5- El misterio de la espada imperial.

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«La ciudad que conocisteis

es hoy un páramo estéril

donde vuelan las alondras

y caen las lágrimas» [1].

 Axel meditaba, en silencio, mientras definía los tres puntos principales de su arreglo de ikebana. Había elegido un girasol, juncos y semillas de la misma flor para formar su triángulo escaleno. Sentía que alma, mente y cuerpo eran uno, se encontraba en paz con la Naturaleza.

—Disculpe que haya entrado hasta este invernadero, pero he llamado a la puerta y nadie abría —escuchó la voz de una chica—. Soy Danielle Williams. ¿Usted es Axel Tokugawa Fitzroy?

     El hombre giró y estuvo a punto de quedarse con la boca abierta al ver a una rubia espectacular, con tipo de modelo y de alrededor de veinte años. Los ojos azules le chispeaban, pues la muchacha era consciente de su atractivo y de su admiración. Era lógico que se desconcertara porque él esperaba al agente Williams... un varón.

     La broma se la hacía Edward, su amigo embajador. Le había pedido, además, que le hiciera un sitio «al espía» en su propia casa. Las intenciones eran obvias, no se necesitaba profundizar demasiado: deseaba que se distrajese y que no todo fuera trabajo. Axel se había vuelto un solitario porque hacía unos años había enviudado y no tenía hijos.

     A veces enviaban a alguien desde Londres para realizar alguna tarea sencilla de reconocimiento y poco más. Seguro que en esta oportunidad sucedía algo similar, de lo contrario no hubiesen mandado a una veinteañera, y, encima, sola.

     Bebieron durante largo rato el té en un silencio cómodo. La mayoría de las mujeres que él conocía hubieran parloteado para llenar los huecos. Ella no. Solo había respondido a las preguntas que el propio Axel le había hecho. Parecía contenta de estar sentada sobre el tatami, descalza y con las piernas en posición de loto.

—¡Esta paz es la gloria! Y amo el perfume a sakuras  y a hierbas que hay aquí —suspiró Danielle y confirmó sus pensamientos—. ¡Hacía meses que no me sentía así!

—Pues deberías sentirte siempre de este modo. —Y enfocó la vista en ella con interés—. Nunca dejes que los murmullos del exterior se interpongan entre tú y tu alma. Hay que practicarlo una y otra vez. No sé si conoces nuestro proverbio: tarde o temprano la disciplina vencerá a la inteligencia.

—Inteligencia no tengo mucha en estos últimos tiempos. —La muchacha alargó la mano y cogió la de él: un calambrazo de deseo le subió por el cuerpo—. Hay algo que debes saber, por si quieres excusarte de esta misión: es más arriesgada que hacer salto BASE. No cualquiera puede continuar con la tarea, es necesario que seas un experto en artes marciales. ¿Te sientes capaz, Axel?

La médium del periódico #2. La espada del samurái (terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora