VIII: El Fantasma de plata cuenta su historia

855 79 7
                                    

Mientras los ojos de Lizabeth estaban inmóvil posados sobre él, el fantasma de la ópera narraba su historia.

-Yo era hijo de un maestro de albañilería, vivía en una pequeña ciudad situada no muy lejos de Ruan. Una noche escape por el horror y el terror que les provocaba a mis padres.

Este al ver de improviso la cara de Lizabeth que se reflejaba extrañeza.

Este sonrió.

-Las preguntas vendrán al final. Ella sonrió.

Luego me uní a unos gitanos en un espectáculo, la experiencia que viví con ellos fue tan provechosa como destructiva. En mis viajes con ellos aprendí varias cosas entre ellas habilidades en la música.

Luego aprendí arquitectura y construí esta Ópera junto con otros arquitectos, aunque sin que nadie se diera cuenta construí este lugar. Y embelesado por mi amor a la música además del entusiasmo que sentía por la Ópera. Comencé a escribir obras y a "controlar" el manejo de estas. Con el aporte de los gerentes.

Debo decir que los últimos que tuve no fueron completamente de mi agrado.

En fin, digan lo que digan de mí aya afuera, no soy un ser completamente desalmado y de sangre fría. Eso solamente lo hacia para asegurarme de que los gerentes hicieran lo que les pedía por medio de cordiales cartas.

Nunca me vi tan interesado como cuando oí cantar dejando su alma en el escenario, interpretando a Margarita en Fausto de Goethe a Christine. Con un alma que prometía muchas cosas para contribuir al éxito de la Ópera.

Seguro estoy de que si la Carlotta, quien era la estrella, no se hubiera encontrado indispuesta ese día Christine no hubiera demostrado todo su talento más sus habilidades y características que la convertían en un ser exquisitamente especial. Muchas de las cuales veo en ti ahora.

Hubo una pausa.

Lizabeth aspiro hondo y exhalo sin apartar la vista de aquel rostro, agradecida por las palabras del fantasma dijo:

-Muchas gracias, ella me enseño casi todo lo que hoy sé -Y dedicándole una dulce sonrisa lo insto a que continuara.

Y el fantasma clavando sus ojos en las pupilas negras de Lizabeth continuo:

-Como había dicho, nunca me vi tan encantado por una voz, por alguien en especifico. Estaba más que orgulloso por haber sido su maestro.

Lizabeth tuvo intenciones de interrumpirlo pero prefirió dejarle continuar recordando que <<las preguntas eran para el final>>

-Estaba orgulloso por haberle dado mi música, pues solamente ella podía hacerla despegar. Claro que ella nunca fue mía, en su momento su corazón lo fue; gracias a la magia de la música pero rápidamente cambio de rumbo al reencontrarse con tu padre. Y me dejo como puedes ver hasta el día de hoy con un agujero enorme en el corazón.

Ese querida mía, es la causa de mi dolor. De mis sueños tormentosos en los que la figura de tu madre aparece como una sombra imborrable y hasta el día anterior cuando supe de su muerte puedo jurar: Jamás me sentí tan devastado.

Los ojos de aquel hombre se ponían más cristalinos a medida que terminaba su narración. Teniendo en su mente siempre a su pequeña Christine.

Hasta que escudriño nuevamente el alma de Lizabeth para conocer una respuesta.

-¿Alguna vez te hablo de mí? -le pregunto en el tono más inocente que le era permitido

-Ella siempre hablaba de un Ángel de la música, me dijo que lo había enviado mi abuelo para ayudarla pero en realidad ese ángel debiste haber sido tu.

El fantasma asintió humildemente

-¿Cómo supiste que había sido yo?

-Pues te había oído cantar varias noches desde mi ventana esa canción incluso la estabas tocando cuando llegue, e imagine que como se habían conocido en otro tiempo esa canción hubiera tenido un papel protagonista. O el personaje del Ángel de la música hubiera existido realmente. Además de haber escuchado que tu fuiste su tutor, no me quedo duda albergada en la cabeza. Simplemente debiste ser tu y si no, tal vez te hiciste pasar por él.

