Capítulo I

1.1K 36 1
                                    

Riley
Ese sonido infernal (también llamado despertador) destrozó completamente mi perfecto sueño sobre Hollywood. Porque si, quizá era una chica corriente, pero eso no me impedía soñar a lo grande. Eso no significaba que no supiera de sobra que había una posibilidad entre un millón de que algún día ese sueño se cumpliera, pero me podía considerar muy optimista, bastante optimista, ya que esperaba tener esa única posibilidad (si es que realmente existía). Hice exactamente lo mismo que hacía cada mañana al despertarme, ponerme mis zapatillas de conejitos, desayunar y lavarme los dientes. Me puse ropa limpia, una blusa celeste, unos shorts y unas manoletinas. En eso se basaba mi estilo, blusas y camisetas, shorts y faldas cortas (cortas hasta cierto punto, sin parecer una chica que escribiría su número de teléfono en la pared de un baño) y manoletinas y deportivas. En ocasiones llevaba algún complemento, como un cinturón, un collar, anillos... Pero en ese instante sólo llevaba unos pequeños pendientes. Me coloqué junto al alféizar de la ventana y miré la gran y transitada ciudad de Nueva York de la que se vislumbraban las calles a varios, o más bien montones de pisos más abajo. Me relajaba ver esa gran cantidad de personas, coches, motos y demás vehículos circular por esa enorme ciudad. Para algunos resultaba agobiante, estresante, a mi me encantaba.

-¿Estás nerviosa? -preguntó mi madre apartándose su flequillo castaño de sus ojos.

Mi madre realmente era una mujer guapa, o al menos lo había sido cuando era más joven. Un precioso pelo castaño que le caía por los hombros y unos profundos ojos azules, si había algún "defecto" en ella (si es que se le podía considerar defecto) es que realmente no era excesivamente alta.

-¿Que si estoy nerviosa por abandonar la ciudad en la que he crecido y vivir en un lugar completamente desconocido? La verdad es que no -respondí sarcásticamente.

-Riley -comenzó a decir mi madre con su típico tono de reprimenda juntado con un ligero tono melancólico- es una gran oportunidad, sabes perfectamente que tu padre habría dicho que debías ir.

Odiaba cuando hacía eso. Odiaba cuando intentaba meter a mi padre siempre en todo. Hacía ya cinco años desde... Bueno... Desde que murió, ese suceso cambió bastante todo, yo dejé de ser como antes, comencé a ser muy... Responsable. Intentando centrarme siempre en los estudios y no desviándome de intentar conseguir una media... Perfecta. Quizá era una obsesión, pero mi madre también opinaba que era lo que tenía que hacer. Pero todo se estropeaba cuando el temor me invadía por algo y mi madre utilizaba a mi padre como método de convencimiento. Si mi padre estuviese aquí me diría que me relajara, que disfrutase, que me olvidase del mundo de vez en cuando, y que sobretodo, pensara únicamente en mi. También me diría que siguiera mi instinto y que si yo estaba segura de que no era del todo buena idea no me dejara guiar por la opinión de otras personas, aunque la opinión fuera la de mi propia madre. La cual realmente era muy amable, pero a la vez ocultaba tras esa amabilidad una personalidad exigente y controladora, a pesar de que en el fondo, bastante en el fondo, podía llegar a ser una persona muy comprensiva y cariñosa.

-Está bien...

A veces me odiaba a mi misma por sólo ser capaz de decir cosas así, con lo que me gustaría ser capaz de decirle las cosas tal y como yo las pensaba. Pero no podía. Yo no era así. Yo me conformaba con lo que ella decía, lo llevaba haciendo bastantes años.

-Tranquila cariño -comenzó a decir mi madre con su falso tono tranquilizador- Sólo va a ser un tiempo, quizá te acaba gustando ese sitio y decides quedarte el resto de cursos.

-Exacto. Sólo quizá. Pero al igual, quizá lo odio y sólo quiero volver. Volver a esta ciudad en la que he crecido y que ya conozco tan bien.

-Riley, estoy segura de que te va a gustar -intentó convencerme mi madre.

La Chica De La Cama De Al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora