Narra Marina:
-Lo siento mucho, Marina, tu madre era una persona increíble.
El mismo rollo de siempre. Ahí está, uno de sus compañeros de trabajo contándome una de las alucinantes anécdotas sobre mi madre, lo buena, inteligente y carismática que era.
Y yo, tengo que fingir que me importa.
-...entonces ella nos ayudó...
Y cada vez se me da peor.
-...yo le dije: eres magnífica y...
Odio llevar tacones.
-...otra de las cosas que me gustaban de ella era que...-
Creo que este hombre se depila las cejas.
-...en fin, lo siento mucho Marina. ¿Sabes qué? Eres clavada a ella.
-Sí, me lo suelen decir -aprovecho su risa para escaquearme y largarme de ahí.
La misa ha sido un tostón, todo el mundo lloraba, todo el mundo era tan falso. Es la única razón por la que no he llorando, no creo en los funerales, no creo que a toda esa gente le importáramos una mierda ni mi madre ni yo.
Lo único que me ha conmocionado ha sido ver a mi tía llorando. Sé que ella lloraba de verdad, se que a ella le duele haber perdido a su hermana.
Así que ahora estoy esperando con ella, aún con los ojos llenos de lágrimas, que la gente acabe de despedirse y abandone la sala.
De ahora en adelante voy a vivir con mi tia, y sé que me necesita más ella a mí que yo a ella. Aprieto la mano que me sostiene.No quiero pensar en cómo me siento o en cómo me está afectando la muerte de mi madre.
Mi cabeza sigue entumecida desde la explosión, y solo espero que tarde en pasarse, y solo espero no tener que afrontar la horrible realidad.
De momento mis labios siguen repitiendo el nombre de aquel chico, como cuando lo repitieron un segundo antes del estallido.
Edgar.