Desde fuera de la habitación ubicada en la esquina de la planta superior de aquella casa, se podía escuchar un ronquido ensordecedor. Eran alrededor de las nueve de la mañana y aquel esqueleto ni se inmutaba por la intensa luz que entraba por la ventana ni por los sonoros gritos de su hermano menor, quien desde la planta inferior, lo llamaba para desayunar.
Cubrió su rostro con la sabana, usándola como campo de protección contra todo aquello que le impedía continuar su sueño. Aunque no fue realmente una táctica del todo efectiva, puesto que oyó a su querido hermano girar el pomo de la puerta e ingresar a su habitación
Este se acercó lentamente hacia él y se agachó frente a su cama.
"¡Sans, despierta!", "¡Ya son las nueve!" Musitó el esqueleto menor hacia su hermano, el cual se dió la media vuelta , acompañado de un gruñido que apenas se traducía como un "No puedo".Papyrus, se vio obligado a usar un método alternativo y a duras penas, cargó a su hermano, quien se sostenía con fuerza de sus sábanas, reusándose a abandonar su mullida cama. Lo levantó hasta la cocina, lo sentó frente a una pequeña mesa y colocaba frente a él, un vaso de jugo de frambuesa. Cuando el mayor se percató de que todo intento de regresar a su previa sesión de sueño era en vano, se dirigió hacia su hermano y le dijo con una voz ronca acompañada de un largo bostezo "Buenos días,Papyrus"
"Buenos días, Sans" Obtuvo como respuesta. Se mantuvieron conversando sobre el trabajo durante un corto tiempo, tal parecía que el mayor estaba trabajando en algo nuevo que requeriría de su ayuda. Mientras conversaban, el somnoliento esqueleto de baja estatura, ingería a duras penas el jugo de frambuesa que su hermano preparó para él, tomaba sorbos cortos y rápidos, puesto que su sabor no era muy agradable. Ya culminada la charla, Sans tomó del suelo de su habitación su chaqueta celeste y se la colocó justo antes de casa.
Se mantuvo andando por la villa, Snowdin era sin dudas el lugar más pacífico y amistoso que conocía, todo monstruo que habitaba allí lucía feliz. Sans y su hermano eran muy conocidos en aquel lugar debido a la labor que realizaban como centinelas de humanos y por los múltiples empleos que el mayor tenía y con los cuales lograba mantener la enorme casa en la que ambos habitaban.
Seguía el camino rocoso labrado entre la nieve mientras tarareaba una tonta melodía. Cuando de repente, sintió un frío incipiente recorrer su espalda. Sus sentidos se activaron de inmediato, ¿Qué había sido aquello?
Ya pasado el susto, el esqueleto continuó andando, pero aún así, le era imposible dejar de sentirse observado por alguien.
Ya adentrándose más al bosque, acercándose cada vez más a su puesto de trabajo, escuchó susurro, susurros bajos: "Cuida tu espalda", "Cuidado", "Cuidalo","Cuidalo". Sintió un escalofrío recorrer su espalda y lo único que logró salir de su boca fue un "¿¡Quién anda ahí!?"
De repente, se oyó una voz distorsionada y grave, musitar en su oído
"Huye"
Y de insofacto, aquel esqueleto de huesos cortos dio una gran carrera, huyendo de la aterradora voz que le atormetaba. Al llegar a su puesto, no encontró más remedio que sacar de una pequeña caja polvorienta de cigarros y encender uno para así calmar sus nervios.
Hace mucho que no fumaba, cuando era más joven solía hacerlo. La depresión causada por la desaparición de su padre, el sobrellevar la crianza de su hermano desde una edad muy temprana y el lidiar con sus visiones y poderes, lo llevó a recurrir al cigarrillo para calmar su ansiedad. Dio largas caladas y expulsó lentamente el humo de su boca. Ya consumido, tiró el cigarro restante y se dirigió hacia la puerta de Toriel, una mujer que vivía en una casa ubicada en la entrada al bosque con la que solía intercambiar malos chistes.
Sans se mantuvo charlando con ella por alrededor de dos horas, se despidió cortésmente y regresó a casa.
Saludó a su hermano, quien había llegado hace alrededor de una hora, bebió medio envase de kétchup de la nevera y salió disparado a su habitación.
Empezó a escribir sobre su día en su libreta negra, la cual empleaba como diario. Había sido un regalo de su hermano.
Ya culminado la nota del día, fue a la habitación de su hermano a leerle una historia y darle las buenas noches.
Sans se quitó su par de pantuflas, tiró al suelo su chaqueta y se acurrucó entre sus sabanas hasta caer rendido.
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El Diario De Sans | UT.
Fanfiction*Querido diario. Supongo que me conoces, o quizás no aún. No estoy hablando con una persona, pero se siente como si así fuera. Ahora que tengo un diario, no queda de otra que utilizarlo, pues por el esqueleto que soy, no hacerlo sería muy "inhumano"...