Capítulo 12

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Allison

Me quedo embelesada observando como ambos se pegan. Puñetazos y patadas que uno al otro se dan, unos certeros y otros simplemente al aire. Wail que por su aspecto podría parecer el más débil es el que más golpes encaja a su contrincante mientras que Damien, por su parte, intenta defenderse como puede aunque Wail ya ha provocado que su labio inferior sangre descontroladamente. Damien se encuentra en el suelo mientras que el árabe le golpea en la cara descontroladamente pero de repente le pega una patada en el estómago que hace que caiga de espaldas y él se levanta ante una inmensa ovación con saliva ensangrentada saliendo de su boca y ojos desorbitados. Nunca lo había visto así y me asusto mucho por lo que pueda hacer a Wail que ahora mismo parece indefenso. Corre hacia él y lo agarra del pelo mientras estampa su puño en su nariz provocando que esta comience a sangrar inmediatamente haciendo que Damien se despiste, ocasión que Wail aprovecha para poner sus manos a ambos lados de la cara de Damien e intenta cogerlo pero este se da cuenta justo a tiempo y rápidamente lo agarra por el cuello y lo tira al suelo, el golpe que le da es tan fuerte que se queda inconsciente. Un hombre con traje entra en el improvisado cuadrilátero y levanta el brazo de Damien proclamándolo vencedor de esta pelea casi a muerte y de nuevo una ovación suena en su honor. Este espectáculo nauseabundo no me ha parecido nada agradable y comienzo a marearme pero entonces veo el cuerpo de Wail tendido en el suelo y decido acercarme a él, no puedo dejarlo ahí tirado. Avanzo con dificultad a través de la gente que ha comenzado a congregarse alrededor del vencedor hasta llegar a él. Le aparto el cabello negro azabache de la frente y con un pañuelo que encuentro en algún bolsillo de la chaqueta le seco la sangre. Sus delicados rasgos se encuentran deformados e hinchados a causa de los golpes que ha recibido. Mientras lo limpio con delicadeza comienzo a preocuparme por él ya que su nariz no deja de sangrar y unas lágrimas rebeldes escapan de mi ojos. Me las seco con la mano que tengo manchada de la sangre del moreno y sin darme cuenta me lleno también la cara de sangre. Los sollozos que salen de mi boca se ven ahogados por las voces de la gente. De repente, siento que me tocan en el hombro y me asusto miro para ver qué ha sido y me encuentro con un Damien casi igual de magullado que su inconsciente contrincante pero sonriendo.

-¿Cómo puedes estar así de tranquilo? ¡Casi lo matas!-grito incrédula ante su expresión alegre.

-Oh vamos no exageres. Casi me mata él a mi, vaya puñetazo me ha metido en el labio el capullo.

-Eres un idiota-respondo con enfado.

-Vamos, no te pongas así, son gajes del oficio. Unas veces ganas y otras pierdes.

-Eso si tienes la suerte de que no te maten-respondo irónica.

-Déjalo, se pondrá bien.

-No lo puedo dejar, mira cómo está.

-Está bien-suspira-me quedaré contigo hasta que se despierte.

-¿Ya no hay más peleas?-pregunto

-No, la nuestra era la última-responde despreocupado encendiéndose un cigarrillo.

Poco a poco la gente comienza a desalojar el lugar que finalmente queda vacío a excepción de nosotros tres que estamos en el suelo.

-¿Qué? ¿Has conseguido el dinero que te hacía falta ya?-ahora es Damien el que pregunta, evitando mirarme a los ojos

-No-le cojo el cigarro de entre los dedos y le doy una calda. Exhalo el humo lentamente haciendo círculos en el aire.

-Tienes práctica por lo que veo-comenta Damien impresionado cogiendo de nuevo su cigarro-. Yo tengo aquí lo que he ganado esta noche, te lo puedo dar si lo necesitas-me ofrece un manojo de billetes que agita en el aire.

-No, de verdad, muchas gracias pero no es necesario. Y sí, tengo bastante práctica-intento cambiar de tema.

Mi intento de cambiar el rumbo de la conversación fracasa porque Damien no me responde y yo tampoco tengo ánimos para intentar darle charla así que nos quedamos en silencio los dos durante un periodo de tiempo que parece una eternidad. Miro expectante a Wail esperando a que se despierte y se acabe así este incómodo silencio y después de al menos cinco cigarros más consumidos por Damien comienza a abrir los ojos lentamente. Me abalanzo sobre él y lo abrazo casi sin dejarlo respirar.

-Yo también quiero un abrazo-se queja Damien.

-Calla-le espeto.

-Estoy bien, no me dejas respirar-habla Wail despacio.

Me aparto rápidamente de él quien se queda mirando fijamente a Damien y yo para evitar una nueva disputa me interpongo entre los dos para que no se vean.

-Oh, vamos no nos vamos a pelear de nuevo-dice Wail dándose cuenta de mis intenciones-nuestras peleas son solo por trabajo, nada más.

-Exacto-le da la razón Damien.

Estos dos están locos, se pelean casi a muerte y ahora son tan amigos, no los entiendo.

-Chicos, me estáis liando, tenéis que estar fumados o algo.

Miro el reloj y me doy cuenta de lo tarde que es mientras Damien ayuda a Wail a levantarse.

-Me tengo que ir, se me ha hecho tarde-hablo atropelladamente.

-Te acompaño, al fin y al cabo somos vecinos-Wail me ofrece su más gentil sonrisa.

-Deberías ir al hospital-objeto.

-Ni de coña-emite una sonora carcajada.

Salimos los tres del antro y caminamos los tres por el angosto callejón hasta llegar a un puente sobre el cual pasa el tren.

-Aquí se separan nuestros caminos-comienza a despedirse Damien-nos veremos pronto Wail.

-¿De mí no te despides?-me cruzo de brazos un poco molesta.

-Ah, sí, me olvidaba. Adiós, Alli-se despide también de mí y justo cuando creo que se va a ir me susurra algo en el oído-he visto las cortadas. El lunes hablaremos-y se va por fin.

Wail y yo caminamos por las calles hablando de la pelea y cuando ve que tirito de frío me abraza. Su perfume mezclado con el aroma de su sudor forma una combinación perfecta. Observamos los escaparates de las tiendas al parar y en una de electrodomésticos hay una tele de muestra encendida en la que está sintonizado el canal '' Veinticuatro horas'' en el que solo emiten noticias. Se ve una noticia en el que unos tíos salvajes arrojan monedas en la nieve para humillar a unos pobres vagabundos andrajosos que han de realizar diversas actividades para conseguir el dinero como quitarse la ropa o enterrarse en la nieve. Entonces observo más detenidamente el dantesco espectáculo y me doy cuenta de que una de esas personas es mi madre. Me niego a admitirlo y sigo viendo la tele para intentar convencerme a mí misma de que me he debido equivocar, pero no. Siento cómo el mundo se derrumba a mis pies, la forma en que mis oídos pitan y la aceleración de mi corazón vaticinan un ataque de ansiedad. Me cuesta respirar y comienzo a llorar derrumbándome en el suelo, en la nieve que llena mi pelo y mi cara. Oigo la voz de Wail llamándome desde lejos pero no le respondo. Quiero responderle y no puedo, quiero moverme y no puedo, quiero correr y no puedo, quiero huir y no puedo. No puedo más.

Hasta aquí el capítulo de hoy, espero que votéis y dejéis comentarios con vuestra opinión.

Contra el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora