El pequeño de tan sólo 13 años de edad corría a toda prisa por el pasillo de la universidad.
Aunque no quería llegar tarde por ser su primer día, esto no sería posible ya que el reloj marcaba las 9:10 a.m. 10 minutos tarde.
Vio que la puerta del aula donde le tocaría su clase estaba abierta así que entró a toda prisa para luego poner sus manos sobre las rodillas y tratar de recuperar el aire perdido.
Mmm... diez minutos tarde señorito. Una voz masculina lo sacó de sus pensamientos; miró al frente y se percató de que el profesor había llegado sólo unos segundos antes que él, ya que su portafolio estaba a milímetros de tocar el escritorio. Pero no importa, no es el único que llegó tarde, siéntese por favor.
El chico obedeció y se sentó en el lugar más cerca del pizarrón, ante la vista atónita de todos los presentes. El chico al lado de él era un albino, con una sudadera azul marino, pantalones color hueso y tenis negros, que parecía perdido en su libro.
Bien muchachos, hoy tenemos a un alumno nuevo, se llama Hiro Hamada. Anunció el profesor a los alumnos. Apenas tiene trece años y ha hecho lo que muchos de ustedes no han hecho o no harán en toda su patética existencia. Los alumnos, lejos de ofenderse, soltaron una que otra risita divertida, algo que le pareció curioso a Hiro. Trátenlo bien y procuren no celarse por favor.
Algo que Hiro notó desde que llegó, fue que el profesor no hacía contacto visual con él, mucho menos con sus alumnos. Aunque debía admitir que era realmente atractivo, no pudo dejar de ver su corpulento cuerpo pasearse de un lado a otro sin despegar la vista de su libro, el cual reconoció muy bien; "el mundo de Sofía" de Jostein Gaarden, todo un clásico de la filosofía. Sus facciones eran masculinas y marcadas, muy bonitas a la vista del chiquillo, tenía una cicatriz en su mejilla derecha, al parecer padecía heterocromia, ya que por lo que pudo notar uno de sus ojos era más claro que el otro, aunque no los alcanzara a ver a simple vista por el problema del contacto visual. Sus labios no se movían de una curvatura sin expresión. Sin duda un sujeto que lo robó el aliento a primera vista. Aunque parecía ser demasiado joven como para ser profesor.
Bien Hiro, como eres nuevo. Su voz lo sacó de sus pensamientos. Me presentaré. Anunció aún sin despegar la vista de su novela y escribió en el pizarrón: Harada Daichi. Soy tu profesor de filosofía y tutor, si tienes alguna interrogante no dudes en pedírmelo.
El pequeño miraba con cara de bobo a su profesor daba la clase. No sabía qué rayos estaba pasando con él.
El profesor cerró su libro de golpe. Bien muchachos, cómo dijimos al principio del año y cómo dice Alberto Knox; "lo único que necesitamos para convertirnos en buenos filósofos es no perder la capacidad de asombro"
Con ésta frase, comenzó la clase. El profesor a ojos de Hiro era realmente fascinante: su voz, sus movimientos. Todo era ameno y grato para el chico prodigio quién no dejaba de ver a su interlocutor haciendo circo maroma y teatro explicando sobre Anaxágoras, pero la seriedad en su rostro no desaparecía, incluso cuando comentaba algo que les sacaba sonrisas a los alumnos.
El chico al lado de él notó esto y por ende, escribió sobre su cuaderno para llamar la atención del chico:
"Hola, un gusto Hiro, me llamo Jack Frost."
Hiro notó esto y escribió para responder.
"Hola! Un gusto Jack, ya sabes mi nombre"
"Qué bien, tenemos un niño prodigio en la clase, eh?"
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The mad professor
FanfictionHiro Hamada creía haber experimentado lo necesario para su edad. La vida de un chico prodigio de catorce años era llevada con normalidad hasta que conoce a su profesor de historia de la filosofía, quién parece tener una insana obsesión con él pero...