Capítulo 5

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Damien

Yendo para clase tranquilamente veo a una chica en la que nunca había reparado caminando por la nieve. Está bastante delgada y es muy alta, creo que es la chica a la que llaman la Saco de huesos. Dejo de observarla durante unos segundos para encenderme un cigarro y cuando la vuelvo a mirar me doy cuenta de que se ha caído sobre la nieve con tan mala suerte que la mochila se ha caído sobre ella y la ha golpeado. La veo levantarse, limpiarse el labio y mirar alrededor a ver si alguien se ha dado cuenta de su caída. De la mochila sobre ella  y de como ha reaccionado me entran ganas de reír y no sé si el frío también influye, el caso es que suelto una gran carcajada y empiezo a reírme a más no poder e incluso se me saltan las lágrimas. Me doy cuenta de que ella también se está riendo cuando yo paro y dudo entre si ir a ayudarla o no, al final decido que lo mejor será pasar de ella y sigo avanzando hacia el instituto.
Cuando entro todos se me quedan mirando, no sé por qué si será porque soy un bicho raro, porque me odian, o porque compartirían cama conmigo felizmente. Esto último no es algo que piense porque soy un creído o porque tenga una alta autoestima es porque lo he comprobado: mucha gente de mi instituto se me insinúa y como la mayoría me cae mal suelo pasar de ellos. Cojo los libros que necesito de mi taquilla y me dirijo hacia la clase. Durante las primeras horas estoy muy atento, la verdad es que aunque odie estudiar me gusta estar en clase, no sé, satisface mi curiosidad de conocimiento y siento que estoy aprovechando mi tiempo, sueno como el típico empollón pero no creo que querer conseguirse un futuro estudiando sea de empollones, creo que es de saber lo que quieres.

Cuando llega la hora del almuerzo me voy al rincón del patio al que suelo irme en esta hora y me como la manzana que he traído, me encanta como suena cuando la muerdo. Voy disfrutando de su sabor hasta que me la acabo, entonces me enciendo un cigarro para satisfacer el mono de fumar que tengo y me pongo a dibujar el paisaje que se me ofrece. Al estar alejado del edificio del instituto puedo observar el bosque de lejos y unas cuantas casas delante, la verdad es que el estar nublado hace la imagen un poco más tétrica, lo cual me gusta mucho. Casi no me doy cuenta de que ha pasado la hora del almuerzo cuando acabo el dibujo. Ha quedado muy bonito, la verdad. Me levanto para irme a clase y entonces al ir a apoyar el pie en el suelo me doy cuenta de que no hay suelo y casi me caigo, miro hacia abajo y veo un gran socavón dentro del cual hay mucha nieve sobre la que está la chica de esta mañana. La observo, parece que está inconsciente empiezo a pensar que es un poco torpe por caerse tantas veces en un mismo día pero después me doy cuenta de que tiene varios moratones en la cara y el cuello bastante rojo. Lo de la cara después de la caída de esta mañana podría ser incluso normal pero me extraña que tenga el cuello tan rojo. Todo parece indicar que le han pegado y luego la han tirado aquí. No suelo ser muy empático con la gente pero esta vez es diferente. Esta chica provoca en mí un sentimiento de rabia y de pena que nunca había sentido. Rabia por los que le hacen eso porque parece tan indefensa... y pena por todo lo que debe estar sufriendo. Es como si viera reflejado mi sufrimiento en el suyo, vale que sean diferentes pero convergen en un mismo punto que es la tristeza en nuestro interior y el quitarnos las ganas de vivir. Ahora tengo dos opciones: cogerla y llevarla a la enfermería o irme a clase y hacer como si nada hubiera pasado, pero como ya he dicho empatizo con ella y eso me hace cogerla y llevarla a la enfermería. Dejo la mochila en el suelo, salto dentro del hoyo con cuidado de no pisarla, me agacho y la cojo con mucha suavidad. No sé como voy a salir de aquí con ella en brazos así que me veo obligado a depositarla en el suelo en el borde del hoyo para seguidamente salir y cogerla de nuevo con la misma suavidad de antes. La mochila es una molestia a la hora de llevarla hasta su destino, pero en fin.

De camino a la enfermería la poca gente que hay en el patio y los pasillos se nos queda mirando extrañados. Creo que es porque les extraña que esta chica reciba atención de alguien que no va a hacerle daño o puede que encuentren raro el hecho de que yo, que paso de todo el mundo le haga caso aunque creo que es una mezcla de los dos. Una vez hemos llegado, mientras la enfermera cura a un chico con una herida en la rodilla dejo a Saco de huesos en la camilla. Es en este preciso instante en el que me doy cuenta de lo poco que pesa y estoy seguro que la podría haber traído agarrándola solo con un brazo. Después de acostarla me siento en un sillón a su lado hasta que poco después llega la enfermera y pregunta qué le ha pasado. Yo le respondo.

-Estaba yendo a clase y me la encontré tirada en un hoyo, la cogí y la traje aquí.

-Vaya por Dios, ha tenido que ser una buena caída porque el aspecto que tiene...

Me da la sensación de que esta enfermera no tiene ni puta idea de nada, es imposible no notar que le han pegado. Decido no gritárselo por no molestar a su nueva paciente y permanezco en silencio mientras la examina con unos extraños aparatos. La enfermera es una anciana de unos sesenta años y la pinta de estar muy experimentada en su trabajo pero como veis, las apariencias engañan. En ese momento se oye la puerta abrirse y entran dos chicas llorando. La enfermera me dice:

-Voy a ver qué quieren, vuelvo en un momento. Espera aquí mientras, chico. Y acto seguido se va. Me quedo solo con Saco de huesos, me gustaría saber su verdadero nombre porque no me gusta llamarla así y decido que se lo preguntaré en cuanto se despierte. Mientras tanto me limitaré a observarla. Tiene las mejillas hundidas y unas grandes ojeras bajo los ojos, su expresión de tranquilidad impresiona aunque también denota una profunda tristeza, es muy rara. El pelo rubio, liso y despeinado le llega justo hasta el poco voluminoso pecho. Recorro el resto de su cuerpo con la mirada y me doy cuenta de que es muy guapa. Intento percibir alguna señal que dé de que está despierta y me doy cuenta de que lentamente comienza a mover los dedos de la mano derecha. Después abre lentamente los ojos y mira a su alrededor hasta que nuestras miradas coinciden, el intenso y claro de sus ojos y la oscuridad y profundidad de los míos luchan en una batalla por saber cual par de los dos es el más triste.

Nuevo capítulo después de tanto tiempo ya tocaba. Espero que os guste y lo demostréis con votos y comentarios. Nos leemos :*

Contra el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora