Francia, Midi-Pyrénées;Òlt 1912Madeline estaba mirando por la pequeña ventana de su habitación, miraba hacia el exterior las casas, algunas en peor estado que la de su familia. Ya habían mencionado la Primer Guerra Mundial y ella sólo quería recordar como era su barrio antes de la gran destrucción. Todas las casas eran iguales, algunas mas anchas, otras más arregladas y luego estaban las que estaban en ruinas o abandonadas. Para ese tiempo el lugar donde ella vivía no era uno de los más bonitos y codiciados de Francia pero le daba igual, no conocía otros pueblos, ciudades, departamentos... La joven jamás había salido de su barrio, casi nunca salía de su casa por que le recordaba mucho la época en la cual su madre estaba con vida.
Compartieron mucho juntas, secretos inocentes, risas, grandes historias... Y como buena madre que era Marie, siempre la cuidó, la quiso y ponía toda su fe y confianza en su hija.
Pero una enfermedad fue lo que la mató Madeline tan solo tenía diez años, estaba en plena pre-pubertad pero en esa época todo era más rápido así que ella ya era una señorita. Todo lo que sufrió cuando su madre murió, fue muy triste, no habló durante un mes con su padre. Dejó de sonreír y reír tan a menudo por que era lo que tenía igual a su madre y todos en la pequeña ciudad se lo recordaban día a día. Sentía que a nadie le importaba su estado de ánimo y por eso le remarcaban los rasgos, costumbres, maneras de hablar, que eran igual que su querida madre.
La pequeña superó con el tiempo ese gran dolor, a pesar de que aún sigue latente. Comprendió que lo único que quería esa gente para ella, era recordarle que su Marie no se había ido por completo, había quedado en su corazón obsequiándole lo mejor de ella a su única hija mujer...
Continuaba observando todo muy detalladamente para recordar absolutamente todo antes de la gran catástrofe, su cabello abundante, oscuro como la noche recogido en su hombro y sus ojos celestes llamaban la atención a cualquiera que pasara cerca.
A la edad de diez y siete años aún no vivía sola, ni tenía novio, o alguna relación extraña en secreto con alguien importante. La verdad es que no le interesaba nadie, ningún hombre que se le había presentado le llamó la atención. 1,75 era su altura, su tez pálida pero no enfermiza, cuerpo bonito y cara casi perfecta. Ojos rasgados, nariz pequeña, dientes perfectamente ubicados, labios rojos, mejillas rosa y alguna que otra pequeña peca.
Vivía con su padre en una pequeña casa en el centro de Òlt; construída de madera y ladrillos. No tenía la mejor fachada pero si comparabamos con el resto del barrio probablemente fuese una de las más bonitas. A pesar de su pésima economía muchos hombres habían ido especialmente a esa casa a pedir la mano de la hermosa chica, —y probablemente muchas otras personas estuviesen en peores situaciones económicas que ellos—.
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Las maderas hinchadas por la humedad rechinaban aún más en invierno después de una gran tormenta y Madeline estaba caminando por toda su habitación. No lo podía evitar y mucho menos en un estado de nervios. No sabía en qué clase de lío se había metido esta vez pero algo dentro de ella le advirtió que era bastante serio.
Tomó sus antiguos cuentos y buscó el más reciente de todos.
—Veamos... ¡Aja! ¡Te encontré!— Comenzó a leerlo en voz muy bajita.
—La bella dama de cabello oscuro estaba en un gran problema del cual no podría escapar jamás y si lo hacía dejaría a toda su familia atada a ello.— No podía creer que esta historia también se cumpliera o tuviese algo que ver con su vida futura. Continuó la lectura —A partir de que ella conoció a ese muchacho de ojos azules y pelo marrón, se adentró a algo sumamente riesgoso debido a que venía por venganza, por codicia y nada lo detendría. Si se le era necesario matar a alguien lo haría, todo para obtener el dinero de la familia que alguna vez perteneció a los Gregors...— Dejó a un lado el cuento y se enfureció consigo misma.
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La Chica Finch.
Novela JuvenilUn secreto que florece en Europa, termina siendo descubierto en Australia luego de más de cien años por una chica la cual, cierra la maldición familiar.