Prólogo.

140 2 0
                                    

Podría ser un cliché y deciros que odio el catorce de Febrero porque opino que el amor debe de demostrarse todos los días del año y no uno en específico, pero no lo voy a hacer.
Más que nada porque no lo odio.
Tampoco estoy diciendo que me guste.
Me es indiferente.
Mi mejor amiga, sin embargo, está hiper-mega-ultra emocionada con todo lo referente a este día. El curso anterior rezó a todos los santos rezables para que recibiera una carta, con la mala suerte de que no recibió ninguna. Yo tampoco, pero para mí eso es un alivio.

Me explico, en el instituto W. Qua, San Valentín se celebra como si fuera una gran fiesta. Algunos alumnos envían cartas a otros y les dan hasta final de curso para que averigüen quién son. Si no lo consiguen recibirán un castigo.

¿Qué tipo de castigos? Os estaréis preguntando. Algunos son unas chorradas porque sus autores carecen de imaginación, otros son unas faenas.

Este último caso lo sufrió Tess el año pasado. Resulta que su "admirador secreto" era Cole Strent, un unineuronal de último curso al que se le pasó por la cabeza la descabellada idea de hacer correr el rumor de que Tess iba a tener un hijo suyo. Los padres de la chica se enteraron y la sacaron del instituto rápidamente. Algunos dicen que la metieron en un convento de monjas. No sé si será cierto. El caso es que fue una broma del muy mal gusto que lo único que consiguió fue dar de qué hablar a las chismosas y cargarse la reputación y dignidad de Tess. También dar un susto de muerte a sus padres, que eran, y doy por supuesto que siguen siendo, súper religiosos.

Volviendo al tema, el curso pasado conseguí pasar desapercibida y no llamé la atención de nadie. No he cambiado absolutamente en nada, así que supongo que éste tampoco recibiré carta.

Supongo.
Odio no tener el control de la situación.

Be my Romeo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora