Narra Edgar:
No estoy preparado para morir
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En el último instante unos dedos se cierran alrededor de mi muñeca y todo mi cuerpo se sacude.
¿Esto se siente al caerte desde una altura de diez metros?
Abro los ojos y veo a Caspar, rojo como un tomate sujetándome con las dos manos.
Cuando tira de mi hacia arriba me alegra ser más pequeño que él.
Mi cintura pasa el borde de la barandilla y me dejo caer encima de él.
De repente me veo en el suelo, sano y salvo, y no puedo evitar echarme a reír.
-¿S-SE PUEDE SABER DE QUÉ TE ESTÁS RIENDO?- dice Caspar entre jadeos- ¡CASI TE MUERES!
-Pero estoy vivo ¿a qué sí?
Antes de que mi amigo maldiga mi nacimiento le abrazo con fuerza.
-Gracias Caspar, te debo una.
-De nada cabezón, salgamos de aquí.
Para cuando retomamos el camino, ya es noche cerrada y las pocas farolas junto a las que pasamos no son de gran ayuda. El mundo que veo parece hecho de sombras, y imagino las cosas horribles que podrían esconderse tras cada una de ellas.
Nos hallamos a una manzana de distancia cuando oigo algo detrás de nosotros, un susurro, a otra persona.
Tiro de la chaqueta de Caspar y me llevo el dedo índice a los labios.
-¿Qué?- susurra Caspar.
Miro alrededor atento y con los oídos bien abiertos.
-¿Qué?- repite.
Algo se mueve en la oscuridad.
-¡Ahí!- señalo la esquina de la manzana- ¿Lo has visto? Alguien ha salido de ese edificio y luego ha retrocedido de golpe.
-Parece que nos están siguiendo.
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