Capítulo ocho

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Me levanté en una cama ajena a la mía.

Empecé a escupir, a toser, a arañarme la garganta a hacer lo que sea para que el humo salga.

Pero ya no había humo, ni girasoles, ni fuego, ni sangre.

Una mano me agarra del brazo.

Enseguida me suelto y me doy la vuelta.

No me gusta que me toquen

-Soy Wendy- dice sonriendo

-Yo soy Leila- respondo insegura

-Este es mi amigo, Melocotón

Se agacha, coge algo imaginario del suelo y empieza a acariciar el aire.

"Está loca..." dice Patoso

Lo miro, lleva razón, esta chica esta loca.

Se sienta en la cama que hay frente a la que desperté y empieza a hablar con lo que supuestamente tiene en brazos.

Me dirijo a la puerta de metal e intento abrirla, pero está cerrada.

-Es imposible abrirla, ya lo he intentado antes- dice ella mirándome- Solo las Manzanas pueden abrirla.

-¿Manzanas?

-Son esas personas que cargan con un montón de llaves

Bien, definitivamente esta chica está loca

-¿Y dónde estoy?

-En El Parque de las Almas Perdidas.

-Quiero salir

-No puedes

-Pero quiero salir

-¡Pero no puedes!

-¡Que quiero salir!

-¡Que no puedes!

Empiezo a aporrear la puerta.

¿Por qué no se abre?

Me voy a la ventana.

Tiene barrotes

¿Por qué tiene barrotes?

¡¿Por qué?!

-¡Quiero salir!

-Bien, sufiente.- dice la chica y se acerca a mí- Si sigues gritando vendrán los Pomelos. Y hazme caso cuando te digo que no quieres una visita de parte de ellos.

¿Pero que tiene esta chica con la fruta?

-Y...¿quiénes son los Pomelos?- apartó la vista de Melocotón y me miró

-Son personas horribles. Al principio parecen amables y encantadoras. Pero cuando los conoces bien te das cuentas de que son tan ácidos como un limón y tan amargos como una naranja podrida.

La puerta de metal se abre.

Entra un hombre.

Parece amable y gentil. Tiene una sonrisa encantadora.

Entra una mujer, con un aspecto más pacífico y tierno que el hombre.

Los dos me miran.

Me miran como cuando una madre mira a su bebé.

Se esa forma tan dulce y tierna que solo las madres logran transmitir.

-Ahí están...- susurra Wendy

Se mete bajo la cama, no sin antes coger a Melocotón.

La dulce sonrisa de los dos desconocido se ensancha.

Y sin saber cómo, me adentro en los pétalos del girasol, siguiendo a ese par de Pomelos.

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