Capítulo 3: Penélope

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Siempre se sienta a ver televisión. Todas las noches antes de que su madre se relaje y se acueste. Piensa que ella no lo merece y que por su culpa él lo está pasando mal. Su madre es una histérica, dice, y su padrastro es tan bueno que la soporta. Intenta sentarse con él el tiempo que ve la televisión, conversarle y tratar que no las abandone por culpa de su madre. Se hizo un hábito, se reían, veían películas cómicas, series largas y ganadores de los premios Óscar. Si bien empezó como un acto de caridad, después se volvió una necesidad. Esperaba todo el día para sentarse a mirar la televisión con él. Su madre se acostaba en la pieza y los oía reír, pero siempre tenía un dolor de cabeza horrible como para sentarse con ellos.

Una noche apareció una escena sexual. Estaba apoyada en el hombro de él abrazándolo y con las piernas dobladas arriba del sillón. No sintió vergüenza como cuando estás viendo una película y tus padres ven que aparece una escena de ese tipo. Le dio cosquillas en el estómago y un sentimiento extraño en el vientre. Claro que sabía lo que era, ya tiene diecisiete, pero el hecho que sepa lo que era ese sentimiento fue lo que lo complicó todo. No se atrevió a verle, ni a su rostro ni a ningún otro lado. Cerró los ojos pensando en lo complicado que sería si era lo que estaba pensando que sucedía. Era enfermizo, en algunos ojos asqueroso. No era su padre, es claro, pero en teoría estaba casado con su mamá y le llamaba literalmente "papi". Se apreciaban mas de lo que ambos apreciaban a Loreto, su madre.

Trató de bloquearlo un tiempo, cada vez estaba menos viendo televisión y más en su habitación. Robert lo notó, claro. Pero no podía adivinar que sucedía... quizás las hormonas adolescentes, algún muchacho... De ninguna manera, un muchacho no. Tiene que enfocarse en los estudios. Y así, de pronto Penélope ya no pasaba tiempo con sus padres. Se sentaba en el patio de la escuela hasta que se hiciese lo suficientemente tarde como para volver a casa e ir directo a su dormitorio.

Fue así cuando escuchó unas chicas susurrar a sus espaldas, estaba apoyada en un árbol mientras dibujaba.

—Escucha, tuve que decirles que ese día estaba mal pero que no era para tanto. Me revisaron para asegurarse que no tenía marcas... y tuve que decirles que había sido cosa de ese día. ¿Qué voy a hacer ahora?

—¿Te dijeron algo?

—Me dijeron que tendré que ir a la Psicóloga dos veces por semana. Para asegurarse... Gracias a Dios no llamarán a mi papá. Tuve que ser muy convincente, Anastassia. ¡Aun no sé por qué te sigo haciendo caso!

—Bueno, entonces todo está bien.

—¿Cómo puedes decir algo así? Todo está mal... Diablos, ¿Qué pensará el profe de mí ahora? Mañana toca Literatura, no podré mirarlo a los ojos.

—Sigamos hablando en tu casa sobre esto... Ah, si ¿Cómo te fue con tu almuerzo?

—Bueno, no te enfades... pero le conté a Claude sobre nuestro club...

¿Club?

—¿Qué? ¿Estás loca? No la conoces bien y es parte de tu familia, Lisa.

—Le gusta el amigo de mi tío... Pensé que querría unirse...

¡¿Qué?!

—¿Y no quiere?

—No me respondió... Pero seguramente sí...

¿Un club sobre que te guste el amigo de tu tío? ¿Ocultando problemas familiares?

Penélope se puso los audífonos y se paró. Las dos chicas se giraron inmediatamente y ella fingió que no las había visto. La chica de pelo castaño muy claro llevaba el pelo suelto y los labios rosados, con un vestido corto y mostrando los hombros. La otra llevaba una coleta y un short hasta la cintura. Penélope las ignoró. Esas dos chicas tenían un club, una es un poco apática, la otra se preocupa demasiado por su profesor, mienten sobre tener problemas e invitan a una chica a su club solo porque le gusta alguien mayor, pensaba. Vamos, que el problema de los hombres mayores no era tan extraño, lo sabía de primera mano. Pero de todas formas ¿De qué trataría ese club? ¿De superarlo? Si era de superarlo no se lo pensaría dos veces.

Nymphet Club (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora