CAPÍTULO CUATRO

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La noche del miércoles, Gorka y Barbara habían ido al departamento de Kimberly, el cual se encontraba muy cerca del centro. Era cómodo y nada lujoso, justo a la medida de la personalidad de Kim. Nada que ver con los lujosos y estrafalarios departamentos de Barbara y Gorka. Aunque, a decir verdad, el único departamento donde Kimberly se sentía cómoda era en el de Julius, el cual tenía bonitos y simples acabados. A pesar de que él era un chico, su departamento siempre estaba limpio y olía a menta fresca. Algo que también disfrutaba Kim era la gran colección de barcos que Julius tenía por todos lados.

―Obsérvate en el espejo. Esta será la última vez que verás a esta Kimberly –Gorka la miró fríamente mientras abría y cerraba unas tijeras plateadas para cortar cabello.

Kimberly pasó saliva. En esos momentos quería quitarse la bata y sacar a sus amigos de su departamento, pero ella había dado su palabra de que seguiría el cambio de imagen hasta las últimas consecuencias.

―Pero... es que a mí me gusta cómo me veo. No entiendo por qué es necesario el cambio de imagen.

―Querida... ya te expliqué –Barbara se paró junto a ella-. Para que puedas hacer un logotipo sexy, debes estar sexy y, sobre todo, sentirte sexy. Dudo mucho que, con estos enormes lentes y esta ropa que seguro le robaste a tu bisabuela, te sientas sexy.

―Escucha, cariño -Gorka trató de darle ánimos a su amiga tratando de suavizar las palabras de Barbara- Eres bella, hermosa, eres una diosa. Pero la cosa es que tú no te sientes así, o de lo contrario tu forma de vestir sería diferente. Tampoco quiero que te vistas como Barbara –Barbara frunció el ceño-. Lo siento, pero es la verdad... Lo único que quiero, Kim, es que resaltes tu belleza natural, sin litros de maquillaje que además no necesitas.

―Está bien –Kimberly dijo suavemente-, confiaré en ustedes, pero que quede claro... Si mi musa no vuelve voy a matarlos y juro que les dolerá –Kim se miró en el espejo tratando de memorizar su imagen. Sabía que jamás volvería a verse de la misma manera.

Barbara y Gorka se miraron victoriosos. Barbara tomó asiento en el sofá para que Gorka pudiera trabajar sin problemas. Cabellos rubios empezaron a caer en el suelo.


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Sentirse observada por todos en la tienda departamental ponía nerviosa a Kimberly. Barbara la había convencido de ir a comprar un guardarropa nuevo que combinara con su, ahora, nuevo estilo, argumentando que era parte del plan para que su musa le diera frutos. Saliendo del trabajo se dirigieron a las tiendas que Barbara solía frecuentar. Ha Kimberly le había fascinado su nuevo corte de cabello. Aún seguía siendo largo. Ella no tenía ni una gota de maquillaje, apenas traía brillo para labios y un poco de rímel en las pestañas. Incluso sus enormes gafas le daban un poco de personalidad, pero ella había aceptado ir pronto por unos lentes de contacto.

Se sentía nerviosa por la ropa que Barbara le iba a escoger. Cuando Gorka terminó de cortarle el pelo aquella noche, le dijo que se veía muy sexy, pero Kimberly no lo creía. Tal vez porque tenía puesto un vestido largo con estampados florales y un corte que no dejaba ver su hermosa figura.

―Hemos llegado –Barbara mostró por fuera la tienda donde iban a crear el nuevo guardarropa de Kim.

Kimberly miró la ropa que estaba en exhibición. Vestidos rojos con muy poca tela en el escote y la espalda. Miró otro maniquí y vio un pantalón negro de piel con una blusa y adornos plateados. Barbara la metió casi a rastras y sin perder el tiempo se dirigieron a la sección juvenil. Barbara tomó un carrito para depositar toda la ropa que Kim se probaría. Era obvio que Barbara no iba a dejar a Kim escoger nada. Ella comenzó a tomar toda la ropa que le gustaba. Pantalones de cuero y blusas muy escotadas, un abrigo de peluche blanco, unas zapatillas de plataforma amarillas con franjas azul celeste.

― ¡Hola, chicas! Disculpen el retraso, pero es que había un montón de... ¡Oh Por Dios! –Gorka lanzó una expresión de asombro cubriéndose la boca con ambas manos al ver la ropa que Barbara y Kimberly llevaban en el carrito-, ¿A qué puta le están comprando ropa?

Kimberly respiró hondo. Estaba aliviada de que su salvador hubiera llegado justo a tiempo. Ella no pensaba probarse nada de lo que Barbara le había escogido.

― ¿Puta? Pero si es la ropa para el cambio de Kimberly ¿A poco no está genial? –Barbara sonrió ampliamente.

―Tenía entendido que debíamos sacar el lado sexy de Kim, pero... ¿esto? –Gorka tomó con asco un vestido rojo con lentejuelas del mismo color- Con esto lo único que conseguiremos es que su musa se vaya a putear y no vuelva jamás.

Barbara giró los ojos molesta al ver que Gorka sacaba la ropa del carrito. Una vez que los ánimos se calmaron un poco recorrieron toda la tienda sin prisa. Gorka parecía concentrado observando todo a su alrededor y explicando lo que Kim necesitaba para resaltar su belleza natural. Kimberly tomó un vestido blanco de manta y se lo mostró a Gorka, él asintió de inmediato, seguro de podía ponérselo y se vería fabulosa. Gorka tomó unas zapatillas de plataforma blancas con estampados florales rosa pastel. También tomó blusas de todos los colores y Jeans que, por supuesto, definirían la figura de Kim y la harían verse sexy.

―Por último, iremos por las zapatillas negras. Es básico –Gorka le dijo a Kim antes de que ésta entrara al probador.

―Por lo menos hubieras dejado las zapatillas amarillas, se veían...

―De puta, ya lo había dicho antes –Gorka cortó toda esperanza- Pero podemos regresar por ellas. Seguro que a ti se te verán muy bien –sonrió de lado dándole unas pequeñas palmadas en la espalda a Barbara.

Kimberly salió del probador, estaba muy apenada.

― ¡Uooh! –Gorka estaba perplejo-. Te-te... ¡te ves realmente hermosa!

Kimberly sonrió tímidamente. Tenía las mejillas ligeramente sonrojadas. El vestido que tenía puesto era azul celeste y hacía que sus ojos resaltaran de una manera magistral. El corte del vestido la hacía parecer una muñequita de caja de tocador y las zapatillas blancas le estilizaban las piernas. Kimberly había decorado su atuendo con un collar blanco y largo, y se había hecho una trenza francesa de lado.

― ¿Ves, Barbie? No hay necesidad de exagerar. Ella se ve genial. Me la llevo –Gorka sonrió ampliamente.

― ¿En serio me veo bien? –Kim aún estaba dudosa.

―Estoy seguro de que Daniel cree que te ves más que bien –Gorka molestó al empleado, que se había quedado hipnotizado cuando Kimberly había salido del tocador.

―Este... yo... am... Lo siento, pero es que sí, se ve estupenda, señorita –Daniel sonrió apenado tapando el gafete donde estaba escrito su nombre.

―Gracias por decirle a mi chica que se ve estupenda, –Gorka respondió con una exagerada voz ronca, perforando con la mirada los ojos de Daniel- ahora vete de aquí antes de que te rompa la cara –Daniel salió casi corriendo.

―Qué malo, machote.

―Kimberly sacó mi lado hetero –Gorka se carcajeó.

―Te ves muy, pero muy bonita, amiga –Barbara dio el visto bueno, haciendo sentir un poco más segura a Kim.

―Me muero de ganas por verte con todo tu nuevo guardarropa –Gorka sonrió ampliamente.

―Cuando lleguemos a tu departamento lo primero que haré será quemar toda tu ropa de viejita que tienes –Barbara torció la boca.

―Apoyo la idea –Gorka sonrió.

LA CASA DE LOS PLACERES [PRIMERA PARTE] *PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora