Tres, dos, uno ¡Acción!

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    --Esta es su habitación, señor Leviere.

    --Muchas gracias, señorita McKane --sonrió de una forma divertida--. Déjeme decirle que la vista es muy hermosa.

    --La mejor de todas las habitaciones disponibles, señor -hablé apretando los dientes con irritación--. ¿Se le ofrece algo más? --fruncí el ceño cruzándome de brazos. Pareciendo toda una malhumorada ama de llaves temporal.

    --Nada por ahora --siguió con aquella sonrisa en su rostro. Tenía que hacerlo--. Aunque... --recorrió su alrededor con sus ojos marrones y volvió a posarlos en mí, risueños, divertidos--. Esto se me hará demasiado aburrido, dígame ¿Qué hace para no aburrirse?

    --Verá... Le ayudo a mi madre con la posada --sonreí de una manera obvia arqueando una ceja, incluso opté por cruzarme de brazos aunque eso no estaba señalado. Llegaron a reprenderme por eso en algunas ocasiones, pero no podía evitarlo.

    --Claro... Ya lo he notado --rió--. Me refería a su tiempo libre.

    --Bueno... --me acerqué a arrebatarle el libro de sus manos y me acerqué a la ventana, sintiendo su mirada posada en mí--. Está, por ejemplo, leer cerca del lago, bajo un árbol, bañarse en el lago... Perderse en el bosque --susurré lo último como quien no quiere la cosa y, al segundo, sonreí con fingida inocencia girándome a verle--. Y sí tanto se aburre mejor ayúdeme con el mantenimiento de la posada.

    --Pues no está nada mal, así que... Hasta que entre a la universidad estaré apegado a usted, señorita --rió con burla no dejándose vencer por mí--. Sí no le molesta, claro –se encogió de hombros con una ligera mueca fingida. Se estaba vengando.

    --No... No hay molestia --susurré enfadada y le devolví el libro con rudeza ganándome una risa encantadora de él.  

    --Me alegro –ensanchó aun más su sonrisa, intentando hacerme enfadar--. Digo, a su madre no le gustará que no atienda bien al hijo de los condes de Leviere –y esa vez me mandó una mirada de burla.

    --No… no le gustará.

    --Muy bien.

    --Sí desea algo mientras mi madre no está, estaré en mi habitación que queda a dos puertas más atrás. O en la casa principal --añadí antes de salir murmurando insultos a su persona con una expresión realmente fastidiada.

    --¡Entonces mas al rato pasaré por su habitación!  

    -¡Muy bien! --exclamó Michael y las luces que colgaban del techo y algunas otras a nuestro alrededor se apagaron--. Viendo lo bien que estuvieron todos estos ensayos, probablemente este lunes comenzamos con las grabaciones --su entusiasmo se notó a leguas en el tono de voz con el que había hablado y yo, divertida, no pude evitar contagiarme--. Descanso y lo que les toca.

    Las luces del set se apagaron totalmente cuando ya todos salíamos de allí. Era una sensación extraña la que sentía cada vez que hacían eso, como si me devolvieran a la vida real, o como si me bajaran de las nubes de un tirón. Claro que, antes de salir me pusieron una bata para cubrir el vestido largo que llevaba puesto que antes de comenzar los ensayos me vistieron con un sencillo y largo vestido beige de clase media del siglo XIX; tenía que parecerme a una chica de 17 años de aquella época y, bueno, no me desagradaba por lo que jamás me quejé en llevar uno de esos puesto. Solo cuando tenía que montar a caballo, sí que era molesto en esos momentos.

    En mi opinión, la trama era muy buena, así que era muy probable que llegara a recaudar mucho dinero teniendo en cuenta que el elenco era muy famoso y que la promoción que le harían sería fenomenal. De nuevo, no me equivoqué al suponer esas cosas.

Memorias de una Estrella -Niall Horan FicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora