Capítulo 3: El Encuentro

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Gino saltaba de alegría ese día, sabiendo muy dentro de sí, que tenía todo el tiempo del mundo para compartir con ella. Era muy temprano en la mañana. Ese día era uno muy especial. Todo tenía otro matiz. Los árboles regalaban sus sombras y a la vez permitían filtrar los rayos solares como tratando de crear frescura y un encanto especial en el aire.

Aparte de todos los sonidos que había en el bosque, se escuchaba un constante repicar en sus oídos. No sabía lo que era. Pero muy pronto lo descubrió pues eran los latidos de su corazón. Por lo mismo estaba sordo y algo mareado. Tenía en su alma una sensación tan extraña que llegó a creer que estaba flotando en el aire. Aquel lugar era hermoso, el camino se le hizo exageradamente largo y comenzó a desesperarse.

Por fin pudo distinguir el sonido del agua cerca al pasar por entre las rocas, seguido de un sonido de chapaletear muy fuerte en el lago. Era su amiga Perla Rosada, que jugaba en los espacios entre las rocas. Tan pronto se percató de que el joven la estaba mirando con detenimiento, le dijo:

_ Tendrás que irte acostumbrando a mi forma de ser. Y continuó diciendo:

_ Pues éste es mi mundo y si saliera algún día, no podría quedarme mucho tiempo fuera de él. Pues correría riesgo de no poder regresar jamás. Y eso, sería morir.

Gino tenía muchas interrogantes en su mente. Se preguntaba...

_ ¿Como ella ha de estar tan lejos de esas aguas heladas aun así podía escucharla o al estado del agua ella continuaba hablándole?

Estando tan cerca, frente a ella; su corazón latía velozmente. Es el efecto que le causaba su presencia. Era hermosa en gran manera y nadie lo podría refutar.

_ ¡Qué tonto soy! Replicó para sí

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_ ¡Qué tonto soy! Replicó para sí. Y continuó diciendo...

_ Ahora que la tengo de frente se me olvida todo lo que tenía que decirle. Y lo peor de todo es que ya no lo recuerdo ¡Qué tonto soy!.

_ ¿Qué me pasa, que le sucede?

Mientras tanto ella lo contemplaba solemnemente. Y sonriendo por fin me dijo sus primeras palabras ese día:

_ Gino tranquilo, dijo Perla Rosada. No te sucede nada, sólo estás contento de estar aquí y yo estoy muy feliz de verte de nuevo. Hoy es un día maravilloso para ti y para mí.

_ ¿No lo crees?, Dijo Perla Rosada, muy emocionada.

Gino asintiendo con la cabeza le sonrió; estaba paralizado y muy emocionado. Como era muy temprano en la mañana podía observar y disfrutar de los rasgos de perla con más tranquilidad. Gina pudo percibir qué le cubría la piel una suave textura, cuál perla nácar de color rosa tornasolado. Las escamas que le cubrían desde la línea de las caderas hasta terminar su elegante y larga cola eran de color verde azul "Teal", que a su vez se tornaban en destellos de color azul royal, lila y dorado tornasolados. Saliendo todas y cada una de ellas de la suave línea de sus impresionantes caderas. Su cabellera era larga de color oro tornasolado con destellos de azul royal y sus ojos eran grandes y profundos de color plata pálida azulada. Gino la llamó su Diosa Marina. Estaba anonadado ante tan magna belleza.

Ese día se había levantado demasiado de temprano, para así disfrutar y poder compartir más calidad de tiempo con ella

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Ese día se había levantado demasiado de temprano, para así disfrutar y poder compartir más calidad de tiempo con ella. Ahora que se encontraba frente a ella; estaba mudo, pálido y temblaba cual hoja de papel. Pero a diferencia de todo ello estaba extremadamente feliz porque ella se encontraba allí. Perla le interrumpió sus pensamientos y le dijo:

_ Gino, ¿Aún estás aquí?

_ Sé que te estarás haciendo preguntas pero no importa no temas puedes hacerme todas las que quieras. Estoy dispuesta a compartir mi vida marina contigo aseveró Perla Rosada.

_ Tengo muchas preguntas, pero creo que tenemos mucho tiempo para ello, le contestó Gino.

_ Ahora sí, deseo disfrutar de tu compañía todo el día y todo lo más que pueda. Quiero conocerte mucho mejor y hablarte de mí también para qué me conozcas y sepas quién soy que me gusta hacer. Me gusta hacer cosas con mis manos. Una de esas tareas es trabajar la madera. Soy artesano, también agricultor y jardinero, le afirmó Gino.

_ Te preguntarás qué es todo eso que te dé lo que te hablado. Son los oficios o trabajos a los que yo me dedico a elaborar durante el día. Hago muebles para la venta o por encargo. Tales como: los bancos para la Iglesia que se encuentra muy cerca de nuestra cabaña. Además de muebles para el hogar tales como camas, cunas donde descansan o reposan los bebés. También muebles para la sala o la cocina.

_ Además soy agricultor. Siembro y cosecho legumbres, y muchos tipos de árboles frutales. Tales como manzanos, peras, arándanos, melocotones, nueces, berries y otros.

Ambos disfrutaron un día perfecto

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Ambos disfrutaron un día perfecto. Sobre sus cabezas vieron pasar bandadas de aves emigrando a lugares más cálidos y otros por alimentos. Cómo clara señal de que se acercaba el invierno. Pero lo que no se dieron cuenta era que se acercaba A pasos agigantados. Rieron, charlaron, hablaron y jugaron en las aguas cristalinas y frías de lago, perdiéndose en sus propias miradas. Estaban tan entretenidos uno con el otro que no se dieron cuenta que ya se ocultaba el sol.

El cielo se torna de un color naranja vivo con destellos dorados y rojizos. Muy pronto comenzó a oscurecer y aparecer sobre el firmamento las primeras estrellas y a la vez unos pequeños copitos de nieve junto a cortas ráfagas de brisa invernar. Así que llegó aprovechando los últimos minutos que le quedaban se despidió de su amiga con lágrimas en sus ojos, pero verla sabiendo qué pasaría mucho tiempo si vas a ir a verle, le obsequio un frío húmedo y dulce beso de despedida para que no lo olvidará.

El recuerdo de ese maravilloso día duraría toda la temporada invernal. Y así Perla se sumergió en las aguas heladas del lago mirando como su amado se alejaba en la oscuridad del bosque rodeado por la brisa y neblina invernal.

Gino por su parte se alejó lo más rápido por la fuertes ráfagas heladas. Las mismas no le permitían poder continuar en este lugar. Con sus ojos llenos de lágrimas pero a la vez contento de haber compartido con ella, se alejó lo más rápido que pudo tratando de cruzar el bosque para llegar a su amada cabaña.

La oscuridad de la noche y la fuerte Brisa de invierno se podía escuchar el lamento de Perla, pronunciando con toda la fuerza de su alma, el nombre de su amado del cual su alma se había prendado...

                           "Ginoooooooo". . .

                                                                      "Giiiiiiiiiiiinoo". . .

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