El fantasma se sintió realmente halagado por la deducción de la joven

-Al parecer eres tan inteligente como tu madre, felicidades entonces señorita

Lizabeth sonrió feliz y satisfecha por haber descubierto por si misma un secreto del fantasma pero no del todo, aún quedaban cosas por desenmascarar. Y ya sin el temor que le cargaba los hombros se dispuso a preguntar.

-Entonces señor... La verdad no estoy interesada en saber el año en que nació ni nada de esas cosas pero quiero saber algo que no me ha contado y creo estar casi segura de que si no se lo pregunto esa respuesta jamás saldría de su boca. Quiero saber... ¿Por qué usa esa mascara? ¿Cual es el horror del que tuvo que huir para no perturbar a sus padres? ¿Y del que se vio obligado a permanecer fuera de la mirada de todos escondiéndose aquí? Por los crímenes lo puedo entender, pero si fuera solo por eso usted no estaría aquí. Dígame con toda confianza ya que esa confesión no saldrá de estas paredes... ¿Qué es lo que se esconde detrás de esa mascara blanca?.

El fantasma con sus ojos negros fijos en los de Lizabeth, la viva imagen de Christine. Supo en su interior que no sería capas de hacerle daño pero un miedo que lo carcomía por dentro al pensar que podría dejarlo con tan solo dejarle apreciar su rostro.

-Querida mía, el miedo que me carcome por dentro es inmenso al pensar que me dejaras con tal solo quitarme la mascara, me produciría el mismo dolor punzante como cuando me dejo tu madre. No sería capaz de soportarlo nuevamente. Fui por muchos años signo de constantes burlas y maltrato a causa de esta maldición. El mundo no tubo compasión conmigo y dudo que lo tengan aún en estos días pues las noticias que me han llegado es que el mundo es un poco más tolerante pero igualmente cruel que hace miles de años atrás.

-Mi querido -le dijo Lizabeth posando una mano cálida en la mejilla que no cubría la mascara -No tengas miedo, no estas solo ya. Yo he venido a estar contigo y no me iré jamás, me he dado cuenta de que necesitas un amigo. Nadie merece estar solo, no venimos al mundo para estar solos. Sino para acompañarnos. Déjame ser tu compañía y me quedaré por siempre si así lo deseas.

El fantasma al oír las dulces palabras de Lizabeth se le hablando el corazón que tan lastimado estaba, así que confiando ciegamente en ella, sin quitar más tiempo. Se quito la mascara revelando un rostro deformado.

La chica impulsada por el miedo rápidamente aparto su mano, pero la volvió a posar observando detenidamente aquel rostro cuya ponzoña amenazaba con destruir el naciente cariño que sentía por él.

Pero Lizabeth tenía el hermoso don de ver más haya de los rasgos físicos, ella veía más bien su alma que la marca de su rostro. Y sin miedo alguno acaricio esas facciones mal creadas con cariño y paciencia.

El fantasma cerro los ojos disfrutando de su caricia, haciéndolo sentir por primera vez en mucho tiempo cariño, bondad, seguridad, serenidad y compañía. Estaba tan lleno de emociones que un nudo se alojo en su garganta y una pequeña gota cristalina resbalo por su mejilla. Exhalo el aire contenido estando ya seguro de que ella no lo abandonaría.

Lizabeth al contemplar el alma de este ser, descubrió que no era como todos decían. No era un asesino a sangre fría, eso había sido hace mucho tiempo. Ya no era el fantasma negro con el que su madre fue a encontrarse en aquellos tiempos. Ahora era diferente, un ser de bondadosos sentimientos con deseos de encontrar el amor y dejar en el pasado su sufrimiento. Ahora era un fantasma de un pulido color plateado que era capaz de brillar en la oscuridad más intensa.














Ángel de la óperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora