Capítulo 14.

193 9 1
                                    

Está completamente ido. Observando más allá de un puno fijo en la lejanía, tenía la cabeza llena de tantos pensamientos nocivos que estoy segura que un día no muy lejano llegara a su límite.  Y pueden ocurrir dos cosas: o intente atacar a alguien o intente suicidarse. Y creo que ya se lo que hará. Me acerco cuidadosamente, y él ni siquiera parece saber que hay alguien a su lado. 

La noche de películas está a punto de empezar,   pondrán Escape de Alcatraz  y alinean a los pacientes en un cuarto grande frente a un proyector. Pero a Harry lo envían a su cuarto. Es demasiado estúpido y arriesgado lo que estoy a punto de hacer pero igual ya estoy metida en esto hasta las rodillas.  Le dieron un descanso de dos horas al las enfermeras, así que me dirijo a la oficina de Grace, la doctora. Está abierta y no hay nadie. Tomó las llaves de la habitación 224. Paso casi corriendo por el pasillo que va directo al cuarto de pacientes peligrosos y veo algo nuevo en la pizarra de anuncios: Un calendario, se supone que están prohibidos y desde luego también los relojes.  En las casillas del mes de Septiembre hay cosas anotadas. Cada dos meses los pacientes regulares tienen el derecho de una visita, también les dan permiso de salir a los jardines. Después de cinco infracciones al reglamento los permisos de Harry fueron aplazados hasta Diciembre.

Entonces se me ocurre algo muy malo o brillante, ese día lo sacaré. Si logro demostrar que ha mejorado tal vez para esa época me dejen llevarlo y podré sacarlo. Escucho el ruido sordo de pasos por el piso de cerámica. Me escondo en una puerta a mi izquierda. Y  espero a que pasen de largo para asomarme por la ventana de vidrio. Es un enfermero y probablemente lo hayan mandado a vigilar.

Regreso al pasillo y luego buscó el cuarto número 224.  Entro y lo veo sentado en la silla del escritorio de frente al ventanal con barrotes. Está lloviendo y casi no entra luz. 

-Harry...-Entro y cierro la puerta, pero me guardo las llaves en mi bolsillo trasero.

Voltea a verme, tiene ojeras y está más pálido que un fantasma.

-No deberías estar aquí, si te encuentran estarás en problemas.- Lo dice, serio y puedo percibir una leve angustia en su voz.

-No me importa, y no saben que estoy aquí ya he marcado mi pase de salida.- El asiente y pasa a sentarse de nuevo.

-Odio los días lluviosos, se siente como si estuviera viendo mi estado de ánimo a través de la ventana. – No sabía que decirle.

Ni siquiera estaba segura de lo que estaba haciendo y eso me ponía más nerviosa aun, yo que toda la vida planee cada momento con anticipación. 

A la edad de seis años ya sabía lo que quería estudiar,  siempre fui la mejor en todo, pero no lo hacía por mi maldita sea. Nunca lo hice por mí.  Era una regla de oro, los Aldrich eran los mejores y como tal debíamos comportarnos a la altura. Debíamos demostrar que no solo éramos una bonita mansión,  era algo que tenía que demostrarles a mis padres. Para ellos si no eras lo suficientemente bueno simplemente no valías la pena.  Mi hermana es diferente, siempre lo fue. Y cuando se marchó de casa a los 17 por cuatro meses fue la peor crisis de la familia, para papá era inconcebible que tal osadía fuera pasada por alto. Yo secretamente la admiraba, siempre tan extrovertida, yendo por ahí sin callarse lo que pensaba. Y lo más importante quitándose el apellido de los hombros.

-¿Así de triste te sientes?- Se escuchó un trueno y pude ver la sombra de una sonrisa.

-SI, a veces tengo suerte...porque la mayoría del tiempo no siento nada y estar triste me recuerda que aún estoy vivo.

Eso en definitiva me molestó, se estaba rindiendo, así tan fácil como decir: ya no puedo más. Sin siquiera intentarlo de perdido para ver como acaba todo.
-No estoy de acuerdo.- Digo  porque esa era la única manera en que me habían enseñado a expresar mi desacuerdo, como si estuviera en un maldito debate sobre algún tema que a nadie le interesa.

Sanity and Madness »h.s| CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora