Paz

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Me encontraba sentada en el tejado de mi casa intentando huir de los constantes ruidos del mundo y de mi mala suerte. El ejemplo más reciente de mi mala suerte es el de esta mañana. Me tocaba exponer en filosofía y fui la única que se preparó la exposición. Supongo que podéis adivinar el resultado.
Más tarde, los padres del vecino volvían a pelear dejándose la garganta en el trámite, impidiendo que me pudiera concentrar en matemáticas y sus complicadas ecuaciones.
Y así durante todo el día. Y por ello estaba aquí, era el único sitio en el que nadie me presionaba y el único lugar donde los habituales gritos no llegaban. Aunque si que hace un poco de frío, debí de coger la chaqueta. Me abracé intentando conservar el poco calor corporal que tenía cuando alguien me puso una sudadera sobre mis hombros
- ¿Otra vez aquí, pequeña saltamontes? - Era Calum, mi vecino, su tejado estaba pegado al mío y no había más que un pequeño muro que los diferenciaban. Éste se sentó junto a mi.
- Es el lugar más tranquilo del pueblo - me encogí de hombros.
- Oh, lo siento por perturbar tu paz - hizo el amago de levantarse pero le agarre de la mano e hice que siguiera sentado.
- No te preocupes, t-tú tienes ese efecto calmante que no puedo explicar. - se me quedó mirando largo y tendido mientras mis mejillas se sonrojaron.
Desde que se mudó a la casa de al lado junto a sus padres, Cal  se había portado muy bien conmigo. Siempre me había apoyado cuando tenía algún problema y viceversa. Además tenía esa aura que causaba el mismo efecto que unas pastillas tranquilizantes, es decir, para mi, aunque estuviera cabreada como el infierno, nada más verlo mi enfado desaparecía.
- No sé a que quieres llegar con eso.. - alzó una ceja.
- Me gustas - Calum  no dijo nada, tan sólo me miraba sorprendido. Era ahora o nunca, total, no podría
cagarla más.
Le agarré por el cuello de su chaqueta y estampé mis labios contra los suyos. Poco después me correspondió. Sentía como si la electricidad corriera por cada recoveco de mi cuerpo. Se sentía extremadamente bien.
Una vez nos separamos Cal dijo: - Si va ser así siempre, te interrumpiré más a menudo. - Y ambos reímos.

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