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Antes de que el mundo se derrumbara, ella le habló una vez más 

  -Hey, ¿estás despierto? 

   Thomas se movió en la cama. Sintió que la oscuridad que lo rodeaba era como una masa de aire solido que lo oprimía. Al principio, el pánico se apoderó de él. Abrió los ojos sobresaltado, pensando que se encontraba otra vez en la caja, ese horrible cubículo de metal que lo había enviado al Área y al Laberinto. Pero había una luz débil y, de manera gradual, fueron surgiendo bultos y sombras borrosas en la enorme habitación. Literas. Cómodas. La respiración suave y los ronquidos de chicos en medio de un sueño profundo.                                                                                                                                                 El  alivio lo invadió: ahora estaba seguro. Había sido rescatado y llevado a esa residencia. No más preocupaciones. no más Penitentes. No más muerte.

  ¿Tom?

  Una voz dentro de su cabeza. De una chica. Aunque no era audible ni visible, él igual la escuchaba, pero no podría haber explicado cómo la hacía.                                                                                                                     Exhaló con fuerza, se relajó en la almohada y, después de ese fugaz momento de terror, sus nervios se calmaron. Formó las palabras con sus pensamientos y le envió la respuesta.

  ¿Teresa? ¿Qué hora es?                                                                                      

  Ni idea, contesto ella. Pero no puedo conciliar el sueño. Es probable que haya dormido más o menos una hora. Quizás un poco más. Espera que estuvieras despierto para hacerme compañía. 

  Thomas hizo un esfuerzo para no sonreír. Aun cuando ella no pudiera notarlo, de todas formas a el le daba vergüenza.

 Creo que no me dejaste muchas opciones. Es bastante difícil dormir con alguien hablándote dentro de la mente.   

 Bueno entonces deja de quejarte y cierra los ojos.

  No, esta bien. Observó la parte inferior de la litera que se encontraba encima de él -una mancha oscura e indefinida en la penumbra- donde dormía Minho, que respiraba como si tuviera una cantidad insoportable de flema alojada en la garganta.

  ¿En qué estabas pensando?

  ¿Tu qué crees? Sus palabras brotaron cargadas de cinismo. Sigo viendo penitentes por todos lados: la piel desagradable, los cuerpos gelatinosos, esas armas y púas de metal.

  Estuvimos demasiado cerca, Tom. ¿Como haremos para quitarnos todo eso de la cabeza?

  Thomas lo sabía muy bien. Esas imágenes no se borrarían nunca. Las cosas horribles que habían sucedido en el laberinto atormentarían a los habitantes durante toda su vida. Pensaba que la mayoría de ellos - si no todos -  tendrían grandes problemas psicológicos. E incluso podrían volverse completamente locos.

  Y por encima del horror, una imagen había quedado grabada a fuego en su memoria: su amigo Chuck, con una daga clavada en el pecho, sangrando y muriendo en sus brazos.

  Aunque sabia muy bien que nunca olvidaría lo ocurrido su respuesta fue: Todo va a pasar. Solo llevará un poco de tiempo.

  Veo que estás muy seguro, repuso ella.

  Ya lo sé. Era ridículo que a él le encantara que Teresa le dijera algo así. Que su sarcasmo significara que las cosas estarían bien. Eres un idiota, se dijo a sí mismo, y luego esperó que ella no lo hubiera oído.

  Odio que me hayan separado de ustedes, comentó ella.

  Thomas entendía por qué lo habían hecho. Era la única mujer del grupo y el resto de los habitantes eran adolescentes: una pandilla de garlopos no muy confiables aún. Supongo que fue para protegerte. 

  Sí, puede ser. Las palabras de Teresa lo impregnaron de melancolía. Pero después de todo lo que pasamos, es horrible estar sola.

  ¿Y adónde te llevaron? Ella sonaba tan triste que sintió ganas de levantarse e ir a buscarla. Pero sabia que no sería una buena idea.

  Al otro lado de esa gran sala común, donde comimos anoche. Es una habitación pequeña con unas pocas literas. Estoy segura de que cerraron la puerta con llave al salir.

  Ves, te dije que querían protegerte. Y agrego inmediatamente: No es que no puedas cuidarte sola. Apostaría todo mi dinero a que puedes vencer por lo menos a la mitad de estos shanks.

  ¿Solo a la mitad?

  Está bien, a las tres cuartas partes. Incluyéndome a  mí.

  Sobrevino un largo silencio, pero, de alguna manera, Thomas seguía percibiendo la presencia de Teresa. La sentía. Era casi lo mismo que le pasaba con Minho: aunque no podía verlo, sabía que su amigo se encontraba un metro por encima de él, Y no era solo por los ronquidos. Cuando alguien está cerca, uno lo sabe, pensó.

  A pesar de los recuerdos de las últimas semanas, estaba sorprendente-mente tranquilo y enseguida el sueño lo dominó una vez más. Las tinieblas se extendieron sobre su mundo; sin embargo, ella seguía ahí, a su lado, de tantas maneras. Casi... como si se tocaran.  

  Mientras se encontraba en ese estado, no tenía una noción clara del paso del tiempo. Estaba medio dormido y, a la vez, disfrutando de la presencia de ella y de la idea de que habían sido rescatados de ese terrible lugar. Que estaban sanos y salvos, que empezarían a conocerse otra vez. Que la vida podría ser buena.

  La bruma de la oscuridad. El sueño feliz. La calidez. Un resplandor. La sensación de estar como flotando.

  El mundo pareció esfumarse. Todo se paralizó y se volvió dulce. La penumbra resultaba reconfortable. Se fue deslizando poco a poco en el sueño.


  Era un niño. Tendría cuatro años. Cinco, quizás. Estaba acostado en una cama con las cobijas hasta la barbilla.

  Había una mujer sentada a su lado con las manos apoyadas en la falda. Tenia pelo largo de color castaño y su rostro comenzaba a mostrar signos del paso del tiempo. Sus ojos estaban llenos de tristeza. Por más que ella se esforzaba por disimular detrás de una sonrisa, él lo sabía.

  Quería decirle algo, hacerle una pregunta, pero no podía. Él no estaba realmente ahí. Lo contemplaba todo desde un lugar que no entendía bien qué era. Ella comenzó a hablar. El sonido de su voz, tan dulce y alterado a la vez, le resulto inquietante.

  - No sé por qué te eligieron, pero sí estoy segura de una cosa: eres especial. Jamas lo olvides. Y tampoco olvides nunca cuánto... - su voz se quebró y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas - nunca olvides cuánto te quiero.

  El chico contestó, pero no era realmente Thomas el que hablaba. Aunque sí era él. Nada de eso tenía sentido.

  - Mami, ¿vas a volverte loca como toda esa gente en la televisión? ¿como... papi?

  La mujer estiro la mano y pasó los dedos por el pelo del niño. ¿Mujer? No, no podía llamarla de esa manera. Era su madre. Su... mamá.

  - No te preocupes por eso, mi amor - le respondió - No estarás aquí para verlo.

  Su sonrisa se había esfumado.


Rápidamente. el sueño se fundió a negro y Thomas quedó en un vacío sin más compañía que sus pensamientos. ¿Acaso había sido testigo de otro recuerdo surgido de las profundidades de su amnesia? ¿Había visto realmente a su mamá? Había mencionado algo acerca de que su padre estaba loco. El dolor en su interior era insoportable y lo consumía. Trató de hundirse más en el estado de inconsciencia.

  Mas tarde - no sabía cuánto - Teresa volvió a hablarle. 

  Tom, algo anda mal.




Maze Runner: Prueba De FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora