XV. Con el pueblo en contra

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Era la mañana del veintiuno de abril, y Violett despertó con los gritos violentos en su ventana

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Era la mañana del veintiuno de abril, y Violett despertó con los gritos violentos en su ventana. Asustada, saltó de la cama y se acercó al ventanal que daba a los portones del Castillo y vio que los soldados de Seteh tenían dificultades en mantener las rejas cerradas. El pueblo de Sauta se había reunido allí para protestar, y llevaban pancartas que rechazaban a la "Diosa Falsa", a la traidora y a la niña malvada que estaba transformando el Territorio en un infierno.

El ruido de espadas y de estallidos le indicaban que varios ya estaban luchando por entrar. Frunciendo el ceño, intentó alejarlos con magia, pero el Cubo parecía continuar durmiendo y no la obedecía. Con rabia, se lo arrancó del cuello y lo lanzó dentro de un cajón. Gruñendo, se deshizo del pijama y se volvió a colgar el Cubo Verde a regañadientes para bajar al salón principal y ver qué pasaba.

Se encontró con un soldado rojo que le informó que las personas estaban alteradas porque al parecer era el Día del Cubo Verde, y se habían reunido a fin de usar esa fecha para reclamar que Selba volviera al poder.

Violett se pasó la mano por la cara. Había olvidado las festividades. En el día del Cubo Verde las ciudades se llenaban de guirnaldas y banderines de distintos tonos de verde, las plazas se abarrotaban con las personas haciendo comidas al aire libre disfrutando del buen clima primaveral y le rendían cultos a la imagen del Cubo que estaba en el centro de la capital, dejándoles oraciones y pedidos que Selba recogía personalmente al caer la noche.

Ese día también era en el que se hacía el pase del Cubo cuando un nuevo Dios tomaba el lugar del anterior, así que se cumplían 147 años desde que Selba había recibido el Cubo Verde de las manos de su padre Grehn. Era de esperar que el pueblo estuviera alterado por no poder realizar las festividades como años anteriores, y Violett no iba a ser tan hipócrita de hacerlo por su cuenta, la matarían. Algún día participaría en el Día del Cubo Rojo en su pueblo, como correspondía.

—¡Larga vida a nuestra divinidad Selba!

Violett no supo de dónde salió la voz. Era un chillido desesperado e iracundo, cargado de odio hacia ella. El movimiento la hizo girar para ver a un hombre alto y fornido saltar hacia ella con un trinche sujeto firmemente en sus manos enormes. El Cubo brilló, dispuesto a protegerla, pero el soldado que estaba con ella fue más veloz y lo detuvo cortándole el pecho desde la clavícula hasta el estómago, donde por fin se clavó por el peso al caer sobre la espada. La sangre le salpicó la ropa y la cara, y la muchacha retrocedió dos pasos.

Un estruendo le indicó que el portón había cedido al fin y los pasos enajenados de las personas entrando a tropel la hicieron reaccionar. Con un grito histérico, levantó un muro mágico alrededor de los cimientos del Castillo para impedir que invadieran, pero los gritos seguían llenándole los oídos de furia y rencor.

—¿Está bien, su divinidad Violett? —le preguntó el soldado y ella asintió con la cabeza con ímpetu. Aquello no la iba a acobardar.

El Cubo no la dejaba deshacerse de ellos, pero al menos los iba a mantener a raya.

Rojo - Saga Dioses del Cubo 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora