― ¡HERMANO! –Devin, gritó por tercera vez, logrando sacar a Wyatt de sus pensamientos.
― ¿Qué decías? –Wyatt preguntó con distracción.
―Nada interesante, parece –torció la boca-. Aunque me gustaría saber qué era lo que estabas pensando ¿A dónde te fuiste? –Juntó sus cejas.
―Am. Yo.
Wyatt se acomodó en la silla de madera, miró a su alrededor. La casa de su hermano tenía un estilo mediterráneo, lo que hacía que se viera muy cómoda. No pudo evitar ver el enorme cuadro que estaba en la sala. Mostraba una pareja en la playa, mirando las estrellas y la Luna. El hombre tenía los mismos ojos de Wyatt y la mujer tenía la misma mirada que Devin.
―Nunca en la vida te había visto tan distraído y eso que te conozco desde que naciste prácticamente –Devin trató de que Wyatt entrara en confianza con un poco de sarcasmo típico de él.
―Te contaré. El viernes estaba dando mi show en Punto Ciego...
― ¡Osh! –Devin cortó el relato de su hermano-. Sabes que no me gusta para nada que me cuentes de ese lugar. Deberías pensar mejor en invertir en otro tipo de negocio.
―Sabes que no venderé Punto Ciego –Wyatt respondió un poco molesto-. En fin... no estoy así porque el negocio vaya mal ni nada que tenga que ver con el club. Bueno, tal vez tenga un poco que ver. Pero es que, estaba bailándole a una chica y me encantó –sonrió ligeramente, recordando aquel día-. Aún tengo impregnado su aroma a frambuesa. Yo no quería... Bueno, al principio quería hacerla mía. Es el tipo de chica que llaman mi atención, pero cuando vi sus ojos azules detrás de ese antifaz. Ella tenía una mirada tan tierna que juré que no le iba a hacer daño. En ese momento me volví un guerrero dispuesto a protegerla de cualquier peligro. Punto Ciego se me hizo un lugar lleno de peligro y quería sacarla de ahí lo antes posible. Quería llevarla lejos para que estuviera a salvo y conmigo. Quería saber todo de ella. Comencé a besarle el cuello. Su aroma me tenía embriagado, pero de repente ella me empujó y se apartó de mí. Se marchó sin darme ninguna explicación. A medianoche, el cuento de hadas que estaba viviendo se había acabado, tal y como le pasó a la Cenicienta. Ella no me dejó ni una pista para buscarla, aunque déjame decirte que si la veo en la calle podría reconocerla aun y sin el antifaz puesto. Desde ese día no dejo de pensar en esa mujer. Quiero saber qué provocó en mí para que sintiera estas cosas que jamás antes había sentido.
―Y créeme... yo también quiero conocer a la chica que enamoró a mi hermanito –Devin sonrió meneando los cabellos de Wyatt-. Aunque, si ella frecuenta Punto Ciego, no creo que sea una buena chica –su sonrisa se desvaneció.
―Nunca la había visto antes y creo que he conocido a la mayoría de las chicas con sus características –Wyatt no se sentía orgulloso de haber presumido a su hermano que había tenido a cientos de mujeres en su cama. Incluso se sintió asqueado-. Tal vez era su primera vez en un lugar así y... y yo la asusté.
―Pienso entonces que si volvieras a ver a la chica misteriosa serías muy afortunado, así que no seas un idiota –Devin se puso serio-. Encontraste el amor, y no cualquier amor, encontraste el amor de tu alma gemela y eso no es para todos, déjame decirte.
―Algo similar me dijo el señor del avión el otro día. Me dijo que lo que yo había sentido por esa mujer era amor a primera vista. Pero... ¿cómo qué es el amor? Yo nunca me he enamorado, no sé cómo se siente.
Devin sonrió ampliamente. No podía creer que lo que él había tratado de hacer por su hermano todos estos años, una chica lo había logrado en tan sólo unos minutos. Pero eso era genial. Su hermano por fin sentaría cabeza. Antes de responder, miró la pintura enorme de sus padres, esa misma que Wyatt había visto hace unos momentos. Sus padres parecían estar felices mirando las estrellas y la Luna en aquella playa.
―Sabes que estás enamorado cuando empiezas hacer cosas estúpidas, cosas que no harías por nadie más, aunque te pagaran diez mil millones de dólares. Te sentirás feliz la mayor parte del tiempo. Los únicos momentos cuando tu humor cambia a triste o enojado serán cuando esa persona que amas no está a tu lado. Querrás cuidarla de todo y contra todo, hasta del mosquito que está a punto de hacerle una roncha –Devin parecía estar describiendo lo que en esos momentos Wyatt estaba sintiendo-. Estoy seguro de que nuestros padres están brincando de felicidad por ti.
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Kimberly salió de su auto, tomó unas bolsas de papel y cerró la puerta accionando la alarma. Se dirigió con paso firme hasta el elevador de aquel enorme edificio. Presionó el botón con el número siete, que era en donde se encontraba su oficina y un ligero timbrazo se escuchó anunciando que había llegado a su destino. Respiró hondo, tratando de desvanecer un poco los nervios. Era la primera vez que sus compañeros la iban a ver con su nuevo cambio de imagen. Al abrirse la puerta, los nervios volvieron y miró a Marion parada frente a ella. Después de unos incómodos segundos, Marion soltó una estrepitosa carcajada.
―La fea ya no es fea –seguía riéndose y lanzando veneno por todas partes-. Veo que la noticia de tu despido la estás tomando de la mejor manera. Eres una tonta.
Todos los chicos de la oficina voltearon a ver lo que estaba sucediendo. Los murmullos no se hicieron esperar por ver la nueva imagen de Kim. Barbara se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Estaba lista para darle su merecido a Marion, pero algo en la mirada de Kim la hizo detenerse.
―Pensé que Joyce te había dicho –Kim tomó sus bolsas y salió del elevador quedando frente a frente con Marion-. Tal vez quería que yo te lo dijera personalmente –la risa burlona de Marion desapareció-. Ayer, después de ver mi avance del logotipo de la casa de los placeres quedo sorprendida y encantada, así que decidió darme un ascenso. Obviamente para darme ese acenso tenía que verme guapa todos los días y creo que lo logré... Mira la cara de todos –sonrió mirando la cara de idiota que tenían la mayoría de los chicos.
Marion no volteo. Se quedó trabada y sin palabras.
―Ahora como soy tu jefa, puedes traerme un café de la cafetería de Tombuctú, por favor... -caminó un poco y se detuvo sin mirarla- Marion, me dijeron que sabes hacer pedicura ¿verdad? –se rio y entró a su oficina con una sonrisa triunfal.
Marion entró a la oficina de Joyce, estaba realmente furiosa. Barbara sonrió ampliamente al ver lo que había pasado. Rápidamente entró a la oficina de su amiga.
― ¿Por qué no me dijiste que te ascendieron? –preguntó sonriente.
―Porque no lo hicieron –Kim se sentó en su silla giratoria-. Sólo tenía que darle su merecido.
―Estuvo genial. Estoy sorprendida al ver lo que hace un cambio de imagen –Barbara se sentó frente a ella.
―No sé lo que hará Joyce cuando se entere de lo que hice –Kim agarró su cabello con ambas manos y empezó a enroscarlo.
―Niégalo todo. Marion siempre exagera –ambas rieron.
Se escucharon dos golpes en la puerta de Kimberly. Ella y Barbara se miraron fijamente.
― ¿Joyce? –Kimberly palideció.
― ¡Adelante! –Barbara dijo muy segura.
Kimberly recobró el color cuando vio que sólo se trataba de Carlos, un chico de edición.
―Hola Kim, vine... Vine solamente para ver si querías salir a comer ¿alguna vez? ¿conmigo? –parecía que lo había ensayado mucho antes de decirlo.
Kim y Barbara se miraron y rieron discretamente.
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LA CASA DE LOS PLACERES [PRIMERA PARTE] *PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO*
Teen FictionSe dice que todos tenemos un punto determinado, donde el ojo humano pierde la visión. Lo sorprendente es que no somos consiente de ello. Esto se denomina "punto ciego". En Beverly Hills existe un centro nocturno llamado del mismo modo. En Punto Cieg...