venía a darme las clases y por las tardes  mi madre me llevaba a reuniones con sus amigas. Se pasaban todo el rato criticando y maldiciendo a Amanda. Una señora de la alta burguesía que cuidaba a enfermos terminales.

-¿Sabéis que Amanda ha donado 2.000 libras al hospital?

-Valla pérdida de tiempo.

-Y de dinero.

Jajaja, y así se pasaban todas las tardes.

Todavía no había visto a Edward, nos mandó una carta hace dos semanas diciéndonos que vendría por Navidad.

Nos invitaban a bailes, todavía recuerdo al primero que fui.

Todo me resultó mágico, las mujeres llevaban vestidos tan largos que parecía que flotaban en el aire. Al entrar en la gran sala un grupo de mujeres nos llamaban.

-¡Condesa!- decían todas a la vez.

-Yo voy a dar una vuelta- nos dijo mi padre.

-Sophie, tu también deberías dar una vuelta.

-Claro madre- la dije con desagrado.

Estuve dando vueltas de aquí para allá durante un largo rato, al final me senté en un sillón al lado de la chimenea. Mi vestido era de tul rosado con zapatos y guantes a juego. La orquesta comenzó a sonar y las personas empezaron a bailar. Parecía sacados de un libro de fantasía, los bailarines bailaban con una naturalidad sorprendente.

-¡Qué hermoso baile!

Me giré de repente para ver quién era la mujer que me había dicho eso. Era alta y delgada, llevaba un vestido escotado de terciopelo negro con los hombros y los brazos desnudos. Una guirnalda de miosotas lucía en sus ya canosos cabellos. Del cuello, firme como un marfil, pendía un collar de perlas finas. Debía de haber sido una mujer muy hermosa en su tiempo.

-Si tuviera tu edad estaría bailando con ellos.

-¿Y por qué no baila?

-Los años pasan factura- me dijo con una sonrisa – me llamo Amanda Rons.

Me quedé un poco asombrada, ésa debería de ser la mujer que criticaban en las reuniones de mi madre.

-Yo soy Sophie.

-¿Eres la hija de la Condesa?

-Sí, soy yo.

-Me alegro de haberte conocido, Sophie.

Una sonrisa se dibujó en su rostro. No sé porque todas las mujeres la criticaban, a mi me parecía una mujer muy agradable.

-¿Te importa que me quede aquí contigo?

-No, además así estoy acompañada.

-No te gustan las fiestas, ¿verdad?

-Bueno no lo sé, es a la primera que voy.

-A mí nunca me ha gustado presumir, siempre digo que si Dios nos ha puesto en este lugar será por algo.

-¿Qué quiere decir?

-Quiero decir que todas las personas hemos nacido para hacer algo en nuestra vida, nadie nace ni muere en vano.

Amanda Rons sabía muy bien lo que decía, era una mujer muy sabia, que me sorprendió desde el primer momento en que la conocí.

-¡Sophie!, por fin te encuentro- dijo de pronto mi madre, que apareció de la nada - ¿qué haces aquí?

-Estoy hablando con la señora Amanda.

Mi madre giró la cabeza, y hecho una mirada furiosa a Amanda.

-Vamos Sophie, te quiero presentar a una persona- dijo tirándome del brazo.

-Ha sido un placer haberla conocido señora Amanda.

-Lo mismo digo Sophie.

Me llevó a una esquina donde había una mujer alta y muy esbelta, junto a ella quien debía de ser su marido, un hombre corpulento que con la mano izquierda sostenía una copa de vino y con la otra una cigarro, y a un lado de ellos un muchacho de mi edad.

Parecía un chico tímido, no paraba de juguetear con las manos, me acerqué a ellos.

-Aquí tenéis a Sophie.

Dos pares de ojos me miraron de arriba abajo.

-Anda Robert, porque no te vas con ella- dijo la mujer empujando al chico.

El chico se acercó a mí, pero tenía la mirada clavada en el suelo.

-Sophie, llévale a dar una vuelta por los jardines.

-Claro madre.

Cuando llegamos a los jardines el chico levantó la mirada, y se quedó mirándome.

-Me llamo Robert- me dijo, extendiéndome la mano.

-Yo Sophie- le dije, estrechándole con mi mano, y una sonrisa iluminó su rostro.

Estuvimos paseando durante un largo rato en silencio.

-Las personas que estaban contigo ¿eran tus padres?- le pregunte.

-No, mis padres murieron cuando yo era pequeño en un accidente de coche.

-Lo...siento, yo no sabía...

-No te preocupes no pasa nada, esas personas son mis tíos.

Nos sentamos en un banco de piedra frente a una gran fuente. A nuestro alrededor miles de lucecitas iluminaban el camino al palacio.

-Esto es muy bonito.

-Sí- le dije- lástima que todo termine.

-¿Si quieres volvemos dentro?

-No, prefiero estar fuera.

-Antes he visto que estabas hablando con Amanda Rons.

-Sí- le contesté sin pensármelo dos veces- me parece una gran mujer.

-La gente dice que es extraña.

-¿Extraña, por qué? ¿Por qué ha donado dinero al hospital? yo creo que ha hecho bien, así con el dinero donado podrán investigar las curas de enfermedades.

-Tienes razón Sophie.

-¡Sophie!- grito alguien.

Al girarme vi a mi madre que me llamaba.

-¡Tenemos que irnos!

-Me tengo que ir Robert, ha sido un placer el haberte conocido.

-El placer ha sido mío Sophie.

Me di media vuelta y eché a correr en dirección a mi madre

Battle of BritainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora