Fight fire with fire (segunda de tres partes)

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—Criss... — Hans temblaba ante las acciones del otro. Habían tenido sexo sin parar luego de que Cristoff lo amenazara con el arma, lo guío hacia su cama y lo ató de manos y piernas, en estos momentos Hans observaba como el otro limpiaba una navaja con la que anteriormente había realizado unos cortes en su cuerpo. — ¿Qué vas a hacer?

—La última vez me dejaste cuando dejé la puerta abierta... —Miró a Hans a los ojos. —No cometeré el mismo error ésta vez... —Las palabras de Cristoff le daban una pista al otro de cuál sería el acto que haría. Lo miró con ojos llenos de terror y apretó los puños con desesperación.

— ¡No! Cris, esto levantará muchas sospechas, Hipo y Jack ya te tienen como sospechoso...—No pudo terminar ya que el otro le puso una venda en su boca que le impidió articular cualquier sonido coherente.

— ¿Crees que no pensé en eso? —Lo miró con una sonrisa torcida. —Jugaremos a la pesca mientras Harada hace su jugada...—Cerró la puerta, mientras Hans trataba inútilmente de zafarse de su amarre.

Cristoff caminó con paso lento a la entrada. Se dirigió a la cocina, miró el reloj; una cincuenta y tres de la tarde, tomó una botella de vino de una de las alacenas, la sirvió en dos copas y se sentó en uno de los sofás mientras prendía el estéreo y reproducía la canción Fight fire with fire de metallica subiendo al volumen máximo. Acto seguido miró nuevamente el reloj, colocó la copa en medio de la pequeña mesita, al ver al pequeño felino que lo miraba con miedo lo cargó entre brazos, vació el contenido de la copa por la sala y lanzó un pequeño cerillo que ardió en llamas inmediatamente.

—El fuego es como el amor; no dura para siempre. —Dijo acariciando al minino que temblaba en sus brazos, para luego tomar las llaves de la casa y cerrar la puerta. Estando afuera miró el reloj y soltó al gato para luego marcharse, dejando el estéreo a todo volumen y a un amante el cual se removía con desesperación.

:D

— ¡Ya llegué! —Anunció Hiro a la nada mientras cerraba la puerta. Saludó a su gato y corrió lo más rápido que pudo hacia el segundo piso. Abrió su armario y sacó muchas cosas que creyó necesitaría: ropa, zapatos, cuadernos y otras cosas. Al sacar un libro se percató de que una hoja cayó de una de las páginas. — ¿Qué es esto? —Recogió el objeto, percatándose de que se trataba de una fotografía donde estaban él al que no reconoció debido a que su rostro estaba rayoneado con tinta azul. Hiro miró fijamente la foto, no recordaba haberla tenido en ningún momento.

Viró hacia la estantería donde se encontraban los demás libros y luego se fijó en la portada del mismo que había tomado: Antología de poemas, era el título. Era una agenda desgastada de color beige, con algunas hojas que servían como adorno todo hecho a mano. Hojeó algunos poemas con varios autores, cuando divisó en la pasta un poema que pudo reconocer perfectamente:

El pecado era mío; yo no lo entendía,

Ahora en su cueva yace la melodía,

A salvo donde en vano agita la marea

Los inquietos y escasos remolinos.

Y en el hueco marchito de esta tierra

El verano ha cavado tan profundo su tumba,

Que apenas los sauces plomizos pueden desear

Un dorado capullo en manos del invierno.

¿Pero quién es aquel que viene por la costa?

(No, Amor, mira hacia allí y maravíllate)

¿Quién es este que llega con prendas teñidas del sur?

Es tu nuevo Señor, y él habrá de besar

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⏰ Última actualización: Sep 24, 2016 ⏰

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