VII. La Asamblea

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En pocos minutos, Violett y William ya estaban en el pasillo que daba al Salón de Asambleas

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En pocos minutos, Violett y William ya estaban en el pasillo que daba al Salón de Asambleas. El muchacho apenas dio un leve empujón a la enorme puerta de ébano para que se abriera y, haciendo uso de su galantería, hizo una exagerada reverencia y dejó que ella pasara primero.

La habitación, si bien Violett ya había estado allí apenas unas horas atrás, ahora parecía más brillante que antes. De los siete tronos de madera, cuatro de ellos ya estaban ocupados. El primero a la derecha estaba ocupado por el Dios Rhodon, un hombre treintañero con una sonrisa seductora y una mirada perspicaz, cuyo cabello y barba rosa ya comenzaba a mostrar motas blancas, indicio de que su tiempo como Dios se estaba acabando. A su lado, de pie, había una niña de unos cuatro o cinco años, con el cabello recogido en una alta coleta y llevaba un vestido a tono con el color de su cabello. Era su sucesora, cosa que sorprendió a Violett, ya que Rhodon parecía ser muy joven y no hacía muchos años que estaba en el poder.

El asiento al lado del Dios Rosa estaba vacío, pero suponiendo que se sentaban por orden de color, era el correspondiente a Dana, la Diosa Violeta. Luego estaba Fei Long, con una expresión seria que ocultaba el dolor que sentía, pero que a Violett no le pasó inadvertido. A su lado, Selba parecía muy afectada y estaba anormalmente callada, pendiente de cada movimiento de su hermano azul.

El asiento de la Diosa Amarilla estaba vacío, algo que le provocó a la muchacha una punzada de dolor en el fondo de su pecho. Quitó los ojos de allí con pesar y contempló a Noscere, la Diosa Naranja. Era una muchacha de piel muy morena que aparentaba tener su misma edad, pero su mirada le indicaba que tenía más años de lo que podía imaginar. Estaba cruzada de brazos con una expresión de molestia que desconcertó a Violett, y su cabello rizado tal melena de león tampoco ayudaba a darle un aspecto menos temible.

Tomó aire y la futura Diosa Roja tomó asiento a su lado, en su correspondiente lugar. Noscere le dedicó una mirada intensa, pero no dijo nada. William tomó su lugar detrás de Violett, como una inmóvil estatua que le custodiaba las espaldas.

—Cómo has crecido, Violett. La última vez que te vi eras una bebé de pecho —le dijo Rhodon con una media sonrisa y una mirada observadora—. Ella es Magenta, la generación número veintitrés del Territorio Rosa —agregó, acariciando el hombro de la niña a su lado. La aludida apenas esbozó una tímida sonrisa.

—Un placer —dijo Violett educadamente

Iba a decir algo más, pero Noscere se inclinó hacia adelante llamando la atención de los demás.

—¿Dónde carajos está Dana? —exclamó con fastidio.

La puerta se abrió de golpe y como si hubiera oído el reclamo de la Diosa Naranja, la Diosa Violeta hizo acto de presencia.

—¿Qué te quejas si está ahí? —indicó Rhodon, ampliando la sonrisa y recargando la espalda en el trono. Noscere hizo una mueca y lo ignoró.

Violett no conocía a Dana, pero había oído hablar de ella un centenar de veces. Llevaba el cabello morado recogido en una trenza que le caía sobre el hombro derecho hasta más abajo del ombligo y llevaba el Cubo colgado en la oreja izquierda, brillando tenuemente en un tono violeta.

Rojo - Saga Dioses del Cubo 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora