La reunión con Undersee

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Los seguí, medio atemorizado, al despacho de el oficial que controla la mina, y me senté de frente a una mesa, tras la cual había una silla que me daba la espalda. Cuando los dos agentes de la paz se retiran, la silla se gira, y se me eriza el vello de la nuca, ya que no sé quien puede tener suficiente poder para sacar de aquí, aunque sea por un día, al jefe de la mina, que tiene muy mala leche. Respiro tranquilo cuando veo que en realidad sólo es el alcalde Undersee (N/A: Supongamos que es el abuelo de Madge y que la alcaldía es hereditaria, ¿Vale? Por que si no se me chafa la trama). Lo sé, lo sé, sé que no soy nadie para decir que 'sólo' es el alcalde, pero no sé, me esperaba a alguien peor. La gente dice que es buena persona. Aunque el semblante serio que trae no ayuda a que confíe en lo que dice la gente, la verdad.

-Hola Haymitch -me saluda, intentando sonar cercano pero sin perder la seriedad-. Supongo que lo primero que debo hacer es felicitarte, es decir, había 47 tributos más en la arena. Felicidades.

-Supongo que yo debo agradecérselo -le respondo, algo cortante pero sin perder la cortesía-. Aunque como entenderá no me trae buenos recuerdos hablar del tema.

-¿Harías un esfuerzo por mí? -me pide, así que me va a hablar de los juegos, genial.

-Sí, por supuesto -contesto mirando un momento al suelo y levantando rápidamente la mirada de nuevo.

-Vamos a hablar más concretamente de la señorita Donner -me dice, consiguiendo que mi estómago dé una voltereta.

-¿De Maysilee? -pregunto algo angustiado.

Él suelta una carcajada seca, como si yo acabara de hacer un chiste malo y se riese por cortesía, y luego me dice:

-No, de Anne. Aunque debo empezar por Maysilee, sí, será mejor-. Yo le miro.

-¿Que pasa con ellas? -le pregunto.

-Como ya sabrás -empieza-, Maysilee tuvo muy, pero que muy mala suerte yendo a los juegos.

-Cómo todos... -se me escapa en un susurro que él percibe, y contra todo pronóstico, sonríe tristemente.

-Ya, pero comprende que ella era hija de uno de los comerciantes, no más ricos, pero por así decirlo, menos pobres, de todo el distrito. En comparación con la gente de la Veta, por ejemplo, vivían estupendamente. Ni que decir tiene que, al contrario que tú, según tengo entendido, ella nunca tuvo que pedir teselas-. Cuando él dice esto último, se me descuadra la mandíbula, y de forma exagerada parece ser, porque asiente con la cabeza y dice-: exacto. Su nombre sólo estaba una vez en la urna, nadie pensaba que fuese a salir una de las gemelas. El caso es que su padre, como ya he dicho famoso comerciante, es muy buen amigo mío, y cómo sabe que Anne está sufriendo mucho, y no quiere que le pase nada malo, al igual que le pasó a Maysilee, he decidido ayudarle.

Él hace una pausa y yo le insto a continuar:

-Hace un par de años, mi mujer, mi único hijo, y yo, celebramos la cena de navidad, e invitamos a nuestros amigos más cercanos, comerciantes, algún agente de la paz de alto rango, etc.. -Hablando claro, a los de alta posición social. Anda que el alcalde se anda con chiquitas-. Entre ellos venían las gemelas con sus padres, y ya entonces, habíamos empezado a idear el plan. Maysilee siempre ha sido, según su padre, más difícil de tratar, más independiente que Anne, por eso decidimos que Anne sería la elegida, y ahora con más razón que nunca, ya que su hermana no está-. Le dirijo una mirada impregnada de odio por repetírmelo otra vez, pero él no para-. Así que decidimos casar a Anne con mi hijo, el cual sólo es tres años mayor que ella, un año mayor que tú.

¡Y lo dice tan tranquilo! Yo abro mucho los ojos, pero no digo nada por que, ni se me ocurre qué decir, ni termino de entender muy bien a qué viene todo esto.

-Por supuesto, se casarán en un futuro, aún no, pero lo harán. Y tú, Abernathy, no pintas nada de por medio-. A eso sí sé cómo reaccionar.

-Perdone, pero yo sólo soy amigo de Anne, aunque si lo que quiere es que yo apruebe esa boda, lo haré encantado, aunque poco tengo que opinar, la verdad-. Él asiente.

-Es cierto, tienes poco que opinar. Más bien nada. Lo que quiero es que termines tus jueguecitos con Anne, sean amistad, romance, o lo que sea. Me da lo mismo. Quiero que termine.

-¿Me está usted hablando en serio? -le pregunto, incrédulo. Él asiente-. ¡Pero eso no tiene ni pies ni cabeza! ¿Sabe usted lo que me está ayudando Anne?

Él suelta una risa similar a la de antes.

-Haymitch, conmigo no tienes que hacer el teatro de estar locamente enamorado de Maysilee.

Yo exploto:

-¡No es un teatro! Yo le amaba de verdad, por lo tanto, no quiero a Anne, ni ella a mí, ya que si ella está dispuesta a casarse con su hijo, es por que le quiere. Y si ni yo quiero a Anne, ni ella a mí, ¿qué problema hay en nuestra amistad? -le pregunto, notando como la temperatura de mi cuerpo se eleva conforme me enfado.

-De la amistad al amor hay un paso, no quiero tener que curar lo que puede ser prevenido, Haymitch, entiéndelo. Además, Anne no sabe que su futuro está junto a mi hijo.

Yo alzo una ceja:

-¿Ah, no? Bueno, si quiere se lo digo yo, a la vez que le informo de que tiene que dejar de verme. Seguro que le parece genial, de maravilla -le digo, levantándome de la mesa.

-Ni en broma -me dice, y yo le miro-. No le digas nada de lo que hemos hablado a Anne. Simplemente dile cualquier cosa que pueda herirla y hacer que se aleje de ti por su propia decisión. Si le dices que es cosa mía, nunca me perdonará y no querrá casarse con mi hijo.

-De acuerdo -digo, pensando en el triste futuro que nos espera tanto a Anne como a mí-. Pero sigo sin entender por qué le importa tanto que Anne se case con su hijo...

-Conveniencia, supongo -admite encogiéndose de hombros-. Una última cosa, Haymitch.

-Diga.

-Mañana será el entierro de los tributos fallecidos. Es tu obligación ir, aunque sé que, después de lo que me has contado de que tu amor por Maysilee era verdadero, no te hace ninguna gracia.- Dice.

-Ninguna -coincido. -¿Eso también se lo tengo que decir yo a Anne?- Le pregunto.

Y él asiente.

Genial.

Haymitch, gana por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora