Los descubrimientos de Haymitch

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 Empezaban a rugirnos las tripas. Sólo pensábamos en llegar al final de la colina y ver que había detrás, cuando un cañonazo nos sacó de nuestra ensoñación. Otra muerte.
-¿Crees que habrá sido la bestia esa del distrito 1? -me preguntó Haymitch. Hice memoria.
-¿Te refieres a Robianne, la rubia del hacha?
-Exacto -dijo. Pues podría ser. Su cara no había aparecido ninguna noche en el cielo, se la veía despiadada y quedábamos muy pocos.
-Pues no sé, puede. Debe estar eufórica, eso seguro -recordé-. Todos los demás profesionales estaban peinando las montañas nevadas cuando estas entraron en erupción. Es la única que queda.
-Bueno, a tres los matamos nosotros -me guiñó un ojo. Y es que, aunque es increíble que podamos bromear con algo así, es eso o nos caería encima el peso de los asesinatos. No había opción.

Y así, con nuestra charla, llegamos al ansiado final de la colina. Pero la decepción no pudo ser mayor al llegar al borde de un barranco: una especie de desfiladero rocoso. Ni en broma habría algo comestible ahí, si es que había modo de bajar. Teníamos algo de comida en las mochilas, pero tardaríamos dos horas, si no tres, en llegar al bosque y proveernos de suministros.
-Esto es todo lo que hay, Haymitch -le dije-. Volvamos.
-No -contestó, y se me calló el mundo encima-. Yo me quedo aquí.
-Como quieras -mascullé, aunque intentando parecer firme-. Al fin y al cabo, sólo quedamos 5. Sería mala suerte que seamos los dos últimos.

Esa fue nuestra despedida. Ni buena suerte, ni una sonrisa, ni tan siquiera un apretón de manos. Él contemplaba ensimismado el barranco, y yo dí media vuelta y me fui. Eso fue todo.

POV HAYMITCH

Sin que Maysilee me viera, me giré para ver su resplandeciente cabellera deslizarse sobre su menuda espalda una última vez. Llevaba colgada la cerbatana a la espalda. No pude evitar un suspiro. Aunque fuese en unos Juegos, al fin la había conocido. Y la había dejado marchar.
-Qué gilipollas eres, tío...-me dije, y le dí un puntapié a un guijarro, que se perdió para siempre en el barranco... O eso creí yo, por que segundos después, volvió. Como si le diesen a rebovinar la cinta que nos ponen cada año en la Cosecha de los Días Oscuros. Igual. Extrañado, cogí una piedra del tamaño de mi puño y la lancé al vacío. Empecé a reir cuando esta volvió a mi mano.

Caí en lo que era: un campo de fuerza, para devolver a la colina a los tributos suicidas. Me enorgullecí de mi descubrimiento, seguro que los vigilantes no tenían previsto que nadie se percatara de ello, sin ánimo de acabar con su vida, claro está. Me rasqué la costra de la nariz rota y me senté a lanzar piedrecitas al borde del vacío.

POV MAYSILEE

Mientras descendía por la colina, me llevé las manos a los pantalones, y encontré la nota de Theugos. ¡Aún no la habíamos descifrado! Pero estaba muy cansada para ponerme ahora, debían de ser las nueve. No llevaba ni cinco minutos andando cuando unos graznidos ensordecedores me obligaron a sacar la cerbatana y aparcar mis pensamientos. Miré al cielo y los ví. Unos pájaros rosa chillón, con un largo pico: mutos, sin duda. Las aves que iban a posarse en el barranco de Haymitch, en una noche como la de hoy: aún de día, iluminada. Pero no siguieron su curso, mi olor los atrajo. Sangre. Descendieron en picado y, aunque derribé a dos, el tercero fue más rápido, y antes de huir volando, me abrió una raja en el cuello. No era tan profunda como para morir en segundos, pero era el final. Mi final.

Proferí un grito de angustia, y mientras caía, vi como Haymitch corría desesperado hacia mí. Yo misma había roto la alianza, nada le obligaba a venir. Pero lo hizo.

Se arrodilló a mi lado, puso una mano en el césped al otro lado de mi cuerpo y me gritó:
-¡Maysilee! No debí haberte dejado ir... ¡Vamos, no puedes irte! -la voz se le quebró, y una lágrima rodó por sus mejillas, seguida por varias más-. No ahora, por favor.

El dolor era insoportable, me estaba ahogando, pero a la vez que derramé una sola lágrima, sonreí. Lo último que iba a ver era ese verde bosque de sus ojos que tanto adoraba. Inspiré profundo, lo había hecho otras veces. Mis cuerdas vocales no tenían por qué fallar. Y aunque exhalé el aire con todas mis fuerzas, sólo fue un susurro:
-Haymtich, gana por mí.

Entonces, cerré los ojos. Mantener los párpados arriba me suponía demasiado esfuerzo. Y justo cuando me dejaba ir, noté sus cálidos labios sobre los míos. Unas mariposas gigantescas aletearon en mi estómago, y el torbellino que formaron me dió fuerzas para presionar ligeramente sus labios. Y es que yo a Haymitch lo amaba, con una fuerza indescriptible, y quería hacérselo saber.

Poco antes de que mi corazón cesara de latir, le oí:
-Lo haré, Maysilee. Por ti.  



Haymitch, gana por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora