Ólt, Francia - 1900

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—Madeline, deja eso ya.

Marie dejó a un lado las herramientas para cerrar el pequeño maletín y tomar en sus brazos a su hija. Sin dudas era toda una Ravinch, sus ojos azules profundos lo decían todo, salvo por el cabello que había heredado de ella.

Era un día húmedo en Ólt, Francia, pero el verano le rogaba al pueblo entero salir a refrescarse. Marie estaba terminando de arreglar el marco de la puerta trasera cuando su pequeña de cinco años comenzó a hurtar entre sus cosas, ya se había colocado la malla azúl con tirantes rojos que su abuela le había hecho, y dos coletas en su largo cabello oscuro.

—Muy bien, ya vámonos.

Ambas se fueron en dirección a la pequeña playa que había por allí cerca. La mujer llevaba un pequeño bolso donde llevaba las cosas de su hija y un montón de hojas desprolijas y escritas a mano. Al llegar colocaron sus cosas cerca de la orilla y mientras que Madeline chapoteaba en el agua, Marie leía con atención las hojas que había encontrado no hacía mucho. Aún no sabía a quien le pertenecían, pero contaba una historia de la cual no podía dejar nunca de lado. Se trataba de una mujer que hallaba algo ajeno desatando una especie de maldición, no era buena ni mala es decir, tenía sus pro y sus contra. Todo lo que dijese esa mujer se cumpliría y luego, en las siguientes generaciones se haría realidad todo lo que la primer hija mujer escribiese en su vida, en algún momento.

Hundida en la lectura olvidó por unos minutos a su pequeña niña chapoteando en la orilla, hasta que holló un pequeño chillido que la desconectó de la historia volviendo al mundo real.

—¡Mami! ¡Mami!

Marie tiró las hojas y puso el bolso arriba para que estas no se volaran con la brisa.

—¿¡Que sucede?!

Al acercarse un poco más pudo ver que su brazo estaba rojo y con un poco de sarpullido. Sin dudas algo la había picado y había tenido un efecto alérgico. Marie miró todas direcciones para ver si veía al maldito insecto o animal que había lastimado a su hija. Sin embargo, esta búsqueda era en vano, su Madeline seguía llorando y chillando que le dolía y ardía.

—Shh, shh... Ya pasó, ya pasó.

La alzó y la llevó al hospital más cercano, al llegar tuvieron que sentarse unos pocos minutos, Madeline ya había dejado de llorar desaforadamente, ahora solo se secaba las lágrimas y observaba su débil brazo.

—No te preocupes, no es nada. Vamos a salir de aquí muy felices y luego comeremos pan con la abuela.— Madeline sonrió a su mamá y le plantó un beso en la mejilla. Acto seguido un doctor joven al menos a la vista llamó a Marie y ambas fueron al consultorio, el doctor pidió ante todo la calma de la madre y tiempo, ya que probablemente tuviesen que quedarse allí un tiempo para saber que le había picado a su hija.

Tiempo después, el doctor sale con la niña con una sonrisa de milagro en su rostro.

—Buenas noticias Señorita, su hija está bien, lo cual es un alivio.

—¿Tan grave fue? ¿Qué fue lo que la picó?

—Aún no sabemos el nombre del insecto, pero proviene del sur. Sponemos que de África, es letal pero aparentemente su hija tiene muy buenas defensas haciendo que sólo tuviese un pequeño sarpullido.— Marie estaba realmente feliz aunque asustada porque su hija pudo haber muerto.—Lo llamaría milagro, pero como no sabemos que clase de insecto es, tal vez sea letal para algunas y para otras no. De todas formas es maravilloso que esté bien.

—Gracias, muchas gracias.

                                                                                           ***

—¡Que horas de llegar niñas! Imagino que se divirtieron mucho allí.

La abuela de Madeline estaba sentada en la silla de madera más antigua de la familia, se podían escuchar los susurros de generaciones anteriores con cada crujido que lograba hacer la madera gracias a los movimientos de la vieja al balancearse.

—¡Muy bien babu! Mamá me llevó al hospital.— Madeline estaba asombrada había ido pocas veces al hospital, pero nunca para ser atendida ni revisada por varios doctores.

—Si, Madeline cada día más inquieta.

—Mm... De seguro no fue su culpa.

—Por supuesto que no, un insecto muy extraño apareció y picó a Madi.

—¿Qué insecto?

—No saben, suponen que proviene de África y ahora gracias a Madi creen que no es mortal para todos. A pesar de que su veneno sea muy fuerte las defensas de ella fueron más fuertes. Pero de todos modos yo estaba muy nerviosa y con mucho miedo.

Ambas, suegra y nuera continuaron charlando en la cocina mientras que Madi caminaba a su habitación para poder agarrar su cuadernillo que su padre le había obsequiado con plantillas del alfabeto completo en cursiva para que empezase a practicar su caligrafía, la niña ya iba por la mitad de este y vio mejoras en sus letras, en los rulos y en controlar que el tamaño fuese siempre el mismo. Días después ya no tenía que parar letra por letra, sólo en ocasiones cuando la palabra era desconocida o muy larga.

***

De este modo pasaron las semanas y la pequeña ya dominaba su caligrafía como pocos niños de cinco años, pero cada vez que avanzaba el ambiente hogareño que la rodeaba se volvía más y más tenso, cualquiera que entrase por la puerta lo notaría de inmediato...

—¿De dónde sacaste esas ideas Marie?— Marido y mujer se encontraban en su pequeña habitación comentando lo recientemente ocurrido.

—Lo inventé todo, lo juro. Soy tu esposa, ¿Qué no se supone que tienes que confiar en mí?— Él la miró con rabia, no podía creer que ella le hubiese hablado de esa manera.

—¡No me faltes el respeto mujer!— Se agarró la cabeza con ambas manos. —El problema es...— Bajó la voz y se acercó a su esposa hasta quedar a centímetros de su oreja. —...Que todos sospechan de nosotros, ¡Cuando en realidad tú sólo especulabas idioteces!

—Si, idioteces que resultaron ser ciertas. Creo que si sucedieron no son tan idiotas.

—¡Ahora todos piensan que tuvimos que ver con la muerte de ese pobre chico!

—¿Y? No lo hicimos. Pedí una cita con el juez para que haya un juicio, sería una buena oportunidad para ganar un poco de dinero y para que vea la gente que nosotros no tuvimos nada que ver... Que esta gente no te consuma mi amor, hacemos un gran equipo y la mejor parte es que somos inocentes, lo cual es muy importante.

El hombre la abrazó y beso casi todo el rostro femenino que tenía entre sus manos.

—Lo siento, no quise gritarte. Se que no hicimos nada, que a penas sabíamos de su existencia y nunca le habíamos hablado. Sólo fue una horrible casualidad que lo que hayas pensado en algún momento sucediera.

—Lo superaremos.

—Lo se, Marie, lo se.

La Chica Finch.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora