No recuerdo la primera vez que le vi, él era el hijo de la sirvienta, su padre murió en la Gran Guerra, eso era lo único que sabía de ellos.
Su madre era como un ángel para mí, siempre me trataba como a una hija. Yo por aquel entonces tendría unos 14 años. Vivía con mis padres y mi hermano en la casa que teníamos en la costa de Cornualles.
Era preciosa: con sus jardines, con vistas a la costa...
Mis padres siempre estaban ocupados, mi madre era una prima lejana del rey Jorge VI, y ella se creía importante. Yo quería mucho a mi madre, pero me di cuenta de que ella quería más sus negocios que a sus propios hijos. Mis padres siempre estaban viajando de un lugar a otro del mundo, por ese motivo Marylin fue como una madre para mí. Una tarde Marylin se encontraba preparando el equipaje para mi madre y como hacía buen tiempo me salí a los jardines a leer y a tomar el aire.
Mientras estaba leyendo se acercó Peter, que así era como se llamaba el hijo de Marylin. Un chico solitario y muy extraño.
-¿Qué haces?- me dijo mientras daba una patada a la hierba.
-¿No lo ves?, estoy leyendo- contesté moviendo el libro en el aire.
-¿El qué?- me preguntó, cogiéndome el libro.
-Que más te da... si tu no sabes leer- al decir esto arrojó el libro al suelo y se fue por donde había venido. Al principio me caía mal, era un niño que le faltaba el cariño de un padre, era arisco, burlón... y siempre se metía en líos.
Nos encontrábamos a principios del verano de 1936, todavía vivíamos con las consecuencias de la que hoy llamaríamos La Primera Guerra Mundial y de la Gran Depresión del 29.
Faltaba una semana para que cumpliera los 15, y mis padres me prometieron que volverían a tiempo para celebrarlo. Mi hermano se tuvo que ir a Londres para seguir con sus estudios, quería ser empresario y montar su propio negocio. Me dijo que sentía mucho no estar para mi cumpleaños, así que me quedé sola.
En aquellas fechas fue cuando Peter y yo nos conocimos mejor, y nos hicimos muy amigos. Yo creo que la soledad que yo tenía, le hizo identificarse consigo mismo. Dábamos largos paseos por los jardines todos los días, y hablábamos de nuestras cosas.
-Me encanta la naturaleza, me hace sentir pequeña- le dije mientras dábamos una vuelta alrededor de la casa una tarde.
-¿Es qué no lo eres?- me dijo en tono burlón.
-¡Peter!- grité mientras le daba un empujón.
-Era broma, a mí también me pasa eso.
-¿Qué pides por tu cumpleaños?- preguntó mirando al suelo.
-Nada, me conformo con que mis padres lleguen a tiempo.
-Seguro que mañana cuando te despiertes están aquí con un gran regalo.
Pero no fue así, a la mañana siguiente cuando me desperté me asomé a la ventana, pero no vi el coche de mis padres, pensé que quizás habían llegado de madrugada. Bajé al piso de abajo y pregunté a unos sirvientes si habían llegado, me dijeron que no. Estuve todo la mañana esperándoles, pero nada.
A la hora de comer enviaron un telegrama diciendo que estaban en París, y que se quedarían más tiempo. Ni si quiera me felicitaban en la carta.
Me acosté pronto ése día, nadie había recordado mi cumpleaños, y Peter no había ido por la casa.
Era bien entrada la noche cuando escuché unos golpecitos en la ventana de mi cuarto, así que me asomé y vi que era Peter tirando unas piedrecitas a mi ventana.
-¡Peter!, ¿qué haces aquí?- pregunté apoyándome en la ventana.
-Baja, tengo que decirte una cosa.
-No puedo, es muy tarde.
-Sólo es un momento...
-Está bien...ahora bajo.
Cogí un chal, aunque era verano las noches eran frescas. No había nadie en la casa, los mayordomos y los sirvientes estaban dormidos.
-Por fin has bajado.
-Tienes suerte de que no me vieran... que quieres.
-Esto... venía a decirte que siento mucho no haber venido hoy.
-No importa.
-He visto que tus padres no han venido.
-Ya... ni si quiera se han acordado de mi cumpleaños.
-¿Cómo?- preguntó extrañado.
-Han enviado un telegrama diciendo que están en París, y no vendrían hasta dentro de unos días... y no decían nada del que debería haber sido mi gran día.
-Alégrate ahora estoy yo contigo, y tenemos toda la noche para celebrarlo.
-Yo sólo quería una cosa... no son regalos, ni fiestas... era que mis padres estuvieran aquí- dije al borde del llanto.
-Venga daremos un paseo.
-¿Por qué no habéis venido hoy?
-Mi madre ha enfermado y me tenía que hacer cargo de ella, la pobre se ha pasado todo el día diciéndome que viniera para felicitarte y estar contigo, pero ella me necesitaba.
-No te preocupes lo entiendo, yo habría hecho lo mismo.
-Sabía que lo comprenderías.
Estuvimos paseando un largo tiempo. La luna y las estrellas brillaban como nunca había visto antes, era una noche preciosa de verano.
-Se me olvidaba, te he hecho un regalo- me dijo, metiéndose la mano en el pantalón- espero que te guste, la he hecho yo mismo.
-No tenías porque haberte molestado.
Estiró su mano y me dio una pulsera de piel tallada por el mismo, era muy bonita, tenía gravado mi nombre en el centro y alrededor unas hojitas muy pequeñas la adornaban.
-¿Te gusta?- preguntó nervioso.
-Me encanta.
-Me alegro, porque me ha costado mucho hacerla.
Me la puso en la muñeca, me quedaba muy bien.
-Sabes Peter al principio no me caías bien, me parecías un maleducado.
-Tú a mi también... pensaba que eras una niña mimada y malcriada.
Comenzamos a reírnos, después de aquella noche fuimos muy amigos, sentíamos que podíamos confiar el uno en el otro y pensábamos que nunca nos separaríamos.
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Battle of Britain
RomansaJamás creí que una simple historia me haría cambiar tan rápido mi punto de ver la vida. Yo tenía 16 años y como cualquier adolescente odiaba los libros y sobre todo leer. Una tarde mi abuela comenzó a leerme una historia de un amor imposible. Un amo...