Los cuatro acuerdos

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Los cuatro acuerdos

Ajustándose los abrigos, chaquetas y sacos para protegerse del clima frío que comenzaba a calar los huesos, entraron los estudiantes del colegio a sus respectivos edificios. A unos cuantos metros de distancia de una gran multitud ansiosa en busca  de un poco de calor dentro de sus aulas estaban Jessica y Elinne, discutiendo lo que había ocurrido hace dos días.

—¿Segura que no lo imaginaste todo? —inquirió Elinne a su amiga más divertida que incrédula.

Jessy agitó la cabeza lado a lado, mostrándose de lo más efusiva.

—¡No, todo fue real! —dijo —. Te lo juro Elinne, mi corazón estaba a punto de sufrir un infarto. Estaba tan cerca… tan… era tan…

—Ok, aquí vamos de nuevo —suspiró Elinne con una enorme sonrisa —. No quiero escuchar de nuevo todas sus cualidades de Elliott, me las sé de memoria de tanto que las dices.

La castaña se abrazó a si misma antes de balancearse como una loca enamorada. Se abrazó a un poste de luz sin importarle el frío del metal contra la piel de su mejilla, parecía completamente hundida en su propio mundo que suspiró audiblemente.

—Aire que te sobra por alguien que te falta —murmuró Elinne, encorvándose para conservar su temperatura corporal. Se percató de la mirada confundida de su amiga, y entonces agregó —: Es la definición de un suspiro, según mi mamá.

 —Por alguien que me falta… —volvió a suspirar Jessy, entregando su rostro al viento para que le despeina aún más los cabellos —. Por cierto, todavía no me has dicho con qué chico querías hablar el día en que hicimos nuestro reto —agregó antes de ponerse a pensar cosas que seguramente le bajarían la autoestima.

Elinne—que jugaba con los bolsillos de su chamarra—se paralizó al escucharla. Sus mejillas se tornaron ligeramente rosadas y desvió los ojos hacia el campo de futbol que se alcanzaba a ver a unos cien metros a la derecha.

—Yo nunca dije semejante cosa.

—Vamos, Elinne, es tan obvio. Dime quién es.

—No es nadie, lo inventé ¿sí? —Se rehusó a responder todavía con la cara encendida.

La boca de Jessy se arrugó en una mueca, pero decidió no protestar. Su mejor amiga podría ser muy terca, hasta algo reservada al momento de hablar de “amor”, aunque sabía que algo en ella estaba cambiando y todo era culpa de algún chico, no quiso presionarla; tarde o temprano se iba a enterar de todas formas.

En ese momento, escucharon unas pisadas aproximándose rápidamente, al girarse se encontraron con Lucas, ese chico amistoso, animado y extravagante que le hablaba a todo el colegio.

—¡Chicas! ¿Cómo están hoy? —Las saludó levantando únicamente su dedo medio, índice y pulgar, era su seña característica y según el criterio de algunos, le quedaba tan bien hacerla.

—Hola, Lucas —respondió Jessica con mucha naturalidad, sin temor a nada, él era de los pocos que le agradaban —. Estamos muy bien ¿y tú?

—De lo mejor —sonrió abiertamente —. ¿Qué tal tú Elinne, cómo has estado?

Jessica no notó nada malintencionado en su pregunta, en más, le pareció muy considerado de su parte preguntar, pero al posar los ojos en Elinne se percató del color que tenía  su rostro, aun más colorado de lo que estaba antes.

La observó con una ceja levantada, examinando su reacción ante una sencilla pregunta de ese chico tan dulce. Conocía tanto a su amiga que notó que le faltaba aire, había parado de respirar y aunque la temperatura descendía cerca de los 14 grados centígrados  podría jurar que le estaban sudando las manos.

La bizarra familia ClarksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora