Capítulo diez

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-Me duele- lloro.

Escucho un débil te lo dije pero no sé de quién proviene.

Y tampoco levantaré la cabeza para averiguarlo porque cualquier movimiento que haga me dolerá.

¡Incluso respirar me duele!

-¡Malditos girasoles!- grito

-No son girasoles. Son Pomelos- esta vez estoy segura de que la que habla es Wendy

Gruño.

No la soporto. La odio.

La odio como odio a cualquier ser viviente.

Estoy cansada. No quiero estar más aquí, quiero volver.

Pero volver, ¿a dónde?

¿A ese lugar al que llamo casa rodeado de perversos girasoles?

¿O dónde estuve más de la mitad de mi vida rodeada de niños huérfanos?

Grito.

No tengo casa, no tengo a nadie que me quiera, no tengo nada.

No tengo vida.

Vuelvo a gritar.

Estoy asustada, no sé dónde demonios estoy, qué hago aquí o por qué me encerraron.

-¡Estúpidos girasoles! ¡Yo solo quería jugar! ¡Todo es culpa vuestra! ¡Todo es culpa vuestra!- lloro.

"Cálmate. Todo se solucionará. Saldremos de aquí"

Levantó la cabeza por primera vez desde que esos monstruos me dejaron aquí.

Lo miro furiosa.

-¡No saldremos de aquí! ¡Nunca saldremos! ¡Llevas años diciendo que todo mejorará pero solo empeora!- grito- ¡Te odio! ¡Te odio como odio a los girasoles!

Vuelvo a meter la cara en la almohada y ahogo el llanto.

-Está loca...- oigo murmurar

-¡Cierra la boca Wendy!

Y ya no se escucha nada, absolutamente nada.

Ni a Wendy hablar con Melocotón ni a Patoso hacer... lo que sea que haga un pato en una situación así.

Levanto la cabeza lo suficiente como para poder ver con el ojo derecho.

Patoso no está.

Me levanto rápidamente ignorando el dolor para ver lo que queda de él.

Todo se vuelve oscuro.

Ya no estoy en la habitación, estoy en el vacío.

Me agacho y observo a Patoso.

-¡Patoso!

Cojo lo único que queda de él.

Plumas.

Muchas plumas.

Plumas de un blanco enfermizo y manchadas de sangre.

Sangre tan roja como la de la jardinera.

Lloro.

Quiero que vuelva.

No se puede ir, no así, no puede dejarme sola, no ahora.

-¡Patoso!

"Recuerdame. Recuerda que mi color favorito es el amarillo, que me gustan los días nublados, que odio que el sol me de en los ojos, que siempre quise aprender a volar..." oí su voz lejana

-Aun puedes aprender. Yo te enseño- dije desesperada recogiendo las plumas.

"No, ya es tarde"

-Pero no puedes irte... no puedes hacerme esto...

"Y no olvides que los girasoles son malvados, egoístas, perversos, cobardes, crueles, anormales y encima estúpidos...y que me prometiste acabar con todos ellos" su voz se disipó en el aire, perdiéndose para siempre.

Sus plumas se iban volviendo cada vez más blancas, como si eso fuera posible, hasta que al final, se volvieron translúcidas y se perdieron en la oscuridad.

Grito.

Todo por culpa de los girasoles.

Miro mis manos manchadas de sangre y lloro.

Lloro hasta que las lágrimas me consumen por completo y la risa de los girasoles me cubren de oscuridad.

GirasolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora