Capítulo VIII

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Riley
-Nunca me había saltado un día de clase -le dije al chico de ojos azul cobalto que me miraba sonriente.

-¡Bienvenida a la anarquía! -gritó el chico en mitad de la calle mientras extendía sus brazos- la gracia no es estar fuera de clase, es hacer algo fuera de clase.

-¿A qué te refieres? -pregunté intrigada.

-Deja que tu mala influencia te lo enseñe -dijo el muchacho con su típica y preciosa sonrisa perfecta- hoy vamos a hacer varias cosas, en plan Ciudades de Papel, pero siendo de día, claro está.

-¿Me voy asustando?

-Tienes todo el día para hacerlo -el chico rió y corrió hacia un coche descapotable azul a juego con sus ojos, parecía nuevo, y bastante caro- es uno de los coches de mi padre, lo ha dejado por si yo necesitaba usarlo, o por si mi abuela necesitaba usarlo. Sube Riley.

El chico me abrió la puerta y me senté en el asiento del copiloto, cerró la puerta y se fue hacia el lado del piloto para subirse, colocó las llaves en el contacto y arrancó el coche, bajó el techo y subió música al máximo, estaba sonando Fools de Troye Sivan. Hunter aceleró de golpe sin darme apenas tiempo para ponerme el cinturón.

-¡Hunter!

-¿Qué? Pensé que te gustaría un poco de adrenalina -dijo el chico aún sonriendo- aguanta un momento el volante, me voy a poner las gafas de sol -me dijo el chico soltando el volante.

-¡Hunter! -volví a gritarle a la vez que agarraba el volante para que no nos estrelláramos, el muchacho iba despacio poniéndose esas estúpidas gafas, que siendo honestos, eran bastante molonas- ¡Coge el maldito volante!

El chico se colocó sus gafas y agarró el volante acompañando un giro a la izquierda con un acelerón.

-No digo que conduzcas mal, sólo que eres extremadamente imprudente -solté yo mientras notaba como hundía mis dedos en el sillón del coche con el fin de sentirme más segura.

-No soy imprudente, sólo soy poco prudente -dijo el chico en un intento de justificar algo.

-¡Espera! -grité, y acto seguido el chico pegó un frenazo en mitad de la carretera haciendo que mi cuerpo volcase ligeramente hacia delante- ¡No me refería a eso con lo de espera! ¿No deberiamos hacer esto de noche?

-Anochece demasiado pronto para lo que espero hacer.

-No se que puedo esperar de eso -dije con cierto humor.

-Calla y asegurate de tener el cinturón bien puesto -dijo el chico, y a continuación dió un acelerón, fijé mi vista en la velocidad, 50... 70... 100... 120... 150...

-¡Hay que ir a 60 por aquí!

-¿De que nos sirve tener coches tan potentes si no podemos explotarlos al máximo?

Me limité a callar y esperar que disminuyera la velocidad, lo cual dudaba que hiciera. Mientras tanto observé, o contemplé la ciudad. Como ya noté el primer día, las casas tenían estilos muy distintos, algunas incluso presentaban estilos clásicos, tan clásicos como el estilo renacentista y el gótico, pero he de reconocer que esa ciudad era tanto bella como misteriosa, a diferencia de Nueva York, cuya belleza se debía a no tener ningún misterio. A la distancia se veía una gran casa escalofriante, estaba rodeada por una verja metálica la cual se veía ligeramente oxidada por el tiempo y el clima en algunas zonas. Me daba la extraña sensación de que era allí a donde nos dirigíamos. Nos íbamos acercando y Hunter no disminuía la velocidad, esperaba que no formara parte del plan estrellarnos contra esa casa, y cuando menos lo esperé, Hunter frenó y dió un volantazo dejando el coche perfectamente aparcado delante de la casa y dejando un ligero aroma a neumáticos quemados, aparte de las marcas de neumáticos en el asfalto. El chico fue hacia la verja para descubrir que no había ni un sólo hueco.

La Chica De La Cama De Al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora