Ólt, Francia 1901-1904

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1901

Marie y Henri ganaron el juicio, reconocieron que fue realmente duro mantener su postura firme, fue uno de los juicios más largos de su barrio. Se había extendido más de doce meses, pero finalmente el juez reconoció que no habían tenido nada que ver con el asesinato de aquella familia ni la tortura del hijo mayor.

Claro que luego de este incidente Marie comenzó a sentirse observada, pero no por el resto de la gente, eso ya era normal desde la acusación del crimen, sino por determinada gente, por la familia y el chico. No podía ser culpa o algo que los hubiese conectado porque ella no había presenciado ni planificado absolutamente nada de la catástrofe. Sin embargo, sentía que algo había dejado pasar...


1903

— Madre, ¿Te sientes bien? Has estado tosiendo mucho estos últimos meses.

— Madeline... si estoy bien ¿Tu? ¿Sabes? Ven, acércate y siéntate, voy a decirte un par de cosas.

— ¿Qué es? Me preocupa saber a lo que quieres llegar.

— No hay de qué preocuparse, ¿Sabes que nosotras somos únicas, no es así?— Marie miraba directamente cada movimiento de Madeline, sus ojos chispeaban ante la idea de creerse un poco diferente al resto.

— Si, lo sé.— Miró fijo los ojos de su madre enferma tal como ella lo estaba haciendo con su hija, para luego sonreír e iluminar toda la habitación gris.

— Bueno por eso mismo, por lo raras que somos debemos cuidarnos. No podemos permitir que el resto de la gente se entere de nuestra rareza.

— ¿Y eso por qué?

— Mm... No sería justo para los demás, creerán que eres mejor porque tienes algo que ellos no y se sentirán muy tristes y otros se enojarán.— Arropó a Madeline con las frazadas que rodeaban sus piernas. —Debes tener cuidado con las cosas que escribes, cada cosa que provenga de tu imaginación y de tu corazón, asegúrate de escribirlo donde nadie lo vea.

— ¿Un diario mamá?

— Exacto, el cual sólo tu podrás ver, leer y escribir. No debes mostrárselo a nadie, incluso a mi. ¿Si?

— Te lo prometo.

Marie le dijo a Madeline que nunca dejase de escribir en aquellos "diarios"incluso cuando creyera que ya no los necesitara, porque sería allí donde más los debe usar. Ella creía que guiarían a su hija por el buen camino, y ya que sentía morir debía asegurarse de que su niña estuviese bien cuando se fuera ya que había intentado utilizar sus predicciones con ella para estar segura de que todo estaría bien, pero al tener el mismo poder no podía controlar su vida ni un solo minuto.


1904

La mujer continuó leyendo por enésima vez en la semana la última página del libro que había encontrado tiempo atrás y había desencadenado todo este extraño escenario y ahora era su único escape. Había enfermado y cada día empeoraba más, se le era imposible dormir por los agudos dolores en sus costillas y ya no podía pararse ya que sus piernas vivían dormidas.

La última página relataba el final de la protagonista, mencionaba cada mínimo detalle. Debido a la falta de sueño Marie ya no podía ni leer en su mente, por lo cual debía recitarlo.

— Era viernes, y su situación empeoraba poco a poco, sentía morir. Quiso intentar suicidarse un par de veces pero no le sirvió de nada, su cuerpo no resistía ningún tipo de esfuerzo físico. Recostada en su cama, sola y sucia, continuaba leyendo atentamente la última página de lo que parecía ser su historia favorita.

»Sin embargo, no sabía que del otro lado de la puerta estaría su amado esposo con ojos de vidrio rezando por su recuperación; tampoco sabía que su hija vivía encerrada en su cuarto, mirando por la ventana algo que no había esperando que algún día su madre abriese la puerta en lugar de su padre para rogarle que fuese a comer algo, que ya estaba muy delgada y no soportaría tanto dolor junto si a ella le sucedía algo.

Pasó un año, su hija estaba en una hermosa edad en la cual una ya se convierte en señorita a pesar de que el día anterior haya dejado de jugar a las muñecas. El cumpleaños había sido sencillo, pasaron los tres juntos en la habitación de la mujer, su abuela había fallecido hacía ya cuatro meses por lo cual no los acompañó. Por un momento todo era perfecto, pero nadie se imaginó lo que estaba a punto de suceder...

Un mes después, no era lunes ni jueves, un miércoles lluvioso y torrencial de esos que mueven hasta casas y parece limpiar cualquier deshecho del suelo, se llevó a la pobre mujer enferma mientras ella dormía por primer vez en un año.

Marie dejó que sus lágrimas brotaran de sus ojos ya casi grises, se había dado cuenta de que todo aquello dicho se cumpliría, según su teoría lo que se encontraba escrito allí relataban la vida de quien lo leyera, por ello es que todo lo que dijo se cumplió durante los últimos años. Pero no sabía si se trataba de locura o verdad; pero por ahora no estaba loca por completo ya que los locos no saben que lo están.

Dio vuelta la hoja y continuó leyendo.

— Luego de unos años de la muerte de esta mujer, su hija aumentó el interés por la escritura, en especial por crear historias realistas. Lo que ella no sabía era que escribía su propio destino, a la edad de 17 años se daría cuenta de que todo aquello escrito es su futuro salvándose de unos asesinos estafadores.

»Pero la pregunta es, ¿Algún día alguna primogénita podría romper la maldición que comenzó años atrás debido a una pequeña alma curiosa?

Luego de terminar de leer, la mujer cerró los ojos e intentó relajarse mientras escuchaba los pasos de Henri que se dirigían hacia ella. Él la tomó de la mano.

— ¿Estas durmiendo?— Marie no contestó, sólo negó con la cabeza.— ¿Cuándo lograrás dormir aunque sea un par de minutos?— Henri se sentó en la cama para luego acostarse junto a ella lo más cerca posible.

— No lo se, pero cuando lo haga... no me despiertes.— Le dijo en un susurro casi inaudible.

— ¿Alguna especulación de tiempo?

— Un año supongo."

— No me abandones, te amo Marie.

— Yo soy parte de ti, no puedo abandonarte... sólo me iré físicamente de esta vida.

— Espero que te recuperes pronto.— Marie sonrió empáticamente.

— Te amo Henri.

La Chica Finch.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora