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Todas las cámaras estaban frente a nosotros.
Flashes y gritos y nosotros tres parados en la puerta del Ferrero, un par de agentes de La Paz, comenzaron a abrir lado para que pudiéramos tomar paso.
La gente hizo espacio y junto con Darío caminamos.
Escuchaba como las personas gritaban mi nombre, ahora no me encargaría de conseguir patrocinadores, volvía a ser un tributo de nuevo.
Un auto nos esperaba cerca de una avenida donde ambos subiríamos para ir al centro de alojamiento hasta mañana por la tarde en el cual sería la presentación de los tributos y distritos.
El auto comenzó su recorrido mientras las calles y luces del Capitolio iluminaba las pupilas de mi compañero Darío.
Era la primera vez que estaba en este enorme lugar, mi mirada no se despegaba de la zona donde se encontraba la mansión presidencial, ahí estaba Ruggero con mi hija.

-¡Esto es enorme!.-Exclamo Darío.

Cuando vi que el auto se había parqueado frente a la nueva torre de alojamiento.
Era más bonita y lujosa que la última vez que la vi.
El chofer se bajó para abrir nuestras puertas.
Margarette, Cartagena y un hombre nos esperaban justo en la entrada del edificio.
El trío muy bien vestido y elegante.

-¡Por fin están aquí querida!.- se dirigió a mi Cartagena

-¡Un poco cansada talvez!.- le respondí

El hombre con un traje lila satinado no despegaba la mirada de mi y Darío.
-¡Oh! Casi lo olvido, el es Sirhis, el que se encargara de vestirlos mañana en la presentación.-

El sólo estiro su mano para estrechar la de Darío, y después tomó la mía dándole un beso.
La cual retiré de enseguida.

-¡Un gusto! Estaba inquieto por conocerlos.- nos dijo con su voz muy masculina y grave.

Los cinco caminamos para entrar al edificio, Cartagena y Margarette como siempre no dejaban de hablar, mientras Darío se unía a sus charla.

-¿Con que tu eres la famosa Alexandra Russelle?.-
Me decidí ser tu modista sólo por una cosa.
Tienes valentía y aunque pienses eres temerosa no lo eres.

-¡Muchas gracias!.- le respondí, en verdad era un hombre raro.

Llegamos al ascensor,cual enseguida se abrió para entrar en el, cuando Jazmin Moya y Mikel del distrito 1 salían del ascensor de la lado.
Nos dieron una mirada seca y sin duda llena de competividad.
En ese momento no hice nada más que quedarlos viendo y no bajar la mirada hasta que el elevador se cerró frente a nosotros.

-¡Que miedo!.- dijo Margarette.

Lo cual nadie respondió, el ascensor continuaba subiendo hasta llegar al cuarto piso donde pasaríamos la noche.

El ascensor se abrió nuevamente, todos entramos a la habitación que era muy bonita, hasta ahora todo estaba perfectamente cómodo, el terminado de Pino y caoba, los candelabros de cristal junto con los comedores, una enorme ventana al frente que da vista a casi toda la mitad del Capitolio.
Cuando por arriba de la chimenea veo un par de fotos.
Una de Augusto y la restante de Marian Anne, sólo me acerque y las acaricie.

-¡Vamos! No te pongas tan sentimental.- me dijo Darío.

Por un momento pensé en replicar, pero creo que tenía razón, había más cosas en las cuales pensar.
Todos de pronto estábamos sentados en la estancia.
Cartagena saco una enorme carpeta con papeles y fotos del resto de los tributos.

Distrito 1: Jazmin Moya/Mikel
Distrito 2: Lizeth Sáenz/ Harumy
Distrito 3: Bertha Acosta/ Andres Forero
Distrito 5: Aye Ureta/ Roberto Plow
Distrito 6: Andrea Kiggs/ Fred Gotts
Distrito 7: Anayrin Corss/ Mario Ordz
Distrito 8: Alize Willis/ Tom Vesay
Distrito 9: Rosmarie Matthews/ Jack Assim
Distrito 10: Gabriela Gómez/ Sergio Montez
Distrito 11: Tosha/ Litius
Distrito 12: Zulayde Dumonds/ Lisardo Carreon

Cartagena nos comenzó a decir un poco de cada uno de ellos, cuidarnos de las manos saca ojos de Tosha, la ajilosa puntería de Aye.
La sádica de Anayrin y la camaleón de Rosmarie.
Ellas habían sido vencedoras temibles y  mataban a sangre fría.
Me sentí como si yo hubiera ganado peleando con niños.
Prácticamente el malo y sádico fue Miguel, yo lo había asesinado por suerte y estando muy enojada.
Darío sólo se quedo callado y observando la lista mientras se sobaba la quijada, era lógico que trataba de pensar en algo.
Un rico olor comenzó a inundar la habitación, despertó de enseguida mi hambre cuando una mucama salió de la cocina con un enorme carrito de banquete.
Hace ya rato mi estómago grujía de hambre pero se me había olvidado por completo.
Darío y el resto nos levantamos de enseguida para lavar nuestras manos y sentarnos a cenar algo.
Habían pastelitos de moca y chocolate, tartas de ronpope, pollo con aderezo de barbacoa y una infinidad de ricas comidas.
Todos quedamos barriga llenas de tanto comer.
La noche estaba ya caída y teníamos que descansar para mañana por muy temprano comenzar todo lo que sería el recorrido de los tributos.
No podía esperar poder ver la cara de Ruggero en vivo para nunca olvidarla de nuevo.
Me levanté de la cena, di gracias y me dirigí a mi habitación.

-¡Espero te agrade lo de mañana.- me dijo Sirhis.

-Lo mismo espero.- le respondí

Mientras seguía caminando para tomar una ducha y caer como roca sobre las delicadas sábanas de mi dormitorio.

Al entrar en ella me di cuenta que era idéntica a la cuando estuve anteriormente.
Las mismas sábanas rojas de lino, pero estaba encerrado en el aroma de perfume que usaba Gus.
Acaso era una clase de tortura que Ruggero había hecho para hacerme traer recuerdos y no concentrarme en lo que en verdad yo debía poner mi atención.
Corrí hacia la cama y quite esas sábanas y las arroje sobre la pequeña chimenea de la habitación hasta que se quemaron todas mientras las veía consumirse sentada sobre la cama.

Me quería volver loca pero no se lo iba a permitir.
Estaba enojada de ser un títere en su venganza tonta, me tranquilice un poco para poder tomar mi baño y descansar.
Cogí la toalla y entré al baño, tome una ducha con agua tibia para relajarme el estrés.
Los recuerdos seguían en mi cabeza, esperaba la puerta llamara y escuchar a Gus entrar de nuevo pero sabía que no ocurriría ni en sueño.

Water above WeedsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora