.

24 3 0
                                    

Esto había comenzado ya, y sin duda nos estaban demostrando sería una masacre sin piedad.
Las minas y esas navajas que acabaron con la vida de la chica del 10.
Ahora estaba aquí escondida y tratando de idear algo para seguir con vida, hay muchas vencedoras y la mayoría son despiadadas.
Mi corazón palpita muy rápido, y no podía esperar menos, mi adrenalina se había disparado a los cielos desde que entré al tubo de lanzamiento.
Revise unas vez más mi armamento y todo lo que pude coger, me repose sobre una de las paredes de la cabaña abandonada, no se me ocurría nada así que permanecí ahí un tiempo más.
Hasta qué un sonido con una voz familiar me hizo reaccionar.
"alexandra" .- decía repetidamente, tome mis cosas y me puse de pie, camine con cuidado siguiendo esa voz, que para ser certera me atemorizaba por mucho pero sin embargo seguía caminando hasta llegar a ella, un par de árboles, más bien la entrada de lo que sería un bosque estaba frente a mi, cuando me detuve.
Y si estaba lleno de trampas pensé.-
Observe esos enormes troncos y la voz se repitió nuevamente -Alexandra.-
Movi mi pie derecho para comenzar a caminar nuevamente, la luz del día entraba muy poco entre los árboles, y la voz parecía hacerse más fuerte.
Cuando a esa voz se le sumaron unas carcajadas.
¿Quien estaría riéndose a mitad de bosque y tan fuerte?.
No dudé y entre más, cuidando cada paso por cualquier cosa, mis nervios se comenzaban a alterar, y sentía un poco de miedo, lo cual no di tanta importancia.
La voz y risa se hacían más graves, pero mi miedo se había hecho mayor, la voz se había callado y la risa desaparecido.
Estaba en medio del bosque y lo único que me rodeaba eran árboles.
Cuando la risa se escucho tras de mi y muy cerca.
Enseguida voltee la mirada y me quede pasmada.
Era una ilusión o real, tan real como para dejarme sin habla.
Miguel el manco se suponía estaba muerto, como podía estar reclinado sobre ese árbol mirándome fijamente, lucía tan vacío y malvado.
Sólo cerré mis ojos y trate de tranquilizarme y respirar lento, debía despejar mi mente o esto podría matarme.
Los abrí nuevamente y Miguel había desaparecido, cuando susurró tras mi oreja.
-¿Buscas a alguien?.- era él.

De inmediato me paralize, quería moverme y no podía, mi miedo se hacía mayor, y me faltaba la respiración, él comenzó a caminar alrededor de mi, con esa hacha que nunca soltaba, cuando de los árboles salían caminando esos perros sin pelaje, Chacalaltros.
Asechaban detrás de el acercándose a mi, era mi muerte sin duda, esto me mataría en cuestión de segundos.
Esos animales comenzaron a correr mientras el manco se reía a carcajadas, de pronto caí al suelo de un golpe y reaccione.

Darío estaba sobre mi gritando mi nombre y agitando sin parar mi cuerpo diciéndome -Reacciona.-
Desperté de ese embrujo o al menos el me despertó de golpe y por suerte.

Una enorme navaja de casi todo mi tamaño estaba ensartada en los árboles que se encontraban tras de mi, de no ser por el ahora estaría partida a la mitad y muerta.
Así nos consumiría el miedo, aún le tenía miedo al recuerdo del manco de Miguel.

-¿Que sucedió?.- le pregunte

-¡Estabas parada casi sin vida y respirando casi sin vida mientras veías el vacío!.-

-Por suerte pasaba por aquí cuando logre verte, y supe que algo malo ocurría.-

-¡Era él!- le dije con mis ojos vagos, y el sólo quedo viéndome.

Esto me volvería loca sin duda, tendría que estar muerta para no sentir miedo y no tener corazón para matar a todos y salir de esta arena, rescatar a Zenda e ir a casa, pero no era tan sencillo como imaginarlo.
Me ayudo a ponerme de pie y caminamos fuera de ese lugar que casi termina conmigo.
Darío me había salvado la vida y estaba en deuda con el.
Me dijo algunos del resto de tributos estaban al lado norte de la arena, que ni siquiera estaban en pareja o equipo, todos querían matar a todos o todos, o todos terminar sólo conmigo.
Darío parecía no tan preocupado pero tampoco del todo relajado.
Mis pies me dolían, llevábamos al menos unos 40 o 50 min caminando hasta que le pedí descansáramos un poco, no se negó y nos sentamos sobre el suelo.
Mi estómago gruñía un poco, no había comido nada, por suerte Darío traía una liebre que mato cuando se cruzó en su camino.
Junte un poco de hoja seca y pequeños trozos de leña que encontraba alrededor mío, los amontone en poco y con rocas intente darle fuego hasta que lo conseguí, mientras el despellejaba al animal.
Por lo menos estaba acompañada, distraída con alguien para no tener tanto tiempo en sentir miedo y concentrarme en ganar.
Sembró unos palos más gruesos a los costados de la fogata para poder sostener la carne y asarla un poco.

-¿Que pensabas?.- me pregunto

No supe que responder, sólo lo quede viendo y agache mi cabeza.

-¿Que pensabas?.- volvió a preguntarme.

-¡En nada!.- respondí.

-Sólo escuche risas y una voz llamarme por mi nombre.-

-Yo escuche lo mismo.- me respondió mientras su cara se llenaba de duda.

Por mi cabeza paso que las trampas se activaban por el temor, o al menos la que casi me mata se había activado así.

-Escuche la misma voz, cuando te vi parada ahí, siendo rodeada por una especie de humo rosa.-

-Cuando vi la enorme cuchilla descender de arriba, sin duda te volaría la cabeza.-

Debo admitir que siento alivio de tener aún la cabeza sobre mis hombros y ahora estar sentada aquí esperando comer esa deliciosa liebre que luce muy jugosa y apetecible.
Al menos Darío seguía siendo mi amigo y ahora era mi aliado y quien le debía un enorme favor por haberme salvado la vida.

Water above WeedsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora