Capítulo 8

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Damien

Estoy friendo las alitas de pollo que son mi especialidad y me está entrando hambre solo con olerlas.

—¡Vamos inútil! Esas alitas tenían que estar ya servidas—oigo que mi jefe me grita.

—¡Las he empezado a freír cuando me ha llegado el pedido!—le grito de vuelta para que me escuche.

—Oh, vamos, termina ya de freír las malditas alitas y saca la puta basura antes de que pase el camión de recogida si no quieres que te despida ahora mismo.

No le respondo pero aprieto los labios en una mueca de ira y frunzo el ceño todo lo que puedo. Ese hijo de puta tiene suerte de que necesito el trabajo porque si no le hubiera partido la cara hace tiempo...

Retiro los pensamientos agresivos de mi cabeza y continúo haciendo mi trabajo lo más rápido que puedo. Acabo de cocinar las alitas y las sirvo en la bolsita de papel justo en el momento en que Lauren entra por la puerta lista para recoger otros cuantos pedidos más.

—He oído a ese maldito gordo cabrón gritarte. Deberías darle su merecido—dice depositando un ligero beso en mis labios.

—Debería, pero necesito el trabajo.

—Cierto—coge rápidamente las bandejas y sale por la puerta para llevárselos a los clientes.

Lauren es una de mis compañeras. Ella se encarga de servir los pedidos. Desde que entró a trabajar aquí nos llevamos muy bien. Bueno más que bien, porque como os habrá podido indicar el beso que me ha dado lo pasamos bastante bien juntos, sobre todo por la noche después de trabajar. Pero solo somos eso, amigos que lo pasan bien.

Agarro la gran bolsa de basura negra que está dentro de un cubo y la saco fuera, al contenedor. Es cuando estoy cerca de este cuando me doy cuenta de que hay alguien rebuscando en la basura. Al principio solo veo sus piernas delgadas y más tarde, cuando parece que me ha oído llegar levanta la cabeza y me mira. No me doy cuenta de quien es hasta que nuestras miradas se cruzan. Azul con azul rodeados ambos de oscuridad. Me quedo boquiabierto y libero el agarre de la bolsa de basura que cae al suelo cuando me doy cuenta de quien es. Es la chica a la saqué hoy del hoyo. Está muy desmejorada, la ropa que lleva está cubierta de suciedad, los cabellos rubios despeinados, el gorro que mal colocado y la pintura que llevaba en los ojos se ha corrido hacia abajo en gruesas manchas negras. Me sonríe inocentemente a modo de, ¿disculpa? Ni idea. Me apresuro a coger de nuevo la bolsa de basura del suelo.

—¿Qué haces aquí?—pregunto, aunque creo que es más que obvio.

—¿A ti qué te parece que hago? Creo que estoy rebuscando restos de comida—responde sarcástica.

—Muy graciosa, amiga.

—¿Amiga? Nos acabamos de conocer, no somos amigos.

—Está bien está bien. Menos agresividad, por favor—levanto las manos en señal de paz con una sonrisa—. Es que al no saber tu nombre, solo te he podido decir amiga—concluyo.

—Está bien—sus facciones se relajan formando una bonita sonrisa—Soy Allison.

—Encantado, yo soy...

—Damien, sé quien eres—me interrumpe—ya nos conocimos esta mañana así que mejor dejémonos de falsas presentaciones.

La verdad es que es una chica bastante borde. Me rasco la nuca sin saber muy bien que decir. Entonces ella repara en la bolsa de basura y la señala.

—Oye, aquí no hay nada tirado. ¿Me dejas mirar en esa bolsa para ver si hay algo que me sirva?

—Mmm, no. No hay nada que pueda servirte aquí—. Entonces me quedo pensando durante unos segundos mientras la miro. Lleva un aspecto que da verdadera lástima y dudo durante un breve instante en si debería ayudarla porque a mí nadie me ayuda, pero en fin; haré algo bueno por ella.

Contra el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora