Capítulo 1: "Eres irritante"

163 4 0
                                    

Cinco meses antes...

La joven Troiann se encontraba en su casa leyendo un libro y a la vez, respondiendo algún que otro email. Sus días siempre eran similares, aunque sin caer jamás en la monotonía. Se divertía bastante, salía con sus amigos, se iba de fiesta, lo común en una chica de su edad. Troiann Marshall tenía 20 años y trabajaba en un pequeño bar de la ciudad, donde hacía su vida y atendía a la gente. Había dejado los estudios a los 18 años de edad, y jamás había pensado en volver a retomarlos en ningún momento. Troiann tenía un hermano, un hermano mayor cinco años más mayor que ella, el cual se llamaba Jacob, ambos estaban muy unidos y siempre se lo contaban todo, o casi todo. Jamás se habían fallado el uno al otro, y tan solo, de todas las personas en el mundo, solo confiaban el uno en el otro. 

Troiann estaba en cama tirada, boca abajo, mientras sus dedos recorrían el libro con ansia, tenía "El libro Gris" entre las manos, el cual ojeaba con intención de quedarse con todo lo que pudiera en el cerebro, aunque eso vendría a ser imposible. A su lado tenía su móvil, el cual apenas usaba, no era de usar el móvil, más bien lo tenía por orden de su hermano mayor, el cual varias veces, quizás demasiadas, ejercía de padre en vez de hermano. Por otro lado, la joven no sabía nada de sus padres, tan solo era consciente de que no vivían, que habían muerto cuando apenas ella tenía uso de razón y su hermano mayor siempre se negaba a hablarle de ellos, era increíble como se guardaba aquel secreto frente a su hermana, secreto que la rubia quería saber a toda costa. Mientras volvía a mirar aquel libro, la puerta de su habitación de abrió, y su hermano entró de golpe sin avisar, por lo que Troiann con rapidez, guardó el libro debajo de su almohada. Su hermano no podía saber que ella estaba leyendo ese libro, libro el cual pertenecía a la habitación donde estaban guardadas todas las cosas de sus padres. La joven sonrió de mala gana y frunció el ceño para mirar a su hermano. 

- ¿No sabes tocar, Jacob? Siempre haces lo mismo tío.

- Tranquila, Troi. Tampoco estabas haciendo nada interesante por lo que...

- ¿Qué quieres?

- No queda leche, y he pensado que como nunca haces nada de provecho con tu vida, pues que podrías salir a airearte un poco. ¿No crees?

- Maldito seas...

- A no ser, que prefieras lavar los platos esta noche...

- Ni de coña.

- Lo sabía.

Tras eso le sacó la lengua a su hermano y este desapareció de la habitación. Troiann odiaba los infinitos chantajes que sufría por parte de su hermano, pero en el fondo, era lo único que le quedaba y aparte, lo quería como a nadie, aunque sabía perfectamente que algo le estaba ocultando, pero tarde o temprano, lo sabría, por lo que no debía preocuparte mucho por ese tema. 

(...)

Después de haberse vestido, ya estaba en la calle dirección a uno de los centros comerciales más cercanos. Mientras lo hacía pensaba en donde había dejado el libro, jurando y perjurando que su hermano jamás lo encontraría, ya que si lo hacía, todo su mundo se iría al traste. Miraba alrededor mientras suspiraba, las calles siempre estaban llenas de gente, pero por alguna extraña razón, ella siempre las veía vacías. Miró a ambos lados de un cruce, para ver si venía algún coche, no quería ser atropellada, por lo que debía asegurarse bien.

De pronto, mientras cruzaba, una moto apareció a total velocidad por la calle, saltándose los pasos de cebra y esquivando a la gente como podía. Aquella osadía la dejó sin habla. ¿De qué iba aquel o aquella motorista? Increíble. Cuando la moto llegó a la altura de la chica, pasó por al lado de ella rozándola, y ella se quedó petrificada y sus ojos y su expresión se llenó de ira. ¿De que iba aquel chaval?

Supo que era un hombre por su complexión, y no dudo en gritarle aún a sabiendas de que no le escucharía. 

- ¿Pero tú de que cojones vas? Que retraso madre mía...

En efecto, el motorista no le había escuchado, y ella siguió su camino. Por fin logró cruzar la calle sin que nadie se la llevase por delante, cosa que fue un alivio, siempre tenía la mala suerte de que le pasara algo. 

(...) 

Llegó al centro comercial y para su mala suerte, no había leche. Mierda, su hermano la mataría, siempre igual, la mala suerte iba de la mano con ella y no lo podía evitar. Siempre le pasaba lo mismo. Justo cuando iba a girar la calle donde estaba la leche para salir del local, alguien pasó por su lado y la empujó, cosa que la hizo rabiar ya que ahora mismo tenía un gran humor de perros. No toleraría ninguna tontería. Masculló algo en voz baja y se giró para ver quien era su atacante, y era un hombre. Tendría unos 20 o veintipico años de edad y lucía una cazadora de cuero, digna de los motoristas. La rubia le miró y gruñó, era el motorista que había estado apunto de atropellarla en la calle. 

- No podrías tener un poco más de cuidado ni nada, no. ¡La segunda vez que intentas matarme!

- Perdón chica, quizás sea que tú siempre te pones en el medio. ¿No has pensado eso?

- ¿Perdona? - Aquello la había enfurecido más, por lo que se cruzó de brazos, mirándolo.

- Estás perdonada, si eso es lo que quieres, fea.

- Eres irritante.

- Y tú eres como una niña pequeña. ¿Te has roto algo? ¿No verdad? Pues ya está.

- Muy gracioso, madre mía, me parto con tu humor.... de mierda.

- Anda, si te vas a poner así de pesada, si quieres te invito a un helado y todos contentos. Helado para la niña pequeña.

- ¿Quieres que te haga una operación de cara gratis con mi mano?

El chico negó varias veces y se rió. Aquella muchacha era realmente irritante, y no pensaba en que la había prometido un helado. Cada palabra más que salía por sus labios, lo irritaba más, nunca había conocido a una chica así, esta no se callaba ni debajo del agua, pensó.

- ¿Cómo te llamas? - Preguntó el chico mientras la miraba con una ceja alzada.

- ¿De verdad tengo que decírtelo? No creo que te importe.

- Pues nada, chiquilla. No hay helado para una maleducada como tú.

- Te espero a la salida, ni me falles, capullo.

Tras decir aquello, la joven se despidió del motero y negó varias veces. ¿Quién se creía que era él para tratarla de aquella forma? Nunca había conocido a un chico con tales aires de grandeza y de prepotencia.

(...)

Esperó fuera de la calle mientras se cruzaba de brazos, miraba a la gente que pasaba de largo mientras esperaba a aquel varón, pero una cosa la sobresaltó en la espera. A lo lejos, una mujer, que no tendría más de cincuenta años de edad, la miraba fijamente, susurrando unas palabras en bajo, como si le estuviera hablando desde lejos. Eso la inquietó y sintió un ardor en el estómago. De pronto, sintió unos golpecitos en el hombro, los cuales la sobresaltaron y le obligaron a quitar el contacto visual con aquella mujer. Cuando levantó la vista hacía ella, ya no permanecía allí. El motero la miró.

- ¿Preparada para tu helado, pesada?

- Yo siempre estoy preparada para todo.

- ¿Cuando me dirás tu nombre?

- Ah. 



"Cuando el fuego encuentra la gasolina"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora