Capítulo 29

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—Janet —me habló mi salvador saliendo del elevador—. ¿No deberías estar con tu paciente?

—Para allá me dirijo, Sohee —pasé junto de ella y le susurré un gracias.

Entré al elevador y oprimí el botón del tercer piso. Llegando a éste me dirigí a la habitación de mi paciente. El estomago se me revolvió al ver la sangre coagulada frente a la habitación de mi novio.

—¿Qué no hay personal de limpieza? —susurré con enojo entrando a la habitación de Chanyeol—. ¿Chanyeol? —pregunté al no verlo ahí.

—A tus ordenes, preciosa —susurró alguien en mi oído tapando mis ojos.

—¿Jordan? —pregunté quitando sus manos de mis ojos para voltear a mirarlo—. ¿Qué haces en la habitación de mi paciente? —lo interrogué entrecerrando mis ojos.

—Me mandaron a supervisar las habitaciones, tu paciente fue llevado junto con los demás para hacerle una serie de preguntas.

—Entiendo, ¿va a tardar?

—No, pero ya que estas aquí, me gustaría proponerte algo —dijo con una sonrisa.

—¿Ah si? ¿Y qué es? —pregunté sonriendo levemente.

—¿Te gustaría ir a cenar esta noche conmigo?

—Eh... sí, como amigos claro —le recalqué disimuladamente. 

—Obvio, eso somos ¿no? —me preguntó él tratando de sonreír.

—Sí —sonreí—. ¿A qué hora?

—¿Qué te parece después del trabajo? Podemos irnos los dos desde aquí. Claro, si no te importa.

—Me parece buena idea.

—Te dejo, linda, seguiré haciendo mi trabajo —me explicó para luego regalarme una sonrisa y salir de la habitación.

Después de que él salió, yo me dirigí hasta la cama de Chanyeol para sentarme en ella. Esperé solo 5 minutos, y en eso la puerta se abrió, dejando entrar al castaño con una gran sonrisa. Me levanté y me dirigí hacia él.

—Hola nena, ¿te hice esperar mucho?

—Sólo cinco minutos —sonreí y le di un beso en la mejilla—. ¿Fueron rudos los oficiales?

—No lo fueron, sólo me hicieron las típicas preguntas de: ¿Dónde estuvo durante el suceso? ¿Qué estaba haciendo? ¿Escuchó ruidos? Y más cosas parecidas —me explicaba mientras hacía ademanes con sus manos y me sonreía tiernamente.  

—Ojalá encuentren al asesino. Iré con los de intendencia para que limpien el charco de sangre que hay afuera de tu habitación.

—¿Charco de sangre? —me preguntó confundido—. Cariño, no hay ningún charco.

—Sí lo hay, mira —lo tomé de la mano y salimos de la habitación—. Ahí estaba —dije señalando el lugar—. No estoy loca...

—Yo no pienso eso.

Entramos de nuevo a su habitación, caminamos hacia su cama y nos sentamos frente a frente.

¿Quién es el asesino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora