Feliz cumpleaños mellizos

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Feliz cumpleaños mellizos

Las semanas habían pasado volando desde que Angie acudía a su nuevo colegio. Según sus palabras era el lugar más extraordinario de todos. A los pocos días llegó presumiendo que tenía muchos amigos, más de los que llegó a tener en toda su vida, aunque claro, la rubia era una exagerada. A principios de Enero, llegó la inesperada noticia de que Rachel seguiría los pasos de su mejor amiga y ella también entraría a Grand America, debido a sus grandes influencias y una gran caja de galletas de coco. La navidad en casa de los Clarkson se vio llena de personajes nuevos y antiguos, desde las amigas inolvidables de Ailyn: Katherine y Sherly, así como también Jeremy, más amigo de Ángel desde que formaron una banda de rock cuando era jóvenes. Y cómo olvidar a Jessica Connor y Byron Logan, aquellos mismos que traían paz y tranquilidad al hogar, debido a que entretenían tanto a los mellizos que no les daban oportunidad de hacer travesuras. Esa navidad fue impecable, nada de vasos quebrados ni comida estornudada, sólo risas, diversión y un montón de besos bajo el muérdago.

Y ese 10 de Enero, el cumpleaños número dieciséis de los mellizos, era otra fecha especial para que todos los viejos y nuevos amigos se reunieran. Y ahí estaban todos, en el patio trasero de la casa de los Clarkson, debajo de árboles decorados con luces brillantes, con mesas atiborradas de botanas y comida, vasos de refrescos a medio tomar y un montón de adolescentes haciendo fila para subirse a un torito mecánico.

Angie tomaba fotografía con una cámara profesional a Elliott, que se mecía a la par del torito. Era increíble que guardara tanto equilibrio y todavía no se hubiese caído sobre el inflable que estaba debajo. Su cara de concentración era tan evidente que eso era lo único que enfocaba en la cámara.

—¡Elliott no te resistas, te vas a caer de todas formas!—gritó Byron, que abrazaba a Angie por la espalda. Ésta última rio más alto.

—¡Ya suéltate, tengo que captar el momento! —continuó la melliza.

Elliott llevaba cerca del minuto tratando de mantener su eje, conservar la espalda recta era esencial pero cada vez los movimientos del toro iban incrementando de velocidad, y como si estuviese vivo lo sacudía por fuerza para lanzarlo por los aires. Tan sólo quería impresionar a Jessy, que lo veía a unos cuantos metros con esa cara tierna y ojos de cachorro, preocupada más que nada por su seguridad.

Sin embargo, cuando escuchó los gritos de su mejor amigo y hermana, le fue imposible no hacerles una señal de “púdranse” con su puño libre. No obstante, aquella acción lo desestabilizó tanto que cayó de cabezas contra el inflable.

Todos rieron. Y sintió el flash arremeter tantas veces contra su persona abatida y agotada. 

—¡Pero qué buen ángulo! —estalló Angie a carcajadas, enfocando ahora su trasero.

Elliott se paró enseguida gracias a la ayuda de su novia. Lo llevó hasta unas sillas y lo hizo sentarse.

—¿Estás bien? ¿Estás mareado verdad? —interrogó Jessy al ver sus ojos verdes moverse de a lado sin lograr mantenerlos fijos.

—Para nada, ¿por qué lo dices? —mintió Elliott tratando de hacerse el valeroso.

Jessy apuntó a sus ojos.

—Nistagmus —ilustró. Éste entrecerró los ojos, confundido —. Es un término médico —agregó alzando los hombros.

—Oh, claro, los médicos y sus frases tan incomprensibles como su escritura.

Jessica rio y le depositó un beso sobre la frente, atrayéndolo a su cuerpo hasta que su cabeza se apoyara sobre el hueco de su cuello y hombro. 

La bizarra familia ClarksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora