Capítulo tres

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Ahora Patoso es amarillo, ahora esta feliz.

Ya no llora, ríe.

Pero me preocupa la jardinera.

Desde que Patoso está feliz ella está rara.

Y lo sé, no debería preocuparme por alguien que planta girasoles, pero ella no sabía lo que hacía, tan solo obedecía las ordenes de los perversos girasoles.

Lleva sentada en el suelo sin moverse tres días.

Antes su rostro expresaba terror, sus sonrojadas mejillas estaban repletas de lágrimas, su mirada mostraba desesperación, de sus rosado labios salían súplicas y su débil cuerpo temblaba ante mi mirada.

Pero ahora su rostro se mantiene impasible, sus pálidas mejillas están manchadas de sangre, su mirada se mantiene fija en la nada, de sus violáceos labios solo sale silencio y su débil cuerpo se mantiene estático.

Patoso dice que da igual, que ya se le pasará.

Por lo menos los girasoles han dejado de ser amarillos.

Ahora sus pétalos tienen un color rojizo, tan intenso como la sangre.

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