Capítulo Anexo: Martes (Diez Años Después)

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La cama está en medio del bosque, el sol ilumina las hojas y éstas brillan con un verde sin igual lleno de vida, la hierbas susurran con el viento y de vez en cuando los insectos hacen algún ruido, las sábana apenas y están un poco fuera de lugar, la cama está repleta de pétalos de rosas rojas, hay un chico boca arriba con los ojos tapados por una venda negra de terciopelo, la ropa es muy diferente, tiene una especie de remera puesta de color blanco y un pantalón de una tela desconocida también blanco, el chico se retuerce, pero parece demasiado tranquilo, hasta parece que canta una silenciosa canción por la forma en que se mueven sus labios, su brazo se estira y acaricia con devoción los pétalos con la punta de sus dedos, hay dos marcas en sus cuello con sangre seca, de pronto, desde su ombligo también parece salir aquel líquido rojo manchando la sábana y la ropa, debajo de la venda donde están sus ojos también sale demasiada sangre.
Nuestro protagonista lo observa todo desde arriba, poco a poco se acerca el chico de la cama, le recuerda a alguien pero no sabe a quién. El chico de pálida piel se retuerce más y su boca se abre otro poco, buscando aire, sus manos se aferran a la cobija con fuerza. Ese chico es tan apuesto, el deseo lo invade, cada vez más cerca, cuando menos lo espera, sus labios ya tocan la boca del chico de la cama con pétalos de rosa, explota el placer, y justo después, él también siente el dolor abrumador, pero no de donde sangra el otro chico, sino en el corazón. Es tan fuerte, y todo tan silencioso, ni siquiera puede gritar.
Despierta exaltado de forma exagerada, su boca por más que lo intenta no puede jalar aire, sus ojos se abren tanto que parece que van a salirse, sus manos se aferran a las cobijas, quiere levantar la cabeza de la cama pero no puede, cierra los ojos y aprieta mucho los párpados, cuenta hasta el trece mientras intenta relajarse, y lo logra después de escalar una pirámide imaginaria. Respira hondo y profundo, su cuerpo se relaja por fin, abre los ojos lento, muy lento, mira el techo de su cama, rodeado de muchas telas rojas y doradas, hay un poco de azul como acotación, no hace nada, disfruta de poder vivir otra vez, se lame los labios, sólo para comprobar, saben a miel, otra vez. No es la primera vez que sueña con eso, muchas otras veces cuando sueña, parece que está en otro mundo, un mundo muy extraño, pero siempre es el mismo. El mismo dolor, la misma emoción, el mismo sabor a miel en los labios.
Le parece muy extraño, pero hasta ahorita no lo considera algo que se deba atacar, la mayoría de las veces sólo despierta sin más, y debe admitir que cuando despierta sólo quiere que anochezca para poder viajar otra vez a ese mundo tan misterioso lleno de mensajes ocultos y simbolismos, aunque eso sí, con miedo de despertar como hoy.
---Año cinco mil seiscientos treinta y cuatro, según el calendario hebreo, mil doscientos cincuenta y dos en el persa, pero... Oh mierda -maldice cuando se da cuenta que ha salido mal su ensayo para el discurso de esta tarde a la ciudadanía.
Todas las personas en la ciudad lo necesitan y según las palabras de su madre, él está al servicio del pueblo y no al contrario, a él no le importan en realidad los ciudadanos, él puede quedarse en su cama dentro de su alcoba real, y vivir como el príncipe que es, pero... Bueno qué más le va a hacer, el día de hoy tiene bastantes cosas pendientes por realizar.
---Príncipe Anthony tiene que despertarse ahora mismo -entra realmente alarmado su mozo.
---Cállate ya. Estoy despierto acabo de hacerlo -"Incompetente pude haber muerto" piensa molesto mientras sus ojos se fijan con petulancia en la ventana, parece un día soleado.
El mozo intenta disculparse, y agacha la cabeza.
---Lo siento de veraz no sabía que...
---¿Tienes mi ropa lista? -pregunta usando un tono agresivo mientras se sienta en la cama, y se talla el ojo derecho con su mano izquierda.
---Espero a que la traigan, es que hubo un problema con...
