Esa noche azulada sin avisar a nadie, salio de su hogar en dirección a la Ópera Garnier, cruzando calles y veredas grises, con una capa para cubrirse del viento y de posibles miradas. Al llegar, forzó la puerta con todas sus ganas, hasta que cedió con un crujido estrepitoso. Miró hacia todos lados pero para su suerte no había nadie alrededor.
Un suspiro de alivio salio de su boca y tomo el valor para entrar: En el interior reinaba un silencio espectral, telarañas y polvo bañaban las decoraciones de tiempos antiguos y todo estaría en completa oscuridad si no fuera por una pequeña vela encendida que alumbraba imparcialmente el lugar.
Lizabeth no sabía qué hacer. ¿A dónde ir?
La ópera le pareció bastante más amplia desde dentro y realmente no imaginaba donde podría esconderse el fantasma. Así que tuvo la idea de tomar unas velas que estaban en un candelabro de plata y las encendió. Con el fue alumbrando el camino, teniendo cuidado de no tropezar siendo lo más atenta y sigilosa posible.
Subió una larga escalera, cuando escuchó de improvisto una voz que la hizo dar un salto, en un canto nocturno.
Siguió de inmediato aquella voz, intentando no perder su rastro. Estaba segura que era del fantasma. La chica camino a paso apresurado con el candelabro alumbrando. Anduvo por pasillos que parecían laberintos, a veces daba tantas vueltas que creía haberse perdido.
Con el corazón agitado y el candelabro en mano, cuyas velas se derretían de a poco. Mientras la voz seguía cantando una canción sin final. Con un tono a veces fantasmal que se oía tan cerca y tan lejos.
-¿Donde estas?... ¿Donde te escondes?. ¿Donde estas?... ¿Donde te escondes?... -Susurraba para sí misma
-Te escucho cantar, dime donde estas.
Cuando de repente, se paró en seco ella y la voz. Lizabeth se asombro y pudo distinguir una luz que salia del suelo, venía desde un lugar subterráneo. Era un hilo brillante que se colaba por las maderas del piso.
Sin demora siguió el hilo y la llevo hasta una puerta de madera que al abrirla había una escalera de piedra infinita. La chica tomando firmemente el candelabro, bajo la escalera y cerró la puerta con cuidado tras de ella.
Bajaba la escalera afirmada de las paredes, era una escalera de longitudes enormes que al estar cada vez más abajo, las paredes mostraban señales de humedad y musgo verde. No se imaginaba qué habría al final del camino.
Cuando la escalera llego a su fin. Lizabeth se encontró con un lago de aguas cubiertas de neblina y un bote de remos esperando en la orilla. Gran impresión le causo estar en tan extraño lugar iluminado por lamparas de aceite en las paredes cubiertas de humedad. Jamás se habría imaginado que en el subterráneo de una ópera hubiera una especie de lago, seguramente se debía a su profundidad.
Se quedó quieta un minuto viendo a su alrededor. Pensando qué hacer. Confundida, no creía que el fantasma estuviera oculto en las bóvedas de la ópera. Hasta que con un determinado impulso de aventura y una curiosidad mucho más grande que ella. siguió adelante, ya había llegado hasta allí. ¿De qué servía volver?
Además si el fantasma no se encontraba aquí, tendría que estar en alguna otra parte de la Ópera. Le preocupaba un poco no encontrarlo antes del amanecer, pues aun tenía que regresar. Así que con mucho cuidado de no caer a las aguas subió al bote y comenzó a remar por el lago. A medida que avanzaba se iba convirtiendo en pasillos de agua.
Lizabeth examinaba las paredes descascaradas vestidas de flora verde con sus ojos brillantes. De a poco los pasillos se fueron expandiendo y llegando al final del lago con similitud a una cueva. Veía una especie de lugar que dejaba abierta la idea de que alguien vivía o había vivido en ese apartado lugar.
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Ángel de la ópera
Fiction générale¿Quién sabe qué habrá pasado con el Fantasma luego de su separación con Christine Daaé? Ya que su historia y crímenes cometidos rondan por el mundo, convirtiéndolo en todo una leyenda. Que será descubierta por alguien completamente inesperado.