El último fin de semana antes del retorno a clases siempre parecía ser un momento estancado en el tiempo.
Aunque los días siguiesen siendo esas largas rutinas de ambiente veraniego, sabías que debías de dejar de tratarlos como tal, y despedirte tal cual despedirías a un intenso amor.
Anastassia sabía que en la guerra de quienes prefieren el invierno o el verano, ella elegiría el verano. Desde pequeña sentía que los rayos de sol hacían más que sólo abrigar su cuerpo, a veces sentía que abrazaban su pequeña alma.
Más allá de eso, el verano era la época donde sentía que toda su familia lograba acomodar una pausa en el ajetreo cotidiano y pasar momentos juntos.
Claro, desde hace un tiempo poco le estaba gustando aquellos momentos.
—¡Está servido! —gritó su madre desde la cocina.
Anastassia, en ese momento, salió calmadamente de la piscina. Luego de casi una hora de nadar tranquilamente, sus trenzas francesas que colgaban en su pecho estaban desordenadas y goteando agua clorada en su estómago.
Escuchó cómo su hermano pequeño Luis bajaba la escalera inmediatamente y a vigorizantes saltos, mientras sostenía entre sus pequeñas manos una hoja de papel con el dibujo de un deforme árbol de color azul.
Se puso los lentes de sol que había dejado en el borde y se acomodó el bikini mientras entonaba una melodía dirigiéndose a la mesa. Zoe, la mayor, salía de la cocina con la ensalada de papas para ubicarla en el centro de la mesa.
Anastassia entró a la casa con sus pies descalzos, sintiendo el aroma del pollo al horno que su madre había repartido en los platos y dándole una sonrisa ladeada a su hermanito.
—Hey, vístete para almorzar. Ponte un vestido o algo —ordenó su hermana mayor, sin mirarla en ningún momento.
Anastassia odiaba que creyera tener el derecho de mandarle, y aunque usualmente lo retribuía con comentarios irónicos e ingeniosos, esta vez solo quiso buscar la mirada de su madre, quién no hacía nada más que presenciar la escena.
Ella desde hace un tiempo que ya no se metía en los problemas de sus hijas, precisamente desde que comenzaron a pelear continuamente por pequeñas cosas sin importancia. La verdad es que no podría comprender esta dinámica, especialmente porque Zoe ya tenía 22 años y demostraba madurez en todo ámbito excepto cuando se trataba de su hermana menor.
Al comprender que nadie más tenía algo que decir, Anastassia suspiró y caminó lentamente al segundo piso en búsqueda del baño y el vestido veraniego celeste que había dejado botado allí antes de correr a la piscina.
Cuando acercó la mano al pomo y antes de entrar, escuchó el sonido del agua del lavamanos correr.
Paró en seco e hizo ademán de echarse hacía atrás, balanceándose sobre sus piernas.
Miró al suelo por un momento y se dio cuenta que estaba mojando todo, su bikini y cabello seguían goteando y había dejado su rastro por donde había caminado.
Ya qué. Pensó.
Aún es verano.
Esperando que la puerta estuviese sin seguro, abrió y entró rápidamente mirando al suelo. Dio la vuelta para cerrar, y con una intensa dosis de adrenalina, llevó sus manos a su nuca, para desamarrar el nudo del cuello de su bikini.
—Está... ocupado —dijo, incómodamente una voz detrás de ella.
Ella se giró, fingiendo sorpresa y fijó sus ojos en la única persona que podía estar ahí.
ESTÁS LEYENDO
Nymphet Club (Editando)
Short StoryCuando cinco chicas deciden formar un club para conquistar a hombres mayores nunca vieron venir los problemas que eso ocasionaría. ¿Cuál de ellos caerá ante sus encantos? ¿El profesor, el padrastro, el amigo de papá? Y lo más importante ¿Qué consecu...