12. Mónaco

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Sentí mis brazos fríos mientras dormía y de repente también mis piernas. Busqué con los ojos cerrados alguna sábana, sin embargo no encontré ninguna. Me incorporé sobre mis codos y miré a penas con los ojos abiertos. No había señales de que la sábana estuviera en mi cucha de perro. Miré bien frente de mi y me percaté de que habían dos grandes piernas paradas frente a mi.

-¡Buenos días dormilona!- gritó Nigel con su potente voz quitando cualquier resto de sueño que había en mí.

-Hola Nigel- sonreí y estiré mis brazo hacia él para abrazarlo y el a mi- Ya comenzaba a extrañarte.

-Y yo a ti pequeña- dijo al soltarme.

Nigel era como un hermano mayor, vivía para cuidarme, consentirme y mimarme. Aunque, también para molestarme. Era con el que tenía el mejor trato en el lugar y pasaba la mayor parte del tiempo aprendiendo o simplemente divirtiéndome junto a él.

-No me digas que ese idiota te hizo dormir en el piso- dijo señalando al pelirrojo que dormía plácidamente dándonos la espalda sobre la gran cama y se acercó lentamente a él de brazos cruzados- Míralo, duerme como un bebé.

Reí y me aproximé a Nigel para confirmar lo que decía y en cierta forma tenía razón. Edward abrazaba su almohada como si tuviera miedo de que alguien se la arrebatara y no despegaba un ojo después de el barullo que hizo Nigel en la habitación.

-Es agradable cuando duerme- reí- No está quejándose ni dando órdenes.

-Siempre duerme de esa forma, es gracioso. Puedes estar haciendo un día de campo sobre su cuerpo dormido y el no se enterará. Otra cosa es que no le molesta que le hagamos cosas cuando duerme, es un poco raro ya que se enfada por absolutamente todo- rió y se apartó hacia la puerta, pero antes se volvió hasta mí- Vístete, después de desayunar partimos a Mónaco, en el baño están tus prendas nuevas- amagó a irse pero se acordó de algo más- Despierta al zanahoria también, no quiero hacerlo yo. Oh! Y me gusta tu look- me guiñó el ojo amigablemente y finalmente se marchó.

-Gracias. Trataré- respondí mirando a Edward un poco insegura. Dormía tranquilo, no molestaba a nadie, me daba miedo despertarlo y que volviese a ser el típico ser malhumorado que solía ser. No dudé ni un instante más y fui a vestirme. Sabía que habíamos prometido no tener más peleas, pero despertarlo seguramente hubiera ocasionado una. Me introduje en el baño con el montón de ropa indicado y observé las prendas antes de colocármelas. Falda tubo color azul brillante, camisa blanca, tacones negros, chaqueta en combinación con la falda. Algo bastante elegante. Debajo de todo, luego de colocarme toda la ropa, encontré una ficha de personalidad que me daba los datos del personaje que usaría para viajar. La actuación era algo esencial en esto.

Nombre: Arabella Paul
Edad: 25

Los demás datos no estaban dados, solamente había un escrito en birome que decía "Lo demás que quieras agregar está a tu criterio. Sorpréndeme. Ive." Sonreí ante aquella nota y la dejé depositada sobre el lavamanos. Levanté mi cabeza, me miré en el espejo y me imaginé a esa persona que ocuparía este cuerpo durante el viaje a Mónaco. Coloqué maquillaje sobre mi piel dándome seis años más y mucha elegancia. Al finalizar coloqué un broche en mi cabello y me sentí lista para la acción.

Con los tacones en la mano salí del baño lista para ir a desayunar, pero noté que un par de ojos estaba puesto sobre mí. Di media vuelta sobre mis talones y noté que Edward ya estaba despierto y fuera de la cama abrochando los botones de la manga de su camisa.

<<No tendré que despertarlo. Que buena suerte>>

-Buenos días- saludé vergonzosa esquivando su mirada y mis pies me condujeron hacia la puerta.

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2016 ⏰

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