XIII: Dos vidas (Luminosidad y Oscuridad)

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Lizabeth levanto la mirada hacia el Fantasma de la Ópera que la tenía entre sus brazos, y lamento mucho no poder ser completamente suya. Su vida estaba dividida entre dos vidas: Una era en la luminosidad del día y la otra en la oscuridad de la noche. Pero para ella la verdadera luminosidad se encontraba en la vida nocturna que compartía con Erick. Sentía que la luz del día no le hacía ninguna falta, no extrañaba al sol. Pues la luna y su estrellado manto oscuro eran sus nuevos soles. Su nuevo amanecer.

Y si no hubiera sido por Erick jamás hubiera descubierto su simpatía hacia la noche, él le enseño que la vida luminosa no era tan sorprendente ni emocionante u encantadora como la vida bajo el alero de la luna impecable. A veces se decía a si misma que habiendo nacido bajo el calor de los rayos soleados, pertenecía a la clara compañía de la luna.

<<"Muchos hombres pertenecen a la luz de la luna, pero se conforman con vivir bajo el sol" Recordó que Erick se lo dijo una vez. Claramente ella era una persona perteneciente a la luna pero obligada a vivir bajo el sol.

-¿Y tú qué eres? -Le pregunto ella

-Pues yo pertenezco a la luna -Le dijo con una sonrisa

-Creo que yo también>>

La pobre chica sintió una presión en el pecho al no poder ser completamente libre de sus responsabilidades en la tierra luminosa y no dejaba de ver los ojos negros de su compañero.

-Haz lo que tengas que hacer -le dijo él, dejando-le claro que era completamente libre

-No dejaré la vida que tengo bajo la tierra, no dejare la oscuridad... No te dejare, no creas que voy a dejarte -dijo enterrando la cabeza en su pecho

-Tu tienes cosas que hacer haya arriba y yo no puedo detenerte, tienes más vida allá arriba que aquí abajo.

Lizabeth negó con la cabeza aún enterrada en él, no podía creer que la estaba dejando libre.

-Te dije que me quedaría contigo siempre, si así lo deseabas y me quedé... Jamás espere que me liberaras, porque ya me sentía libre. Siempre me sentí libre pero haya arriba no lo sería pues me sentiría obligada a volver aquí. El mundo luminoso no me llama a gritos como lo hace el de la oscuridad... Y aunque no lo creas, me siento más cómoda viviendo en los confines de una Ópera abandonada hace siglos que en cualquier lugar de afuera.

Hubo una pausa.

Erick apenas se permitía creer las palabras de la bella joven, pues Christine había vivido un calvario al estar en aquel lugar. Entonces comprendió de golpe que ella había sido un ser perteneciente al sol; además de que su corazón era de otro hombre. Todo lo contrario a lo que era su hija, era la única diferencia entre Lizabeth y Christine. Pero aunque fuera la única, era importante pues pertenecían a vidas de luz y oscuridad.

El fantasma se sintió perturbado al darse cuenta que el mundo de arriba le había quitado a las únicas dos mujeres que podría haber amado. Una por amar la luminosidad además de darle su corazón a otro hombre y la otra simplemente porque estaba amarrada a ese mundo a causa de sus responsabilidades. Maldijo al mundo entero por su mala fortuna. Por alejarlo de su felicidad, por quitarle el cielo llevándolo de regreso al infierno.

En el fondo estaba seguro de que Lizabeth no se apartaría de él y que su corazón le pertenecía aún, eso le tranquilizaba en parte pero sabía bien que ella no podría pasarse toda su vida yendo y volviendo, no estaba bien.

La amaba como amaba a Christine y sólo deseaba lo mejor para ella, tanto si significaba alejarse de ella por su bien. Sabia de sobra que podía vivir con dolor pero este no sería tan profundo si ella estaba bien y a salvo. Era lo único que le importaba.

-Tienes que irte, no puedes pasar toda tu vida yendo y volviendo a este lugar. Ya te he enseñado bastantes cosas como para ser la próxima gran estrella de cualquier casa de Ópera. Es suficiente para hacer que mi música despegue de estas paredes y hacerla vivir en tus labios.

La chica no había apartado su delgado cuerpo de él, se mantenía abrazada como si el tiempo no pasará. Pero lastimeramente Erick tenia razón, su vida no podía ser de dos mundos y debía elegir uno de ellos.

-Si eso es lo que quieres... -dijo apretando los ojos

El fantasma con el corazón apretado asintió apartándose lentamente de la joven y la miró a los ojos color chocolate demasiado expresivos. Como pensaba que sería la ultima vez que la volvería a ver o por lo menos la última vez que él le permitiría verle, la tomo delicadamente de la barbilla acercándose lentamente a esos delicados labios con los que soñaba y haciendo realidad su sueño, poso sus labios sobre los de ella en un beso que desplegaba todo lo que sentía.

Lizabeth le devolvió el beso con la promesa de que nunca su figura desaparecería de su memoria hasta el día en que su vida abandonará su cuerpo.

Y con ese beso su historia quedaría en el recuerdo de ambos.


  














Ángel de la óperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora