Lizabeth había continuado con sus idas y vueltas al Fantasma y sus participaciones indispensables en la Ópera Roussemore. Parecía que todo transcurría con el curso natural y ligero de la vida. Pero la vida no es una línea recta, tiene muchas columnas y desvíos que bien pueden traer las más grandes felicidades o las peores tristezas.
No es de mi agrado decir que esta dulce chica vivió nuevamente una de las más grandes tristezas que pudieran azuzar su corazón y acristalar su alma casi al punto de romperla en un llanto desgarrador cuando en una mañana que regresaba un poco antes del alba a las tapas de su cama. Al ser despertada nuevamente por una sirvienta de piel pálida, ojos negruzcos, ojeras profundas y manos temblorosas a causa de un frió que sentía en su interior. De cuerpo delgado, con cabello negro como las alas de un cuervo tomado en un moño y un vestido crema con un delantal verdaderamente blanco.
Tenía en su expresión los rasgos del terror o la pena o la aflicción, grabados como si nunca desaparecerían. Lizabeth al ver a la señora se preocupo un poco exigiéndole decir qué era lo que ocurría.
La señora quiso calmarla y arrodillándose a la orilla de la cama tomo las manos de la joven con piel de rosas y mirándola fijamente entreabrió sus labios para pronunciar una frase que la chica no olvidaría por el resto de su vida: Su padre ha muerto.
Luego como si el frió hubiera pasado del cuerpo de la mujer a la piel tierna de Lizabeth esta comenzó a sentir como su piel se erizaba y congelaba, ni siquiera el sol podía quitarle ese frió impregnado en su carne pálida como la nieve en la copa de los cerros. Por un breve instante su voz se ausento y sus ojos grandes involuntariamente perdieron parte de su brillo vital.
Era porque su vida se iba con cada ser querido que perdía. Nuevamente las lagrimas salieron como cascadas saladas de las fuentes de sus ojos y un llanto vibrante emanaba del nudo que se formo en su garganta.
Lanzándose sin meditar a los brazos de la menuda mujer que la intento sostener con sus pocas fuerzas. Sin decirle nada, la sostuvo y se quedo allí con ella. Intentando darle fuerzas y acariciando sus cabellos rizos despeinados y espalda cubierta por un delicado camisón rosa pálido.
Ni siquiera ella podía pronunciar más palabras a causa de su propio nudo en la garganta. Sólo podía sentir el terrible pesar, pues el Vizconde siempre fue un amo respetuoso, cuidadoso, preocupado y cariñoso. Era la segunda gran perdida de la familia. Ahora las únicas a cargo eran Lizabeth y Amelia.
-Ay, Ay, Ay -su garganta no emitía más que chillidos, Lizabeth no podía soportar la presión de su corazón en el pecho por más que intentara calmarlo con la palma de su mano. Era horrible, realmente horrible. Igual que la muerte de su amada madre pero repentinamente una idea tranquilizadora llego sin anunciar a su cabeza: Ahora esta en un lugar mejor, esta con su madre. Con su esposa haciéndole compañía como él mismo una vez le confirmo.
Las únicas que sufrían en la tierra eran sus hijas y estaba segura de que ellos no quisieran verlas llorar. Pero es inevitable, aunque tratara de calmarse y tomar aire la hija menor de los Chagny no se calmaba y pedazos de pensamientos llegaban a su mente en imágenes pensando como estará su hermana en la otra habitación.
Se desprendió de los brazos de la mujer que la sostuvo con mucha paciencia dedicándole una forzada sonrisa. Fue en dirección a la habitación de su hermana pasando por el pasillo de suelo de madera iluminado por los rayos del sol que tocaban la tierra.
No toco la puerta cerrada para entrar, sin ninguna advertencia la abrió y se encontró con un escenario similar al que había imaginado: Su hermana vestida con su ropa de pijama y una bata suave color celeste, con los pies descalzos igual que ella. Acurrucada en su cama abrazando sus piernas y tratando de esconder su cabeza. Su cuerpo de convulsionaba a causa de sus llantos incesantes. Al igual que Lizabeth, en su interior su mundo se había partido y destrozado por el temblor que había desatado la terrible noticia.
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Ángel de la ópera
Ficção Geral¿Quién sabe qué habrá pasado con el Fantasma luego de su separación con Christine Daaé? Ya que su historia y crímenes cometidos rondan por el mundo, convirtiéndolo en todo una leyenda. Que será descubierta por alguien completamente inesperado.