Capítulo 14

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Damien

La verdad es que suelto lo primero que se me pasa por la cabeza al verla.

—¡Cómo te atreves a decir eso!—grita Tracy tirando más fuerte del cabello de Alli.

—¡Qué la sueltes coño!—grito de nuevo intentando mantener la compostura.

—No le hables así a mi novia, gilipollas—ahora es el novio de Tracy el que me está gritando. El tipo es bastante musculoso y rabioso. Parece un toro. Se me acerca lentamente con cara de pocos amigos y crujiéndose los nudillos.

—Damien, por favor, vete—solloza Alli.

No me da tiempo a replicarle nada porque justo cuando voy a abrir la boca para hacerlo el novio de Alli me pega un fuerte puñetazo en la misma que hace que el labio me comience a sangrar. Este tío no sabe con quién se está metiendo. Le pego un puñetazo en el estómago tan fuerte que lo dejo tirado en el suelo intentando no ahogarse. Inmediatamente Tracy suelta a Alli que cae también en el suelo y acude corriendo a socorrer al idiota que está en el suelo junto con sus secuaces.

—Gracias por librarme de Tracy—habla Alli agradecida una vez que se levanta del suelo y camina hasta llegar donde yo estoy.

—No me quedaba otro remedio—suspiro intentando que no se note que me ha gustado lo que me ha dicho.

—Qué simpático eres—ironiza, mis palabras han tenido el efecto deseado.

Me quedo contemplando la escena que hay ante mis ojos, Tracy acariciando la cabeza de su novio mientras este recobra (o intenta recobrar) el aliento con todos sus amigos rodeándolos en silencio. Parece que el tío va a intentar levantarse del suelo cuando yo, para evitar que lo haga, me acerco y le pego una patada en el lugar en el que antes lo golpeé. Que se joda. Cojo a Alli de la mano y nos vamos de allí deprisa, ya que no tengo más ganas de pelea.

Caminamos hasta un descampado cercano al instituto donde de repente empiezo a sentir mucho calor. Me doy cuenta de que todavía estoy agarrando su mano que está fría como el hielo pero que, como este, también quema haciendo que la suelte de forma súbita lo cual le pilla a ella desprevenida.

—¿Qué pasa?—pregunta.

—Nada, solo me voy a encender un cigarrillo—respondo como si nada.

—Pásamelo luego—me pide.

—De acuerdo—le digo mientras me lo enciendo—. Por cierto, ¿cómo te va con lo de la hipoteca?
—Bien—responde.

—Vaya, me alegro—sonrío dando una calada al cigarro.

—Bien jodidos—me mira con cara de enfado—no me has dejado acabar de hablar—dice un poco irritada.

—Qué putada, pues a la calle que vas de cabeza—digo y sin saber por qué me empiezo a reír a carcajadas.

—Ni puta gracia—me mira de forma que si las miradas matasen estaría ya a seis metros bajo tierra—ojalá fueras tú el que se va a la calle en pleno invierno, gilipollas.

—Bueno, bueno, relájate tía. Más vale tomarse las cosas malas con humor, sino estamos jodidos.

—Oh, sí. Me voy a reír porque me van a quitar mi casa—dice para acto seguido emitir una risa muy mal fingida.

De repente algo se ilumina en mi cabeza.

—¿Qué pasaría si te dijera que tienes el dinero?—le pregunto sonriendo de lado.

—Que te pegaría por burlarte tanto de mí—espeta.

—No, no, es en serio. Fuera coñas. Tengo el dinero.

Contra el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora