Me levanté en una cama ajena a la mía.
Empecé a escupir, a toser, a arañarme la garganta a hacer lo que sea para que el humo salga.
Pero ya no había humo, ni girasoles, ni fuego, ni sangre.
Una mano me agarra del brazo.
Enseguida me suelto y me doy la vuelta.
No me gusta que me toquen
-Soy Wendy- dice sonriendo
-Yo soy Leila- respondo insegura
-Este es mi amigo, Melocotón
Se agacha, coge algo imaginario del suelo y empieza a acariciar el aire.
"Está loca..." dice Patoso
Lo miro, lleva razón, esta chica esta loca.
Se sienta en la cama que hay frente a la que desperté y empieza a hablar con lo que supuestamente tiene en brazos.
Me dirijo a la puerta de metal e intento abrirla, pero está cerrada.
-Es imposible abrirla, ya lo he intentado antes- dice ella mirándome- Solo las Manzanas pueden abrirla.
-¿Manzanas?
-Son esas personas que cargan con un montón de llaves
Bien, definitivamente esta chica está loca
-¿Y dónde estoy?
-En El Parque de las Almas Perdidas.
-Quiero salir
-No puedes
-Pero quiero salir
-¡Pero no puedes!
-¡Que quiero salir!
-¡Que no puedes!
Empiezo a aporrear la puerta.
¿Por qué no se abre?
Me voy a la ventana.
Tiene barrotes
¿Por qué tiene barrotes?
¡¿Por qué?!
-¡Quiero salir!
-Bien, sufiente.- dice la chica y se acerca a mí- Si sigues gritando vendrán los Pomelos. Y hazme caso cuando te digo que no quieres una visita de parte de ellos.
¿Pero que tiene esta chica con la fruta?
-Y...¿quiénes son los Pomelos?- apartó la vista de Melocotón y me miró
-Son personas horribles. Al principio parecen amables y encantadoras. Pero cuando los conoces bien te das cuentas de que son tan ácidos como un limón y tan amargos como una naranja podrida.
La puerta de metal se abre.
Entra un hombre.
Parece amable y gentil. Tiene una sonrisa encantadora.
Entra una mujer, con un aspecto más pacífico y tierno que el hombre.
Los dos me miran.
Me miran como cuando una madre mira a su bebé.
Se esa forma tan dulce y tierna que solo las madres logran transmitir.
-Ahí están...- susurra Wendy
Se mete bajo la cama, no sin antes coger a Melocotón.
La dulce sonrisa de los dos desconocido se ensancha.
Y sin saber cómo, me adentro en los pétalos del girasol, siguiendo a ese par de Pomelos.
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Girasoles
ContoPorque los girasoles son malvados. Egoístas. Perversos. Cobardes. Crueles. Anormales. Y encima estúpidos.