---¡Cállate ya! ¡No puedes hacer nada bien! ¡Vete de aquí incompetente! -estalla en serio molesto el príncipe Anthony bajando el brazo lento porque lo ha levantando sin darse cuenta del coraje. La cabeza está que le estalla y no sólo es por sobrepasarse con las dosis de alcohol de la fiesta de ayer por la noche.
---Sí sí príncipe -apenas y puede tartamudear el pobre.
---¿Príncipe qué? -pregunta de nuevo el joven afortunado.
---Príncipe Anthony -pronuncia temeroso. Al príncipe le encantan que digan su nombre, mejor si lo hacen con temor.
---Estás despedido basura -dice el príncipe con toda la calma del mundo sin más.
El sirviente quiere reclamar pero antes de eso Anthony levanta una mano al aire en señal de "Alto al drama" y el sirviente desafortunado, no hace otra cosa más que salir de ahí con la cabeza abajo.
---Maldita sea... -susurra a la vez que saca una pipa de su cajón, para fumar tabaco.
---Príncipe Anthony. No puede fumar ahora mismo acaba de despertar -exclama escandalizada una mujer de unos cincuenta años-. Deme eso. -Y le arrebata la pipa de fina madera brillante.
Anthony saca el humo hacia la derecha para no darle en la cara a la mujer.
---Mi cabeza me duele más ahora. ¿Hay ropa limpia? -pregunta el muchacho despeinado mirando desde abajo (con un ojo cerrado) a la mujer.
---Me temo que no...
Tiene ganas de gritar furioso y armar una guerra pero no puede ser malo con ella.
---Tendré que usar la misma de ayer, que vergüenza.
Se pone de pie y se dirige al baño, todo es una rutina a la hora de despertarse, abrir la puerta con manija de diamante, mirar el lavabo de mármol blanco y pesado, lavar su cara y cabello con un jabón perfumado y costoso, secarse la cara y cabello con tela fina, ponerse toda la ropa, hecha de seda y decorada con hilo de oro, además de qué no pueden faltar los detalles bordados y algunas cosas con extravagante e innecesario terciopelo. Se revisa mirando su reflejo en el enorme y delineado espejo en una esquina de la habitación justo a lado izquierdo de la gran puerta de madera.
---Bueno pues ahora mismo haré lo primero en la lista -dice en voz alta caminando fuera de su cuarto en el pasillo con grandes ventanas.
---Desayunar con la familia real -dice la señora intentando seguir el paso del joven mientras lee lo primero en la lista.
---Real -se escurre delicioso entre los labios de Anthony-. No quiero ir -avisa serio-, siguiente.
---Ejecutar a los criminales con pena de muerte -murmura temerosa, sabe lo que sucede.
Anthony detiene su paso tres segundos y sigue caminando. Una sombría sonrisa aparece en los labios delgados ante la tarea que se le ha encomendado.
---Suena excelente -murmura apresurando el paso-. Es en la parte trasera del castillo ¿verdad?
---Sí.
Se acerca imponente e impenetrable desde la salida del castillo, es un gran arco de piedra. El pasto cruje bajo sus pies, a unos diez metros adelante, ya lo esperan los criminales, con las manos amarradas atrás de la espalda con cuerdas mugrosas que algunos criminales ya habían llevado antes en el momento de su muerte. Hay una gillotina detrás de ellos.
El viento hace que su capa se agite de manera amenazante elevando la confianza de Anthony quien sólo eleva más alto la cabeza. Con movimientos rápidos, coje una escopeta que sostiene un sirviente a su lado. Carga el arma y apunta. Le pregunta nombre y apellido, además del crimen que ha cometido, el hombre a dos metros de él habla y responde a todo, segundos después, el silencio reina, se oyen los gritos enardecidos de la multitud. El primer disparo se libera a los cuatro vientos elevando el ánimo de todos los ciudadanos, parece casi medieval. La bala viaja a gran velocidad, sólo una persona puede ver todo con detalle, la bala rompiendo el cráneo, se escucha el crujir además de los tejidos cerebrales desprenderse unos de otros, las venas reventadas y la sangre escurriendo dentro, el cráneo se rompe una vez más y la nunca escurre un chorro viscoso de sangre, las piernas del hombre se doblan en las rodillas, estás se estrellan contra la tierra y el pasto, su cara sin expresión se aproxima al suelo y se estrella fuerte contra él, sus cabellos su agitan y su cuerpo medio se acomoda.
Los ojos del príncipe brillan maravillado. Eleva el arma en señal de triunfo. Continúa así hasta que llega al último criminal de los cinco que eran.
---Todavía no quiero terminar -comenta el príncipe sonriendo y mirando a todos.
Le dispara al último en varias partes mientras observa como su sangre sale de diferentes localizaciones del cuerpo del criminal, hasta que agoniza en el suelo. Un delicioso cosquilleo le recorre la espalda hasta el hombro izquierdo y el príncipe se retuerce mientras lo disfruta.
Cierra los ojos y suspira mirando el cielo.
---He terminado -susurra conservando la postura que ha adoptado.
---¡Falta un preso más príncipe! -grita un lacayo de éste desde el arco de salida en el castillo.
Atrás del joven, se acerca un hombre robusto y feo, jalando con cadenas al último criminal, quién tiene la cabeza tapada por una bolsa de tela negra, pero que pudo observar todo lo que aconteció anteriormente.
El príncipe frunce el ceño, no recuerda a nadie más que estuviera preso. El verdugo lo acerca a la gillotina y coloca su cabeza bien en la base de madera recién limpiada, lista para ser arrancada del cuerpo de su dueño. El verdugo le quita la bolsa de la cabeza, pero sólo se puede ver su cabello debido a la posición en la que está el prisionero.
---¿Cuál es tu nombre? -pregunta alzando la voz Anthony, la multitud guarda silencio.
---Me llamo Bennett DeForest -responde sintiendo el cuello apretado.
---¿Crimen? -prosigue con curiosidad haciendo su camino hasta la gillotina.
---Vine a robar al castillo. -Todo el mundo hace una exclamación de sorpresa, es un crimen muy arriesgado.
Anthony está tan cerca de la alta gillotina que mira desde abajo la cara del criminal. Levanta su mano, y la pone en el rostro del hombre, su barba es rasposa y su cabello es negro, demasiado oscuro. Las cabellos del hombre cuelgan, Anthony descubre la cara del criminal de éstos y sus ojos se abren un poco más, casi imperceptible ante la visión del rostro completo del hombre.
---Se cancela la ejecución -exclama en voz alta girando a la vez que su capa lo hace, iendose de ahí a paso raudo y firme.
---¡Pero si usted la ordenó príncipe! -grita la mujer de cincuenta años que lo acompaña. Anthony no recuerda haber pedido esa ejecución. Éste no dice nada y los barullos de la multitud se hacen presentes otra vez y más alto, quieren ver morir al criminal.
---¡Dije que se acabó!! -estalla malhumorado y dispara con la escopeta el hombre que creyó hacia más desorden, pero sólo en la pierna. Todo mundo empieza a huir.
Se dirige a una habitación muy alejando hasta el penúltimo piso más alto del castillo. Es un cuarto muy grande y espacioso, con varios cuadros pintados por Anthony descansando en el suelo, cubiertos de mantas blancas. Las ventanas enormes dejan que la luz entre y golpee un cuadro muy grande en medio de la habitación. Anthony camina hasta allí y se gira para poder ver el cuadro, retira la manta blanca observado su último trabajo artístico. Un hombre de barba corta, ojos verdes selva y cabello negro muy oscuro, demasiado apuesto. El único problema, él creía que lo había inventado, pero en realidad existe y es el hombre al que le iban a cortar la cabeza. De su bolsillo derecho coje un reloj de bolsillo, dorado y desgastado de mal gusto pero que tiene desde que recuerda. Es extraño porque ese reloj se siente tan cercano al hombre del cuadro que acaba de pintar hace tres días. Sus ojos castaños se queda examinando el cuadro, parpadea con gracia debido a sus largas y pobladas pestañas. La luz del sol perfila su nariz respingada. A pesar de todo, ese hombre no le parece desconocido, sino todo lo contrario. Es como si... ya lo hubiera conocido antes.

NOTA DE AUTOR: Bonito Martes. No subiré más capítulos hasta dentro de un tiempo. Digamos que el proyecto acaba aquí -temporalmente- y es un final abierto.

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⏰ Última actualización: Dec 01, 2015 ⏰

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