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Me paralice como un hilo dentro del agua.
Ibsen enseguida se levantó de su asiento y pregunto.
-¿No es esa tu hija?.- Sí le respondí

-¿Que hace en la mansión presidencial?.- le trataría de explicar cuando la voz de Ruggero me interrumpió.

-¿Parece feliz acaso no sra. Russelle?.-seguirá así mientras usted siga cada una de las órdenes que yo le imponga.-

-¡Usted me jugo chueco!.- le grite de enseguida.

-¡La urna no estaba llena de sólo mi nombre!.-  el sólo se río diciendo "todo es parte del juego" mientras Zenda se sentaba sobre sus piernas y con su manita decía un hola.

El televisor se apagó y caí sobre el sillón de un golpe.
Darío e Ibsen se acercaron a mi, por ese momento Darío acariciaba mi hombro para consolarme mientras Ibsen me miraba en shock.
Ahora entendía porque me ofrecí como tributo voluntario y no sólo había sido una tontería como el lo pensaba.

No se sí podría resistir todo esto, pero debía hacer lo que pudiera y así aplacar este tsunami de sentimientos dentro de mi.
El hambre se me había ido, pero no quise perder el tiempo así que juntó con Darío camine hacia el vagón de entrenamiento, debía saber que tan estaba para protegerse por sí sólo.
No quería estar cuidando lo todo el tiempo o al menos saber que cuando tuviera que separarme de el no me sintiera tan culpable.
El vagón se abrió y juntos entramos, se veía poco nervioso, sólo esperaba esto no fuera por mucho difícil.
Le dije tomara un arma y yo tomaría una también.
Sin pensar agarro un hacha y unas que otras cuchillas que se prendió en el cinturón.
Le dije que me viera como un oponente no como su compañera de distrito y mucho menos su aliada.
Se lanzó sobre mi, que para ser algo delgado tenía fuerza y logro tirarme al suelo.
Lo lanza con mis pies y el no callo, quedo en pie lo cual me asombró aún más.
Volvió corriendo a mi nuevamente pero está vez fui yo quien lo golpeo.
Era bueno que las armas de entrenamiento eran simuladoras y sin ninguna preocupación de daño, porque con una cuchilla me tenía apretujando el costado.

-¡Te eh matado!.- me dijo todo agitado.

Sin duda le respondí asombrada, jamás pensé que tuviera tanta agilidad, en los entrenamientos siempre fue tímido, o Talvez tenía miedo a lastimar a alguien y ahora veo el porque.

Estuvo entrenando un largo rato mas por sí sólo al igual que yo hasta que ambos quedamos agotados, por lo menos no tendría que cuidarle las espaldas a el, más probable el me las cuidaría a mi.
Yo salí del vagón y fui directo a tomar una ducha para relajarme un poco y dormir un poco.
El momento para estar en esa arena que nadie sabe que tan letal llegaría a ser se agotaba pero no mis ganas de salir victoriosa.
Me metí a la regadera para lavarme todo ese sudor del entrenamiento, esa agua fría que me callo como bendición a mi cuerpo cansado.
Después salí del baño, seque mi cabello y el recuerdo de esa vez en que me entregue a Augusto me puso algo triste pero está vez trate de no darle mucha importancia.
Debía mantener rígida y sobria mi mente de pensamientos que me hacían mal.
Saqué las sábanas de esa cama suave y cobigable que esperaba me envolviera en un sueño profundo.
La noche fue muy tranquila y amena, el silencio y las estrellas que se asomaban por arriba de los árboles era simplemente hermoso.
Hasta qué mis ojos se cerraron para hacerme descansar.
Pareció que mi sueño no duro más que lo que cerré y abrí mis ojos de nuevo
El sol estaba puesto y era hora de levantarme, pues en menos de medio día estaríamos entrando al Capitolio y seguido los demás tributos.
Desayunamos algo liguero y rápido, Ibsen nos llevo la lista donde estaba el nombre de alguno de los tributos, hay quienes tienen fama de haber sido unos asesinos locos y sin piedad.
Pero no tuve miedo y Darío tampoco parecía estar tan preocupado.
A excepción de Tosha del Distrito 11 que tenía unos implantes de uñas de un metal con un filo impresionante, le había sacado los ojos a casi la mitad de los tributos en sus juegos, sin duda teníamos que alejarnos y evitar sus bellas manos.
No tenía aún mucha información sobre como sería la arena y eso me ponía temerosa.
Tengo pavor a los mutos son los que mataron a casi toda la mitad de los tributos en mis juegos.
Al menos espero está vez no cambie de bioma cada dos segundos.
El tiempo de me hacia eterno para entrar por ese muro del Capitolio y comenzar el juego.
Darío se acercó a mi, Ibsen se había retirado a su habitación.

-¡Siempre admiré tu valentía!.- me dijo Darío.

-Eres una de todos los tributos que más quieren y respetan en el distrito.- continuaba diciéndome.

-¿No te atemoriza saber estarás en los juegos?.- le pregunte.

-¡Impaciente!.- Me respondió
-¿Impaciente?.- me asombraba escuchar eso de un niño.

-¡Quiero ser recordado en mi distrito porque tu tienes que ganar y salvar a Zenda!.-

Estaba impaciente pero también aceptaba su muerte, sabía que podría pasar en cualquier instante, era tan maduro o talvez más que yo.

Pronto estábamos entrando al territorio del Capitolio, Ibsen apareció de nuevo, con un traje dorado, el más sencillo que le eh visto y por primera vez no usaba peluca.
Se veía bastante extraño pero no mal.
Había mucha gente como era de esperarse.
Gritaban y se balanceaban para lograr vernos.
Darío y yo nos asomamos por una ventana y saludabamos un poco a la multitud.
Dos horas antes el tren del distrito 3 había arrivado.
Y así transcurrirían otras dos más para el siguiente tren hasta que los 12 estuvieran parqueados en el Ferrero.

Los tres caminamos hacia la puerta y bajar del tren para dirigirnos a la enorme torre central donde nos albergarían hasta antes de la presentación de tributos por la avenida.

Era el momento de sentirnos unos artistas y disfrutar de lo que el Capitolio nos ofrecía aunque sea por poco tiempo.

Saber que Zenda estaba cerca de mi ahora me inquietaba tanto.
Pero debía mantenerme tranquila.

Water above WeedsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora