9- La extraña pareja.

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«Si se amontona, hasta el polvo puede acabar formando una montaña»

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«Si se amontona, hasta el polvo puede acabar formando una montaña».

Proverbio japonés.

—¡Nunca me he sentido tan ridículo! —Van de Walle clavó la vista en sir Nathan con cara de fastidio—. Me escondo como un ladrón, y, encima, en tu compañía.

     El otro hombre le echó una ojeada desde el asiento de al lado. Se encontraban montados en un Honda alquilado —de color gris para pasar desapercibidos— y habían aparcado frente a la casa de Tokugawa. Observaban cómo Danielle ayudaba al japonés a cuidar del jardín. La joven rociaba con mucho cuidado los cerezos que decoraban la entrada y parecía en trance al clavar la vista en el nipón. Tan cerca se hallaban que le veían el brillo en los ojos celestes y olían el perfume de las sakuras.

—Es necesario. —Y Rockwell se removió incómodo porque sentía lo mismo que su rival, pero jamás le daría la razón.

—¡Tendríamos que bajar y encarar a Danielle! ¡¿Cómo puede ser que se comporte como si formara un matrimonio con un tío que conoce desde hace nada?! —bramó Will, verde de celos—. ¡Me da asco verlos! ¡Si hubiera venido por mi cuenta esto estaría solucionado!

—¿Cómo? —le preguntó Nathan con tono irónico—. ¿Le meterías una bala en el medio de la frente al japonés? Ya sé que la violencia se te da muy bien. ¿O quizá se lo darías a los tiburones como cena? También eres experto en esta técnica de deshacerse de un cuerpo. ¡Pero, por si todavía no te has enterado, se trata de que nos acerquemos a Danielle, no de que la alejemos para siempre!

     Pese a estas palabras se puso tenso cuando Axel dejó sobre el suelo la regadera y se acercó a la muchacha. Le dio, primero, un fuerte abrazo. Luego le acarició el rostro y la besó sobre los labios con delicadeza.

     Willem abrió la puerta del conductor e iba a bajar, pero su acompañante lo detuvo al increparlo:

—¿Qué vas a hacer? Alejarla con tus celos, seguro. ¿Estás loco? ¡Contrólate!

—Para ti será sencillo, pero ¡mira al tipejo! —Y señaló al espía—. Danielle es mi mujer, ¡¿cómo dejar que la toque y que la besuquee?!

—También me molesta, pero no podemos presentarnos ahí —argumentó Nathan con fastidio—. Hay que dejarla a su aire mientras analizamos cuál será nuestro siguiente paso. No puedes aparecerte en plan neandertal ante nuestra chica, sería capaz de quedarse a vivir con el japonés para llevarnos la contraria. En estos momentos nos odia por el escándalo del Dorchester... Respira hondo e intenta controlarte.

—¡Tú tienes sangre de pato en el cuerpo, Rockwell! —El mafioso le hizo caso a duras penas.

—¡Tengo cerebro, lo que te falta a ti! —repuso ofendido.

     Al día siguiente bajaron del vehículo al apreciar que los ocupantes de la casa no salían. Presumían lo peor. Esperaban una jornada de sexo duro, quizá. O un strip poker, al que la chica era muy aficionada. Se sorprendieron para bien al ver a Danielle —a través de la ventana— vestida con kimono, al igual que su anfitrión.

La médium del periódico #2. La espada del samurái (terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora