Capítulo 11

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Allison

Me giro sobre mis talones y lo miro esperando a que hable.

—Te has dejado esto—dice tendiéndome mi móvil.

—Oh, lo siento. Gracias por devolvérmelo.

—¿No pensarías que me iba a quedar con esta piedra?—sonríe pasándose la mano por el pelo.

—Muy gracioso—hablo irónica mirándolo con los ojos entrecerrados.

—Lo sé—me guiña el ojo—bueno, nos vemos.

—Adiós—me despido de él con la mano.

Miro la hora en el reloj del móvil y veo que marca las dos y media, hora de comer. Cruzo la calle nevada y entro en casa. Dentro oigo a mis padres gritar.

—¿Qué? ¡¿La has vendido por cien euros solo?! ¡Estás loco!

—Cariño, no me ofrecían más y necesitamos el dinero urgentemente. No podía hacer nada.

—¿De dónde vamos a sacar ahora todo lo que falta? ¡No hay nada más que vender!—mi madre se frota la frente desesperada.

—Joder, no lo sé—mi padre se tira del pelo—la niña, que aporte algo, ¿no decía que iba a buscar trabajo?

—Creía que ya lo habíamos hablado. La niña tiene que estudiar.

—No tendrá tanto que hacer cuando se pasa todo el día en la calle—habla mi padre furioso.

—He salido a buscar trabajo por si no lo sabes—espeto.

—Ya, claro.

—Comed vosotros solos hoy. No tengo hambre.

—Hija, estás en los huesos no deberías perder comidas.

—Lo digo en serio, mamá. Comed vosotros anda.

Dicho esto me marcho a mi habitación a estudiar pero no me puedo concentrar ya que mi mente no se calla: ''Os van a desahuciar.'' ''Todo será por tu culpa, por no conseguir trabajo.'' ''¿Quién te iba a contratar con lo fea que eres? Además, estás engordando. '' '' Eres idiota, por eso todos te odian y no tienes amigos''.

—Joder, cállate ya idiota—me digo a mí misma en voz alta.

Pero no hace ningún efecto. Me siento tan frustrada y decepcionada conmigo misma que necesito liberar estos sentimientos junto con la rabia de alguna forma. Miro a mi alrededor y ''voilà'' me doy cuenta de que mi cuchilla se encuentra justo al lado de el estuche sobre mi escritorio. Aparto las libretas para no mancharlas de sangre y agarro la cuchilla. Sin siquiera haberme dado cuenta he comenzado a llorar. Un par de lágrimas tibias resbalan por mis mejillas y caen justo en mi muñeca marcando el lugar sobre el que voy a presionar mi cuchilla. El frío del metal me hace estremecerme mientras pienso en mis problemas y hago que la cuchilla recorra mi piel provocando que la sangre brote en finos hilos. Por cada milímetro de piel que recorre la cuchilla se me olvida un problema ya que el dolor nubla mi mente. Repito esta acción en tres o cuatro ocasiones hasta que no puedo más ya que me siento muy débil y siento que como siga me voy a desmayar como ya me ha pasado en más de una ocasión. Cuando termino, observo todo lo que me he hecho. La verdad es que no me gusta cortarme pero cuando lo hago me siento mucho mejor. El dolor mental ha desaparecido al menos por un tiempo y ha sido sustituido por el dolor físico, preferible al primero. Voy al baño a por un poco de papel para secarme la sangre ya que no quiero manchar el suelo y que mis padres se enteren de lo que hago. Miro la bañera y recuero a mi hermana. Me quedo un momento ensimismada en el recuerdo de Lily sumergida en el agua burdeos y no quiero hacerlo ya que si no tendré que volver a cortarme. Agarro el papel y salgo del baño rápidamente. Mientras me seco observo por la ventana y me doy cuenta de que puedo observar perfectamente la casa de Wail, ¿cómo no lo había visto antes viviendo justo al otro lado de la calle? La verdad es que supongo que será porque no suelo mirar mucho por la ventana. Logro ver como Wail entra a su casa de la mano de dos chicas, una morena y otra rubia que se ríen como tontas. A saber lo que irán a hacer.

Continuo estudiando hasta que anochece, cuando decido que es hora de ducharse. El agua está bastante fría ya que este mes no hemos pagado el gas por lo que lo han cortado así que tardo muy poco en ducharme. Cuando salgo de la ducha casi resbalo con unas gotas de champú que se han caído en el suelo. Me seco todo el cuerpo y envuelvo mi cabello en una toalla para ir a mi cuarto a vestirme. Cuando estoy a punto de ponerme el pijama veo que Wail está echando a las chicas de casa quienes, a juzgar por su aspecto están bastante furiosas lo cual me provoca una gran carcajada. Me termino de poner el pijama al cabo de cinco minutos y cuando voy a coger el móvil del escritorio veo de nuevo a Wail quien esta vez está saliendo de casa bastante de prisa y echando la llave muy nervioso. Sin pensármelo dos veces decido seguirlo, aún con el pijama puesto me calzo unas deportivas y me pongo el chaquetón para salir deprisa de mi casa con un escueto ''me voy, pronto vendré, me llevo la llave'' a mis padres. El frío de la calle azota mi cabello y cala el fino tejido del pijama haciendo que se me erice el vello y se me ponga la piel de gallina. A lo lejos logro divisar al árabe que camina a grandes zancadas con cubriendo su cabeza con una capucha. Lo sigo a una distancia prudente de unos diez metros escondiéndome tras coches y árboles cuando gira la cabeza para mirar atrás. Tras perseguirlo por más de diez manzanas llega a un callejón lleno de cubos de basura e indigentes por el cual no me extrañaría ver alguna que otra rata. Lo pierdo de vista cuando atraviesa una puerta metálica negra tras la cual no sé lo que hay. Durante unos segundos pienso en si debería entrar o no pero finalmente decido mandar al cuerno al ''no entres'', para algo he venido ocultándome con todo el frío que hace. Me tapo la cabeza con el gorro de la chaqueta y me cubro la cara un poco con el pelo. Con un poco de suerte pasaré desapercibida a quienes haya ahí dentro. Me armo de valor y empujo la pesada puerta tras la cual hay un zaguán totalmente vacío, y de un color beige que debería ser blanco de no ser por la suciedad. Oigo muchas voces procedentes de la parte baja de la casa y decido buscar la forma de llegar hasta allí. Tras dar unas cuantas vueltas por diversas habitaciones del edificio doy con unas escaleras situadas bajo una cama. Aparto la cama que tiene ruedas y bajo las escaleras. A medida que bajo el murmullo de las voces se hace cada vez más sonoro hasta que al llegar al final me encuentro con una habitación llena de hombres dando voces alrededor de un espacio vacío cuya función no conozco. Me abro paso entre la multitud a empujones hasta llegar a la primera fila y descubro lo que hay en el espacio vacío de la habitación: dos chicos peleándose casi a muerte. El espectáculo me abruma, pero decido aguantar mientras intento divisar a Wail entre la gente.

Que ignorante, no me había dado cuenta de que él es uno de los chicos que están peleándose y el otro es... ¡Damien! Pero, ¿por qué se pelean? ¿Qué es este antro?

Hasta aquí el capítulo de hoy. Espero que os guste y dejéis votos y comentarios. Nos leemos :*


Contra el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora