Victima colateral

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Victima colateral

El sol brillaba destellante contra las bancas del colegio, llenando de colores intensos el despejado lugar. Los rayos hacían lucir el cabello de Angie más rubio de lo normal y sus ojos adquirieron una tonalidad azulada. Sentada así, con las piernas juntas y balanceándose de atrás hacia delante con expresión angustiada, no llamó mucho la atención.

—Ahora qué haré—susurró para sí misma al ver sus manos vacías. Su madre le había quitado sus armas y ahora no tenía como vengarse de Sandy. Quería darle un buen escarmiento para que ya no se metiese con ella, pero parecía que el destino quería que ella quedara rezagada.

Recordó como Sandy le había humillado en el pasillo cubriéndola con huevo, dejándola apestosa por horas y siendo la burla de algunos metiches. Apretó las manos inconscientemente y sus dientes rechinaron.

¡No! por supuesto que no dejaría que se saliese con la suya. Era más que obvio que ella trataba de avergonzarla y quitarle esa fama que según creía que tenía. Pero verdaderamente no tenía nada que quitarle…Tenía más enemigos que amigos, y estaba más que claro que aunque quisiera agradarles a todos, era imposible.

Nació para ser feliz, no para ser normal. Y eso incluía ser como quisiera y no tener que complacer a los demás.

Observó como un chico corría por su lado hacía su espalda, riéndose por lo bajo. No le tomó importancia.

—Al diablo todos—musitó con cierta amargura.

Tomó su licuado de fresa  y sorbió del popote, pero poco duró su paz cuando recibió un golpe directo de un balón de futbol americano, rompiendo el envase del licuado y brotando su contenido sobre su uniforme y rostro.

— ¡L-lo siento mucho! —gritó alarmado un chico que corría en su dirección con cierto esfuerzo. Era rechoncho de cabello castaño  y de cara muy roja.

El coraje de Angeline le elevó de modo drástico, que inundó sus ojos en lágrimas.

— ¡¿Por qué demonios tienes que ser tan imbécil!? ¡¿Es qué acaso no tienes un poco de cerebro?! ¡Maldita sea, como odio a la gente como tú! —gritó colerizada.

Pero en realidad no odiaba a ese chico, él no tenía nada que ver, pero aun así su mente la traicionaba. Estaba generalizando a todos por culpa de alguien más.

Más bien odiaba su suerte, se odiaba a sí misma por no poder controlar la situación, por dejarse llevar tan fácilmente por cualquier simple causa…pero por más que trataba de cambiar aquello, simplemente todo salía al revés.

La expresión de aquel muchacho se transformó en sufrimiento y retrocedió dos pasos.

—Perdón—dijo una vez más y se alejó a paso torpe y rápido de allí.

Mientras que Angie trataba de quitarse de encima la suciedad, otro tipo llegó a su lado, algo mosqueado.

—Oye, no debiste ser tan amargada con el pobre de Bobby. Él ni siquiera te lanzó el balón—le reprochó de mal modo, avergonzándola sorpresivamente.

Angie entonces se percató de otros dos chicos parados muy lejos de ella, riéndose muy divertidos. Eran tal vez de último año, de cuerpos fornidos y atractivos, por qué no decirlo. Eran los típicos populares que abusan de los demás. Y ahora que lo pensaba, ese tal Bobby no encajaba para estar junto a ellos. Era obvio que lo habían mandado con ella para recibir el castigo.

La bizarra familia ClarksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora